viernes, 31 de enero de 2014

Cambises II, hijo de Ciro II el Grande
Nada menos que 50.000 soldados del ejército de Cambises fueron devorados por las arenas del desierto egipcio. Su delito: haber subestimado el poder del oráculo de Amón en Siwa.

Los griegos poseían dos grandes divinidades relacionadas con el mundo de los oráculos. Se trataba de Zeus y de Apolo. Junto a ellos existían otros oráculos presididos por divinidades secundarias. Incluso Apolo era considerado un simple instrumento del poder de predicción de Zeus. Los principales oráculos de Zeus fueron los de Olimpia, el de Dodona, y sobre todo el de Amón (versión egipcia del Zeus griego) que se levantaba de forma espectacular sobre una colina rocosa del Aghurni en el oasis de Siwa. Este lugar se encuentra en pleno corazón del desierto libio de Egipto, a poco más de 560 kilómetros al oeste de la capital, El Cairo. Su máximo valuarte es el popular oráculo del dios Amón, el mismo lugar en donde Alejandro Magno fue reconocido en el año 332 a. C. por esta divinidad egipcia como sucesor de los persas en el trono de las Dos Tierras.
 
La conquista de Siwa

Ankhkanire Psamtik III, Louvre
Cuando el rey persa Cambises II, hijo de Ciro II el Grande, decidió conquistar Egipto en el año 525 a. C., no calculó o no supo valorar las catastróficas consecuencias que esta campaña podían acarrear en su ejército. Tras la conquista de Asia por su padre, el único país que quedaba por caer dentro del saco persa era, precisamente, Egipto. Por ello, Cambises no tardó en planear una expedición hacia el Valle del Nilo. Y la verdad es que los hechos demuestran que no le costó mucho deshacerse del faraón que por entonces reinaba en Egipto, Psamético III, y llegar hasta Nubia, al sur del país.

Pero Cambises anhelaba poseer hasta el último grano de arena del desierto faraónico. Fue entonces cuando el rey persa oyó hablar del oráculo que desde Ammonium lanzaban contra él. La estatua del dios era transportada sobre una barca dorada y dependiendo de la pregunta que se le hiciera movía la cabeza en un sentido o en otro, gesto que se encargaban los sacerdotes de interpretar. Según el vaticinio, el trágico final de Cambises estaba al llegar, así como la terminación de su gobierno sobre Egipto.

Cambises II
Haciendo gala de su carácter despótico y sacrílego, Cambises se rió del pronóstico del oráculo y, furioso, mandó un ejército de 50.000 hombres para destruir y someter a los habitantes del oráculo de Amón. El historiador Heródoto (s. V a. C.) relata con pelos y señales lo que le ocurrió al ejército de Cambises.

Una vez conquistadas las grandes ciudades de las riberas del Nilo, Cambises mandó una triple expedición: contra los cartagineses, contra los amonios (lo habitantes del oasis de Siwa) y contra los etíopes. En concreto, Heródoto nos dice que hizo enviar contra los amonios lo más selecto de su infantería. Una expedición de casi 50.000 hombres que jamás llegarían a su destino debido a que el propio dios Amón vino desde su reino celestial para aplastarlos.

Marcha hacia la muerte

El historiador griego relata que “las tropas que habían sido enviadas para atacar a los amonios, después de haber partido de Tebas, poniéndose en camino con unos guías, llegaron, sin ningún género de dudas, a la ciudad de Oasis (la actual Kharga), ciudad que ocupan unos samios que, según cuentan, pertenecen a la tribu Escrionia y que distan de Tebas siete jornadas de camino a través de una zona desértica (...) Según cuentan, hasta ese lugar llegó, pues, el ejército; pero, a partir de allí, a excepción de los propios amonios y de quienes se lo han oído contar a estos últimos, nadie más sabe decir nada sobre su suerte, pues las tropas no llegaron al territorio de los amonios ni regresaron a su punto de partida.

En concreto, la versión que, a título personal, dan los amonios es la siguiente: resulta que, cuando, desde la mencionada ciudad de Oasis (Kharga), se dirigían contra ellos a través del desierto y estaban, más o menos, a mitad de camino entre su país y Oasis, se desató sobre los persas, mientras estaban tomando almuerzo, un viento del sur sumamente violento, que, arrastrando torbellinos de arena, los sepultó, y así fue como desaparecieron” (Hdt. 3, 26, 1-3).

Oraculo de Amon en Siwa. Actualmente
Recientemente, mientras realizaba prospecciones en busca de petróleo, el equipo geológico de la Universidad de Helwan descubrió en el desierto oriental, cerca de Siwa, fragmentos textiles perfectamente conservados, trozos de metal de armas antiguas y numerosos restos humanos. Tras avisar del increíble hallazgo al Dr. Mohammed al-Saghir del Consejo Superior para las Antigüedades de Egipto, de inmediato se organizó una expedición arqueológica. Según la ubicación del hallazgo y el relato de Heródoto, repetido siglos después por Plutarco en la Vida de Alejandro (26), todo parece indicar que se trata de los restos del ejército de Cambises. Un hecho que abandona el mundo de la leyenda para convertirse en realidad.

La maldición continúa

Oráculo del dios Apolo.Maqueta
Además, los persas no solamente tuvieron problemas con los oráculos egipcios sino que también se vieron derrotados por su soberbia al enfrentarse a los dioses griegos. Por ejemplo, en la antigua ciudad de Delfos existía el emplazamiento del famoso oráculo del dios Apolo, el segundo en importancia después del de Amón. Se encontraba en un lugar estratégico de la ladera suroccidental del monte Parnaso, en la región de Fócida, a casi 10 kilómetros del golfo de Corinto.

Heródoto cuenta que los persas de Jerjes quisieron destruir el oráculo del dios griego, por lo que emprendieron el camino hasta el Parnaso. La razón era idéntica a la que les había llevado a destruir el oráculo de Siwa: un oráculo anunciaba la destrucción de los persas. Heródoto dice que (8, 35, 2) al llegar los persas al monumento se encontraron estupefactos que las armas sagradas de Apolo habían sido depositadas de forma sobrenatural frente a las puertas del templo.

