jueves, 4 de febrero de 2016

Torralba de Ribota es un pueblo de la provincia de Zaragoza, situado a unos 11 kilómetros de Calatayud y enclavado en la agreste sierra de Armantes. Con poco más de 180 habitantes, es la típica localidad que permanece al margen del agobio que las ciudades provocan. No está acostumbrado a salir en las noticias, sus vecinos son humildes campesinos dedicados a la agricultura y a la ganadería… Torralba de Ribota era un pueblo tranquilo hasta que unos extraños sucesos lo pusieron en el mapa. Y no en un mapa cualquiera, sino en el atlas del misterio.

Eran los últimos días de abril de 1994. Los chavales Alberto, Miguel y Diego solían acudir a las afueras de Torralba, donde pescaban en el río Ribota que bañaba aquella zona. En aquel paraje conocido como el barranco de Matamoros, hubo una pequeña escaramuza en época de Reconquista, que queda recordada con las ruinas de la ermita de la Virgen de Cigüela. Esta ermita, a lo largo de su existencia, ha sido testigo de supuestos milagros y apariciones prodigiosas que quedan recogidas a la perfección en las leyendas que se atribuyen a esta construcción.

Los tres zagales, tras acabar de pescar en el riachuelo, a lomos de sus campantes bicicletas subieron a la ruinosa ermita para jugar como niños que eran, sin saber que en unos pocos pasos sus vidas iban a cambiar drásticamente.

Tras pasar los muros derruidos de la ermita de la Virgen de la Cigüela,  los chavales que iban con el único objetivo de jugar se convirtieron en testigos de lo insólito. Una extraña sombra oscura sin brazos, con las piernas pegadas al tronco y una cabeza redonda salió a su paso, flotando en el aire. En ese momento, los niños supieron lo que es el pánico.

Ser que vieron los tres chicos
Miguel, fruto del impacto que supuso para él toparse con aquel mosntruo en forma de oscura sombra, cayó desplomado al suelo. Gracias a la ayuda de sus inseparables amigos Alberto y Diego, pudo retomar el control de su cuerpo y poder huir del abandonado lugar. Pero, en un arrebato de hombría y de no rendirse, los jóvenes se dirigieron al río a recoger pedruscos y guijarros para después arrojarlos hacia los derruidos muros del antiguo templo religioso. Querían hacer frente a aquel extraño ser que les había dado el susto de su vida.

Los tres amigos volvieron a Torralba de Ribota sin contar lo sucedido a nadie. Eran conscientes de que si contaban esto a los mayores, serían rápidamente tachados de locos por una sociedad que no admite a aquellos que se encuentran con lo asombroso.

Ermita en la actualidad
Pasaron tres meses hasta que los niños se decidieron a hablar sobre lo ocurrido aquella tarde de primavera de 1994. La reacción que tuvieron los adultos del pueblo era de incredulidad, pero no perdían nada en saber qué fue aquello que atormentó a los tres zagales, pues podía ser algún animal peligroso para el ganado o un preso a la fuga que acecharía los alrededores de Torralba de Ribota.

Por ello, un grupo de 18 personas de mediana edad decidieron acercarse al recinto una noche, incluso con herramientas defensivas, para acabar con el misterio. Al entrar en la enigmática ermita, algunos salieron presa del pánico, pues afirmaban haberse topado con el monstruo que se apareció en un principio a Alberto, Diego y Miguel. Interior ermita de la ciguela

Ya no lo habían visto únicamente tres chavales cuya palabra era dudosa por el mero hecho de ser niños, sino que esos adultos que habían negado la existencia de aquella sombra habían sido testigos de lo insólito. El caso del monstruo de Torralba de Ribota fue poco a poco convirtiéndose en un fenómeno social y comenzó a traspasar las fronteras de la comarca de Calatayud, llegando los primeros investigadores y curiosos a explorar los misterios de aquella ermita de la Virgen de Cigüela.

Incluso el alcalde de Torralba, Pedro Ibáñez, decidió comunicar la situación a la Guardia Civil con el fin de acabar con aquel misterio que se había transformado en un asunto mayor que merecía ser tomado más en serio. Una patrulla de la Benemérita se personó en la ruinosa ermita para saber qué había de cierto y qué no sobre el misterioso monstruo de Torralba de Ribota. Esta vez, las autoridades no observaron más que muros derruidos por el tiempo que no respeta la Historia de los lugares.Pero ya era demasiado tarde. Muchos medios de comunicación de la época se hacían eco de la noticia que ocurría en aquel pueblecito de la comarca zaragozana de Calatayud. Unos hablaban de “La sombra de Armantes; otros eran más radicales: “El abobinable hombre de Torralba”.

Los testimonios sobre el avistamiento de este monstruo siguieron entre pastores y vecinos de la zona hasta que ese velo del olvido se desplegó encima de aquel suceso ocurrido en un lugar insospechados, quedando en el recuerdo de unos pocos que recuerdan que allí el misterio quiso darse a notar. Y por mucho tiempo que pase hay situaciones que nunca caen en el olvido, por lo menos a aquellas personas que tuvieron la suerte o la desgracia de toparse con aquel monstruo en forma de sombra cuya existencia muy poca gente creería.