Además, “a la altura del santuario de [Atenea] Pronaia, de repente (estando el cielo totalmente despejado) unos rayos procedentes del cielo cayeron sobre ellos (...) aplastando a gran cantidad de soldados”. Los pocos efectivos del ejército persa pudieron contar que al mismo tiempo “dos hoplitas de una altura sobrehumana se lanzaron a por ellos y estuvieron matándolos y persiguiéndolos”.

No son casos únicos. La propia historia de las legiones romanas está plagada de acontecimientos similares en los que, burlándose de los poderes de los dioses egipcios, a los que llamaban bestias por su aspecto zoomorfo, acabaron sus días bajo las arenas del desierto.


Hoplitas
Los pretextos de los dioses

Las tormentas de arena que se producen en el desierto egipcio pueden generar catástrofes como las que acabamos de contar. El prestigioso egiptólogo egipcio Ahmed Fakhry cuenta en su monografía sobre el oasis de Siwa a colación del misterio del ejército de Cambises, que en el año 1805 una caravana de 2.000 personas con sus camellos sucumbió a los efectos de la arena cuando estaban en ruta desde Darfur, al oeste del Sudán, hacia la ciudad de Asiut, en el Egipto Medio.

Ladislaus E. Almasy
El espléndido viajero y perfecto conocedor del desierto líbico, Ladislaus E. Almasy, el mismo que inspiró la novela El Paciente Inglés llevada al cine, fue uno de los pioneros en buscar el ejército de Cambises. Este Padre del Desierto, tal y como era llamado por los beduinos egipcios, avezado especialista de todo lo que sucedía entre las espectaculares dunas del desierto, también aportó varias explicaciones a lo que podía haber sucedido al desafortunado despliegue persa.

En sus diarios, escritos durante las largas noches de exploración por el Gran Mar de Arena, Almasy comentaba sorprendido si en ese mismo instante él no estaría descansando sobre alguna parte de las huestes sepultada. El explorador húngaro achacaba a la virulenta acción del quibli, el viento sur del desierto la formación de tormentas que eran capaces de acabar con todo lo que se interpusiera por medio.

El quibli consiste en una serie de fortísimas e inesperadas ráfagas de viento acompañadas de una ola de calor insoportable. Algo que los antiguos egipcios muy bien pudieron haber interpretado como el aliento destructivo del dios Amón del oráculo de Siwa.

El rastro de Cambises

Existe un documento llamado el Manuscrito de Siwa en donde se recogen algunos de los acontecimientos más extraordinarios ocurridos a lo largo de la historia de este oasis. En él se puede leer cómo lo mismo que sucedió a Cambises pasó años después a dos ejércitos distintos. El primero era una tropa que salió del lugar con el fin contrarrestar la acción de los invasores musulmanes. Sin embargo, nunca pudo llegar a su destino porque, al igual que sucedió en el año 525 a. C., una tormenta de arena se tragó a todos los soldados.

El segundo hecho sucedió a un grupo de soldados de la tribu Tibbu, habitantes de los gigantescos oasis que se extienden al sur del Gran Mar de Arena, en el desierto occidental, y que se dirigían hasta Siwa con las mismas intenciones que Cambises: destruir el lugar y hacer prisioneros a todos sus habitantes. Pero al final corrieron la misma suerte que el rey persa.

A la caza del tesoro

Oasis/Ciudad de Siwa en la actualidad
La desaparición del ejército de Cambises ha desatado durante siglos la fantasía de los buscadores de tesoros quienes no ponen en duda el hecho de que bajo algún lugar del desierto puede encontrarse un tesoro arqueológico fascinante y sin precedentes que no solamente pondría fin al misterio de la venganza de Amón sino que aportaría una valiosa información sobre el ejército persa.

El que más cerca ha estado de descubrir el ejército ha sido Ladislaus E. Almasy. Éste aventurero y explorador llegó a encontrar al norte de Kharga (ciudad a la que Heródoto llamaba Oasis) una serie de alamat, es decir unos hitos de piedra que habían sido colocados allí por el ejército persa de Cambises. Pero nunca llegó a dar con el propio ejército, ni siquiera con sus restos.

jueves, 30 de enero de 2014

Su pequeño tamaño contrasta con la multitud de detalles que podemos encontrar tanto en su fachada exterior como en el interior de la capilla, así como con las innumerables leyendas tejidas sobre ella a lo largo de los siglos. Una línea muy fina separa Historia y Leyenda en Rosslyn.

Se hizo mundialmente famosa gracias, o por culpa de, al libro "El Código Da Vinci", de Dan Brown, y a su posterior adaptación cinematográfica protagonizada por Tom Hanks y Audrey Tautou. Pero la capilla tiene una Historia más que interesante, más allá de lo que pueda más o menos fabular un escritor.

En el siglo XIV, época de las cruzadas, los Caballeros Templarios huían de la persecución del rey Felipe IV y se dispersaron por Europa. Un grupo de estos caballeros llegó a Escocia con el Tesoro Templario, el cual estaban obligados a proteger. El entonces rey, Robert the Bruce, exilió a los caballeros y les permitió esconder el tesoro en varios lugares de Escocia; cuenta la leyenda que uno de los escondites fue la capilla Rosslyn. La lista de los objetos que conforman el supuesto tesoro es impresionante: la cabeza embalsamada de Jesucristo, su cruz de madera, el Santo Grial, rollos de papel con escrituras sagradas de la propia de mano de Jesucristo y una cantidad inimaginable de oro.

No hay evidencia alguna de que la capilla Rosslyn sea escondite del Tesoro Templario pero, aparentemente, en sus muros hay símbolos discretamente tallados que representan a los dos jinetes en un sólo caballo, la insignia de los Templarios. Los ritos escoceses de la masonería toman el símbolo para legitimar la antigüedad de su pasado. La llamada “Columna del Aprendiz” es para los masones la prueba tangible de uno de los mitos de fundación de la masonería. Andre Mitchell Ramsay, padre de la masonería en Escocia, afirmó que la Orden de los Templarios había sido la fundadora de la masonería en Tierra Santa.

Arquitectura

Algunos han dicho que las excavaciones realizadas en el siglo XIX sugieren que la capilla existente fuera parte de una estructura mucho más grande, el edificio cuya construcción fue detenida cuando Guillermo Sinclair murió. Sin embargo, Robert Lomas y Cristóbal Knight creen que la pared oeste de la Capilla es en realidad un modelo del Muro de las Lamentaciones en Jerusalén y parte de la estructura según el diseño, más bien que pruebas de otra etapa del edificio, que habría hecho el sitio sobre el tamaño de una Catedral. La capilla existente, en la disposición interna, el más estrechamente se parece a la Mano de papel De este de Glasgow la Catedral.


La capilla se sostiene sobre catorce pilares, que forman una arcada de doce arcos puntiagudos sobre tres lados de la nave. Los tres pilares al extremo este de la capilla son llamados, del norte al sur, el Pilar Maestro, el Pilar Oficial, y el más famoso, el Pilar del Aprendiz. Al extremo oeste, otros tres pilares dividen la nave y la Capilla de la Virgen.

Pilar del Aprendiz

El Pilar de Aprendiz debe su nombre a una leyenda que implica al albañil responsable de la cantería en la capilla y a su joven aprendiz. Según la leyenda, el albañil fue en busca de inspiración de un pilar hacia Roma y no se atrevía a realizar el trabajo sin haber visto la columna original. Así que emprendió un largo viaje con esa finalidad. El aprendíz del albañil tuvo un sueño donde vio el pilar terminado, lo dibujó y comenzó a realizar el trabajo. El albañil al volver de Roma, vio la columna terminada, preguntó quién había sido, a lo que respondieron, su aprendíz. Preso de la ira y la envidia, lo atacó con una maza hasta matarlo.

El maestro fue ahorcado por tal cruel acto, y la capilla tuvo que ser re-consagrada.

Uno de los detalles característicos del Pilar del Aprendiz son los dragones o serpientes aladas que se encuentran en su base. Para algunos, además de representar la leyenda de Hiram, estos seres mitológicos estarían aludiendo al árbol Yggdrasil de la mitología nórdica, el Árbol del Conocimiento.

Cajas Musicales

Entre muchas intrincadas esculturas de Rosslyn esta una secuencia de 213 cajas que sobresalen de pilares y arcos con una selección de modelo simétrico sobre ellos. Es desconocido si este modelo tiene algún significado particular con ellos —muchas personas han intentado encontrar la información cifrada en ellos, pero ninguna interpretación ha sido considerada concluyente.

modelo Chladni
Una de las teorías más prometedoras es que las cajas representan una cuenta musical ya que se asemejan al modelo Chladni (quien decía que la música se puede ver y lo demostró haciendo vibrar un superficie metálica con arena o sal - ver gráfico). El Sr. Thomas Mitchell y su hijo Stuart han realizado experimentos para producir la melodía llamada el Motete de Rosslyn..



¿Maíz en la capilla Rosslyn?

Maiz
Enrique I de Sinclair, conde de Orcadas y barón feudal de Roslin (c. 1345 – c. 1400) fue un noble escocés.Es mejor conocido hoy debido a una leyenda moderna que afirma que participó en las exploraciones de Groenlandia y América del Norte casi 100 años antes de Cristóbal Colón.

Leyendas

Algunas personas sostienen que estas esculturas son base para un portal hacia otra dimensión por la cual se dice que algunos habitantes de la región juran haber visto presencias de ovnis por los alrededores del pueblo. Este solo será abierto cuando se reproduzcan las figuras que están en los cubos. Algunos dicen que si el portal se abre, sería el fin del mundo, pues saldrían terribles monstruos de otras dimensiones. También se dice que en el jardín de la capilla o por los alrededores de ella se estrelló una nave ovni, pero han tratado de buscar alguna respuesta por medio de investigaciones pero no han logrado comprobar dicho mito.

Angel Caido
Sobre la Capilla se han tejido una serie de leyendas o mitos que dicen que, por ejemplo, es atravesada por el Meridiano de París.

En una restauración que se hizo a la capilla Rosslyn debido al desgaste del pináculo causado por los nidos de urracas, los trabajadores descubrieron cuerpos humanos debajo de una losa de piedra en el interior de la capilla, los cuales se encuentran en investigación. Y panales de abejas, las cuales extrañamente no fueron diseñadas para obtener miel, sino simplemente para que las abejas tuvieran un lugar para protegerse del mal tiempo, se cree que se utilizara como medio natural para combatir el ataque de insectos a la albañilería de la capilla.



 Y os han quedado ganas de verla, y escocia os pilla algo lejos. Paseo virtual.


martes, 28 de enero de 2014


La noche del 9 al 10 de julio de 1976, un grupo de muchachos aficionados a la fotografía acordaron viajar al chalet que poseía uno de ellos en las proximidades de la localidad malagueña de Fuengirola. Llegaron al chalet alrededor de la una de la noche. Una noche estival, tranquila. El objetivo del viaje era probar diversas máquinas de fotografías y pasar unos días en la playa. Mientras se acomodaban en la vivienda, uno de ellos (según relata Manuel Linares a Miguel Peyró, Emilio Linares, Inés Pérez, Ignacio Benvenuty, Ricardo Lineros y Manuel G. Ontiveros, todos ellos perteneciente a la CIEFE) dijo que, en aquel lugar, según decía la gente, hacía dos o tres meses que habían visto un platillo volante, que cruzó el cielo como una mancha luminosa. Nadie le tomó en serio. Sin embargo...

Al poco rato de empezar a hacer fotografías en el interior del chalet, comenzaron a oír una respiración honda y fuerte, como si un animal extraño estuviese jadeando en el interior de la vivienda. Los cinco muchachos salieron al exterior con más curiosidad que miedo, pensando en que podría ser una broma o la posibilidad de que algún descuidero  aprovechara la soledad de la noche –el chalet no está habitualmente habitado- para robar. Armados con hachas y machetes encendieron unas linternas y se dispusieron a echar un vistazo por los alrededores a fin de tratar de descubrir de dónde provenían aquellos extraños jadeos que habían oído en el silencio de la noche. Nada más encender las linternas, la respiración se calló. El silencio se hizo más silencio. Parecía que el presunto animal, o lo que fuera, se había evaporado.

A las cinco de la mañana, Manuel Linares se despertó como consecuencia de unos extraños ruidos. Alertó a sus amigos y todos pudieron constatar cómo la respiración jadeante se oía de nuevo y estaba acompañada de un silbido muy fuerte, como cuando un coche frena sobre el asfalto.

Tres de ellos salieron corriendo y se dirigieron a un corredor que al final tiene una ventana que da, precisamente, hacia el lugar de donde provenían los jadeos. Se acercaron agachados, temiendo descubrirse ante el extraño visitante. Cuando llegaron a la ventana pudieron observar de dónde provenían los jadeos tan fuertes que habían oído. Y se les heló la sangre.

Allí, junto a un árbol, había una especie de hombre muy alto, más alto que el mismo árbol, con dos focos de luz muy brillantes a la altura de los ojos. Los contornos restantes de la figura se diluían en la penumbra y desde los ojos par abajo parecía estar envuelto en una manta negra.

La reacción -tras unos momentos de auténtico pánico- fue ir a buscar de nuevo los machetes para defenderse de una posible agresión del extraño sujeto que visitaba aquella madrugada el chalet. Al salir de la vivienda, la figura había desaparecido o se había ocultado. Sólo quedaba como posible pista que la temperatura se elevó considerablemente y el ambiente se llenó de un fuerte olor a azufre. Manuel Linares marchó a su habitación y desde allí observó algo todavía más extraño...

-Vi pasar por la entrada una sombra, ni muy despacio, ni muy rápida; encendí la luz, traté de esconderme. La sombra –se oían unos ruidos como de respiración muy fuerte- pasó de largo.

Manuel Linares y sus compañeros se refugiaron en la vivienda sin atreverse ya a salir más. Al poco tiempo, un nuevo ruido llega a sus oídos. Unas extrañas pisadas se sentían en la azotea. De pronto, “alguien” comenzó a aporrear las ventanas y puertas como si quisieran entrar en la vivienda. El pánico de los habitantes del chalet se hizo terror. Nadie pudo explicar lo que sintió en esos momentos. Al poco rato dejaron de oírse golpes y ya no volvió a tenerse rastro del “visitante”. Inmediatamente volvieron a Sevilla. La larga noche había terminado. Tan sólo unos hechos guardan ciertas concomitancias con el narrado por los cinco jóvenes: En esa zona, un año o poco menos antes de que se produjera la noche más larga, se dieron una serie de sucesos que no tuvieron nunca la mínima explicación: Muchos animales aparecieron muertos en pocos días y de distintas especies sin causa natural alguna que lo justificase...

Gef

Hacia 1931, los Irving vivían en su granja llamda Cashen´s Gap, en la Isla de Man, ubicada en el Mar de Irlanda y perteneciente a Gran bretaña.Un día de septiembre de aquel año, una especie de gruñidos como de un animal salvaje provenían del ático. Estos ruidos más tarde evolucionaron a algo similar a los balbuceos de un bebé cuando aprende a hablar. Poco después, la criatura empezó a comunicarse directamente en un fluído inglés!

Dijo llamarse Gef y ser una mangosta nacida el 7 de junio de 1852, en Nueva Delhi, en la India. Insistió en permanecer oculto a la vista de los Irving, aunque al parecer Voirrey, quien tenía 13 años en ese momento, lo habría visto un par de veces. Su descripción no condice con la de una mangosta, aunque sí con la de algún tipo de mamífero similar.

Lugar donde parecio Gef
Gef parecía vivir ente las paredes de la casa o en el jardín. Era amigable y fue uno más de la familia. Además de hablar perefectamente, cantaba canciones de cuna y algunas otras tradicionales, incluso se sabría alguna en español.

Pronto esto llegó a oídos de la prensa británica y de investigadores de fenómenos paranormales, entre ellos el famoso "caza-fantasmas" inglés Harry Price, quien no pudo visitar la isla personalmente para investigar, pero envió a un colaborador. Desgraciadamente, ninguno obtuvo pruebas concluyentes de la existencia de Gef.

A lo sumo obtuvieron moldes de unas huellas, que bien podrían ser de cualquier animal, y unos pelos similares a los de Mona(el perro de lo Irving).Además de esto, se conservan los diarios sobre la convivencia con Gef que James Irving llevaba.

Harry Price
Gef solía gastar bromas, incluso una vez fingió estar envenenado, lo que disgustó a la familia. En otra ocasión, él mismo fue quien se asustó cuando el señor Irving se disfrazó de fantasma con una sábana, pero luego respiró aliviado y rió cuando aquel se decubrió.

También solía recorrer las propiedades vecinas y llevarle chismes a los Irving.  Acerca de su naturaleza, Gef sucesivamente dijo ser un poltergesit, un espíritu de la tierra, un freak, una mangosta muy lista y un fantasma con forma de comadreja.

Al respecto se barajaron algunas teorías:

Voirrey Irving
  • Era un poltergeist, lo que se condice con la creencia que estos aparecen en casas donde habitan niñas púberes, como Voirrey. Esta teoría fue refutada por el investigador húngaro- anglo-americano Nando Fodor, diciendo que las características de Gef no condecían con las de un poltergeist "ordinario" (el calificativo es mío).

  • Era un farsa, un hoax, perpetrado por la familia Irving en busca de notoriedad. Sin embargo, nunca se vieron muy benificiados con la publicidad.
  • Era todo un invento de Voirrey(La hija de los Irving), quien habría sido ventrílocua.
Voirrey negó estas últimas dos teorías hasta su muerte en 2005. Decía no saber con exactitud qué era Gef y que todo era cierto.

Uno de los misterios más bizarros

Moldes de las huellas encontradas
Con el tiempo el caso fue saliendo del candelero. En 1937, los Irving dejaron la isla al parecer sin la compañía de Gef. El nuevo propietario de Cashen's Gap, Leslie Graham, declaró en 1946 haber matado a tiros a Gef, pero su descripción de la criatura muerta no concordaba con la de Voirrey sobre su mangosta.
Es también extraordinario, aunque no tanto como la historia en sí, que este caso permanezca hoy practicamnete en el olvido.

Entonces, ¿qué era Gef? En 1912, un granjero llevó mangostas de la India a la Isla de Man, para acabar con los conejos.Al parecer, una tradición hindú dice que las mangostas son animales extremadamente inteligentes, capaces de aprender a hablar si se les enseña correctamente.

Pero la realidad es que todo permanece en el misterio.

Unica foto existente de Gef

lunes, 27 de enero de 2014

Juanelo Turriano

Juanelo Turriano
Juanelo Turriano es un personaje íntimamente relacionado con la ciudad de Toledo, comparable a la figura que supuso Leonardo Da Vinci para Italia en el Renacimiento y muy poco valorado por nuestra cultura.

Poca gente en España conoce que Juanelo fue uno de los pioneros en crear un complejo sistema de subida de aguas salvando una fuerte pendiente. Juanelo, junto con “El Greco” es uno de los personajes renacentistas toledanos que destacaron y han llegado hasta nosotros. Ambos no eran toledanos, ni siquiera españoles de nacimiento, pero sus obras han perdurado hasta nosotros de forma notoria.

¿Quien era Juanelo Turriano?

Juanelo Turriano fue principalmente un relojero al servicio de Carlos I y de Felipe II, aunque también destacó por otro tipo de trabajos. Fue un personaje genial y misterioso que se granjeó fama en vida y alrededor del cual se fueron forjando leyendas tras su muerte.

Turriano nació hacia 1.500 en un pueblo cercano a la ciudad de Cremona, en Lombardía, territorio que se había convertido en un importante foco de producción industrial durante el gobierno de los Sforza y cuna de algunos de los genios científicos más destacados de la época. Tanto Cardano como Tartaglia nacieron y se formaron en el mismo ambiente cultural de la Italia septentrional en que discurre la primera etapa de la vida de nuestro personaje. A partir de la victoria imperial en Pavía, en 1525, la zona quedó bajo la órbita de la monarquía española, circunstancia que determinaría la carrera del joven Turriano.

Su nombre era Giovanni Torriano, Torriani o della Torre (Ianellvs Turrianvs), pero era conocido como Gianello o  Janello , que en España derivó en Juanello o  Juanelo , apodo que hizo famoso. Poco se sabe de su infancia, y la información que tenemos está rodeada de la leyenda que acompañará toda su biografía. Se nos cuenta que Juanelo era un  muchacho humilde dedicado al pastoreo que, durante sus vigilias nocturnas al cuidado del ganado, lograba deducir el curso de los astros sin otros conocimientos o instrumentos que su genio innato. La realidad, por supuesto, fue muy distinta, pues fue Giorgio Fondulo, médico, matemático y profesor en la Universidad de Pavía, quien inició a Turriano en los fundamentos de la astronomía.

Lo que sí es cierto es que nos encontramos con un individuo formado fuera del ámbito académico, cuyos conocimientos tienen más que ver con el aprendizaje práctico que con la teoría y la especulación escolástica. Lo más verosímil es que, siguiendo el modo habitual en la época, aprendiese en el taller de su padre, Gerardi Turriano, a construir y reparar instrumentos mecánicos. De hecho, Juanelo lo menciona como maestro, aunque sin especificar en qué oficio. Tras esta primera formación doméstica, entró como aprendiz en uno de los talleres de relojería de Cremona, trasladándose al poco tiempo a Milán, donde llegó a ser maestro relojero y mecánico.

Las noticias que se tienen de los trabajos de Gianello Turriano en esta etapa revelan su temprana pericia como constructor de maquinarias ingeniosas. Fabricó una potente grúa capaz de elevar unos cañones de bronce que, situados en una profunda fosa, varias yuntas de bueyes no conseguían levantar. También propuso una máquina para  dragar la laguna de Venecia , que era uno de los retos más difíciles para la ingeniería italiana de la época, y mejoró unas bombas de elevación de agua. Se le atribuye, además,  la invención de un sistema que mantenía los cuerpos horizontales aunque estuviesen sometidos a fuertes vaivenes, muy útil para el transporte de fluidos, y que es conocido hoy como suspensión Cardan en memoria de su compatriota Cardano.

Juanelo Y Carlos I

Carlos I
El primer encuentro entre Carlos I y Turriano se produjo durante la estancia del primero en Italia con motivo de la ceremonia de coronación imperial, que tuvo lugar en Bolonia en 1530. Los pormenores de este encuentro nos han llegado a través de diversos testimonios.

Parece ser que Ferrante Gonzaga, gobernador de Milán, tenía la intención de regalarle al emperador el famoso reloj astronómico, el astrarium, construido en el siglo XIV por Giovanni Dondi, considerado la obra maestra de la tecnología medieval. Sin embargo, ningún relojero era capaz de volver a ponerlo en marcha. Después de examinarlo y comprobar que las piezas estaban carcomidas por el óxido y que faltaban resortes esenciales, Turriano llegó a la conclusión de que había que reconstruirlo de nuevo, incluso mejorándolo.

Durante veinte años, el artífice cremonense se dedicó a diseñar el maravilloso reloj astronómico destinado al emperador, conocido como “cristalino” ,obsesionándose de tal manera que, según el cronista y amigo suyo Ambrosio de Morales, enfermó y estuvo al borde de la muerte.

reloj astronómico, el astrarium
Una vez resueltos tan complejísimos cálculos, sólo invirtió tres años en la conclusión de la pieza. Para construir las ruedas inventó un torno que tallaba los espacios de los dientes con inigualada precisión y rapidez. En total, el mecanismo movía una 1.500 piezas, cuyo desplazamiento debía estar perfectamente regulado para señalar, además de los días y las horas, los movimientos de todos los planetas conocidos. A esta obra le debería Juanelo Turriano su fama de relojero en toda Europa.

En el año 1.554, el emperador Carlos I le hizo venir desde Milán a Bruselas para que se incorporase a su servicio. Allí conocería, entre otros, a personajes como Juan de Herrera. Acompañó después al emperador en su retiro de Yuste desde principios de 1.557 hasta la muerte de éste en 1.558. Juanelo era una de las 50 personas de su servicio y se encargó allí del mantenimiento de los relojes del emperador, a los que Carlos I era extraordinariamente aficionado.Se cuentan numerosas anécdotas de Juanelo en esta etapa; se dice que hizo fantásticos autómatas que volaban. También cuenta Ambrosio de Morales que hizo un molino tan pequeño que cabía en una manga.

Juanelo y Felipe II

Felipe II
A la muerte del emperador en 1.558 los relojes y planetarios coleccionados en Yuste fueron puestos a cargo de Juanelo, quien pasó a ocupar el mismo puesto de relojero al servicio de Felipe II,  obligándosele a residir en la corte, ya fuera en Madrid o en Toledo, como criado del rey, es nombrado Matemático Mayor. Éste no había heredado de su padre la afición a la relojería, pero Juanelo era igualmente capaz de aconsejar en la construcción de las grandes obras de ingeniería, especialmente hidráulicas, que concentrarían los esfuerzos del Rey Prudente.

De hecho, Juanelo ya había intervenido en trabajos de tal índole en Italia; para la construcción de dos máquinas hidráulicas sería requerido sucesivamente por el papa en 1.563 y 1.567. En funciones de ingeniero lo vemos asesorando las obras reales en el canal del Jarama, la presa de Colmenar y la presa de Tibi en Alicante, y en el diseño de ingenios para elevar agua y desaguar minas, como la andaluza de Guadalcanal.

Construccion del Escorial
Hasta 1.565, en que tenemos a Juanelo definitivamente instalado en Toledo para la construcción de sus famosos ingenios, reside y trabaja en Madrid, donde Felipe II acababa de trasladar la capital de su monarquía. Era inevitable que la presencia de Juanelo fuera requerida también en la obra más importante de las emprendidas por el monarca: el monasterio de El Escorial. Aunque no tenemos evidencia documental de que residiera allí durante su construcción, como sí hiciera Herrera, sí le podemos encontrar  colaborando con el relojero Toroja en la conclusión de un reloj destinado a una de las torres del monasterio y dando su atinada opinión acerca de la relación entre el tono musical de las campanas de la basílica en función de su tamaño.

Entre las intervenciones de Turriano para Felipe II, hay una que nos confirma los conocimientos del relojero. Se trata de la reforma del calendario emprendida por el papa Gregorio XIII para participar en la renovación al actual calendario (Gregoriano).

Calendario Gregoriano

Las tablas de Juanelo
Esta cuestión era de lo más urgente dado que el desajuste entre el tiempo astronómico y la fecha del calendario alcanzaba ya más de una decena de días. Entre los científicos que fueron consultados estuvo, por supuesto, Juanelo Turriano, quien escribió su “Breve discurso en torno a la reducción del año y reforma del calendario”. Junto con unas tablas que permitían calcular la correcta correspondencia de las fechas, elaboró unos instrumentos que hicieran posible acomodar el calendario vigente al nuevo, pero que, finalmente, no fueron utilizados.

Las relaciones entre Turriano y el monarca fueron menos íntimas que las mantenidas con el emperador. El traslado de Juanelo a Toledo facilitó posiblemente el distanciamiento, y en el último tramo de su carrera ni siquiera satisfizo una de las demandas del rey, que le pidió que escribiera un tratado sobre el funcionamiento de los complejos mecanismos de relojería que había construido para su servicio. A pesar de ello, tenemos evidencia del aprecio que sentía por las obras de su relojero. Así, cuando el archiduque Carlos de Austria visitó Toledo, Felipe II ordenó que, entre otros agasajos, se le llevase a la casa de Juanelo para que se le mostrasen los relojes, astro- labios y otros instrumentos que éste había construido.

El artificio para elevar el agua en Toledo

“[había que parar el ingenio, unas veces] por la poco agua del río y otras por llevar mucha”.
“Cuando el río va bajo, es necesario cerrar algunas de las canales de los molinos de la una y otra parte de la presa y entonces ha de tocar cerrarse alguno de los ingenios y otros inconvenientes que subceden en canales de diferentes dueños, especialmente estando juntos, y molinos por debajo de los ingenios..
.”.
Legajo 321, folio 59 (1585) Archivo General de Simancas

Durante la época romana se había construido un sistema de abastecimiento de agua del Tajo a la antigua Toletum que consistía en lo siguiente: se recogían las aguas de los montes de Toledo en un gran embalse (presa de Mazarambroz), se conducían por medio de un canal abierto con torres para el ajuste de niveles, hasta cruzar el Tajo por medio de un gran acueducto-sifón que llevaba el agua a un depósito -la llamada cueva de Hércules- ubicado en el casco urbano. Abandonado totalmente durante la Edad Media, de tal sistema sólo quedaban ruinas en el siglo XVI. también se utizaban los tradicionales “azacanes” (acarreadores de agua desde el Tajo utilizando mulas), o con  pozos poco saludables y contaminados por el exceso de aguas residuales.

A pesar de que la ciudad de Toledo había perdido algo del esplendor de la época imperial, el impulso constructor de Felipe II y su interés por llevar agua a sus jardines del alcázar (palacio Renacentista) iba a dar lugar a uno de los proyectos de ingeniería más espectaculares de su reinado y de todo el Renacimiento. Juanelo Turriano, su artífice, construiría un complejo y monumental mecanismo que haría que su fama se extendiera por toda Europa.

Ya en el siglo XV se había intentado salvar el desnivel de más de cien metros que separa el río del palacio, pero ni siquiera los diseños deBrunelleschi, el famoso arquitecto de la cúpula de la catedral de Florencia, lo hicieron posible.

En 1.526, el marqués de Zenete, camarero mayor de Carlos I, hizo venir desde Alemania a unos ingenieros hidráulicos que intentaron instalar un sistema de bombas que impulsaban el agua hasta el alcázar por una tubería de fundición. Sin embargo, la excesiva presión del agua reventó el mecanismo (se trataba de una presión de 100 metros de columna de agua, que equivalen a unas diez atmósferas de presión, superior al doble de lo realizado hasta entonces).

En 1.561, los representantes de la ciudad de Toledo, bajo la presidencia del marqués de Falces, trataron el problema de llevar agua hasta las fuentes destinadas al uso público. Tras estas reuniones se llegó a la conclusión de que serían necesarios varios ingenios en etapas para evitar el excesivo grosor de tuberías que requeriría uno solo. Al año siguiente, los ingenieros flamencos Juan de Coten y Jorge Ulrique intentaron emplear un molino situado sobre el Tajo, el Barranchuelo, cuyas ruedas debían mover las bombas hidráulicas elevadoras, pero fracasaron en su intento. Por su parte, el ingeniero francés Louis de Foix hizo un modelo o maqueta que no llegó nunca a fabricarse a escala real.

Finalmente, en 1.565, Turriano firmó un contrato con representantes del rey y de la ciudad de Toledo, en el que se comprometía a construir un mecanismo que llevara un caudal continuo de agua del Tajo  (12.400 litros al día) hasta la explanada del alcázar, lo que equivale al trabajo de subir agua de 600 mulas. Por ello habría de recibir del rey 8.000 ducados al finalizar la obra y de la ciudad una renta de 1.900 para él y sus sucesores. La solución, que Juanelo presentó mediante un "modelo en pequeñita forma", era enormemente original y, posiblemente, respondía a una idea madurada desde mucho tiempo antes, desde la época en que se encontraba al servicio de Carlos I, cuando el marqués del Vasto se lamentó en su presencia de la falta de agua en la ciudad imperial y la dificultad de llevarla.

Turriano cumplió con creces, construyendo en sólo tres años el ingenio, que arrancó a funcionar el 23 de febrero de 1569, cuatro años despues. Unos meses después los representantes de la corona y la ciudad procedieron oficialmente a la medición del caudal,  que resultó ser superior a lo estipulado (18.600 litros al dia). El éxito de Juanelo fue completo y ese mismo año se decidió hacer un nuevo ingenio exactamente igual, adosado al anterior, para el que se pidió el material necesario. Incluso se habló de hacer dos más, uno junto a San Juan de los Reyes y otro desde el molino de Pedro López, cerca de la puerta de Bisagra. Animados por el éxito, surgieron incluso competidores, como Baltasar Tristán y Cristóbal Suazo, que ofrecieron a la ciudad la construcción de ingenios hidráulicos aún más portentosos, y que fueron desechados por inviables.


Esta magnífica obra  suponía ascender el agua por un desnivel total de 100 metros y un recorrido horizontal de 300 metros, con una pendiente media del 33%. Estaba compuesto por una presa y dos ruedas motrices a nivel del río, seis estaciones intermedias -balsa del acueducto, puerta de la Fragua, pasadizo del Carmen, llano de Santiago, corral de Pavones y explanada del Alcázar-, y un total de 192 canjilones dispuestos en armaduras basculantes y agrupados en 24 unidades intermedias o torrecillas. La fuerza motriz se transmitía por medio de bielas de movimiento alternado. Con todo ello se conseguía elevar un caudal de 11,8 litros por minuto, lo que equivale a 17.000 litros de agua cada 24 horas. Según algunos autores, el artificio sería también bastante frágil, ya que en su mayor parte estaba construido en madera. Como muestra de la magnitud de la obra cabe recordar que se emplearon doscientos carros de madera y más de quinientos quintales (castellanos) de metal. Tan sólo Augsburgo (1548), anterior a Toledo, Londres (1582) y París (1608) tuvieron un mecanismo similar.

El segundo ingenio y la muerte de Juanelo

Mientras tanto, prosiguieron las obras del segundo ingenio entre las protestas de Juanelo, que había corrido con los gastos de la construcción y no había recibido de la ciudad el dinero acordado cuando el ingenio comenzara a funcionar. La situación económica del ingeniero se hizo dramática, agravada por las tensiones entre los oficiales de las obras y el corregidor de Toledo, que dificultaba continuamente la provisión de materiales para el artificio.

Hasta 1.579 Juanelo compagina la construcción del segundo ingenio hidráulico con un estudio encargado por el rey sobre la reforma del calendario que promovía el papa Gregorio XIII

En vista de tales problemas y de la extrema necesidad de Turriano, el propio Felipe II se decidió a intervenir, exigiendo a los munícipes una justificación de su hostilidad. Las discusiones fueron largas, alegando la ciudad como disculpa para no pagar que, aunque el ingenio funcionaba, todo el agua se desviaba hacia el alcázar sin que quedara nada para las fuentes urbanas.

Finalmente, en abril de 1.576 (siete años despues el finalizar el primero), se llegó a un acuerdo en los términos siguientes: el agua del primer ingenio sería íntegra para el servicio del rey en el alcázar mientras continuasen las obras del segundo, pagando el rey los 10.000 ducados estimados para su conclusión.

Después, el agua del segundo ingenio quedaría para Turriano y sus herederos, con derecho a venderla a la ciudad. Finalmente, el acuerdo no fue tan bueno para nuestro ingeniero, ya que una cláusula final, escrita al margen de puño y letra por el propio rey, "... si yo hubiese menester pueda tomarla", determinaría en último término su ruina.


Aspecto del Artificio
Tras el acuerdo, Turriano parecía estar satisfecho y las obras se reanudaron a buen ritmo, pero pronto volvieron los conflictos. Juanelo solicitó al municipio la compra de un molino de agua, indispensable para mover toda la maquinaria, pero los regidores no cedieron y tuvo que ser adquirido finalmente por el rey para que pudieran proseguir las obras. El segundo ingenio fue concluido satisfactoriamente en 1.581, con un coste para la corona de 11.000 ducados. Turriano, que lo había adosado a una pared medianera construida a su costa, reclamó los gastos, que le fueron denegados aduciendo que ya le había sido pagada previamente.

Y, como era de temer, el rey tuvo necesidad de todo el agua del segundo ingenio, porque el primero, ya deteriorado, no daba tanto caudal como al principio. Turriano lo iba a reparar a su costa, pero, aún así, tampoco la ciudad de Toledo recibió una sola gota de agua, por lo que ni pagaron al artífice ni éste dispuso de agua para vender, pues toda era para el alcázar. Cansado y enfermo, Turriano envió al rey petición tras petición, reclamándole lo que consideraba suyo y quejándose de su extrema miseria, debida a las deudas contraídas en las obras. En 1584, un año antes de su muerte, desesperado, incluso vendió el segundo ingenio al rey.

En abril de 1.585, se habían hecho ya varias pruebas al nuevo ingenio, dando 506 cargas de agua (15.686 litros) en 24 horas, pudiendo variar la velocidad y por consiguiente el caudal, gracias a un cambio en la relación de los engranajes del ingenio.

Juanelo Turriano murió en su casa de Toledo, en la pobreza, acusado por la inquisición , el 13 de junio de 1585, dieciseis años de la puesta en marcha del artificio y una longeba existencia. Fue enterrado sin grandes honores en la iglesia del monasterio del Carmen. Sus descendientes siguieron reclamando durante años lo que se les debía por la construcción de una de las obras de ingeniería más admirables de su tiempo.

La obra más importante de Juanelo Turriano es, sin duda, " Los veinte y un libros de los ingenios y máquinas de Juanelo", que constituye una verdadera enciclopedia de la mecánica del siglo XVI. No fue publicada en su tiempo debido a que fue considerada una obra bajo secreto militar y que sólo recientemente ha sido publicada.

Hoy en día no queda ninguna muestra del reloj astronómico ya que, al igual que el resto de sus relojes, fueron desmontados tras su fallecimiento porque eran tan exactos que intentaron averiguar su mecanismo y luego no supieron volver a montarlos.

¿Que fue del artificio tras la muerte de Juanelo?

Tras la muerte de Turriano, en junio de 1585, la conservación de los ingenios pasó a manos de un nieto suyo, llamado igualmente Juanelo Turriano (a pesar de que Juan de Herrera recomendara al flamenco Jorge Ulrique), quedando el aprovechamiento del agua sobrante del servicio del alcázar para los herederos del ingeniero.


Para paliar la miseria en que Turriano había dejado a su mujer e hija llamada Barbara Medea, y siendo insuficientes los ingresos por el agua vendida, llegaron a solicitar del rey que se les permitiera cobrar una entrada a todos los que fueran a ver el ingenio. No sabemos si esto se llegó a poner en práctica, pero la sola idea nos indica hasta qué punto el ingenio causaba admiración a cuantos lo visitaban. Puede concluirse que la máquina de Juanelo en Toledo fue tal vez la primera del mundo que ha sido considerada en su tiempo como un objeto de valor histórico y estético, independientemente de su consideración como elemento utilitario.

Juanelo Turriano “el mozo” falleció en 1597, y al año siguiente la conservación fue encomendada a Juan Fernández del Castillo. Éste propuso sustituir los ingenios por modernas máquinas basadas en las bombas de émbolo, entonces llamadas tesíbicas, más fáciles de mantener.

Juan Fernández del Castillo consiguió cambiar uno de los ingenios, el más antiguo y deteriorado, conservando el otro, más que nada por su carácter espectacular. Para ello tuvo que adelantar el dinero y, como le ocurrió a Juanelo, acabó arruinado a pesar de que su máquina funcionara correctamente, dando agua al alcázar y a la ciudad durante muchos años.

Lamentablemente, y como sucede de forma frecuente en Toledo, a partir de 1617 y cuando los descendientes de Juanelo abandonan el cuidado de la edificación y ésta se detiene, sufre una serie de pillajes en sus materiales que dejaron irreconocible la fábrica del mismo. Los últimos restos se llevaron en el siglo XVIII al Real Sitio de Aranjuez, donde necesitaban tuberías para el abastecimiento de agua. En la actualidad a duras penas se puede intuir el lugar que ocupó en el cauce del Tajo el primer nivel del "artificio". Tan sólo quedan los machones de lo que pudo suponer una de las mayores obras de ingeniería de todos los tiempos.

Situacion del Artificio en la actual Toledo


El viejo artificio de Juanelo, conservado aún durante algún tiempo por su fama, se desmontó definitivamente a mediados del siglo XVII, después de que hubieran desaparecido muchas de sus piezas. Hubo tiempo de ser fotografiado antes de su penosa demolición en 1868.

De esta forma, sólo quedó el recuerdo de lo que había sido en su tiempo una de las máquinas más admiradas del mundo.

viernes, 24 de enero de 2014

1816.El año sin verano


El Año sin verano (también conocido como Año de pobreza, El verano que nunca fue, El año que no tuvo verano, y Mil ochocientos y helados a muerte) fue en 1816, año que tuvo graves anormalidades en el clima de verano que causaron que disminuyera la temperatura mundial entre 0.4–0.7 °C (0.7–1.3 °F), teniendo como resultado una grave escasez de alimentos en el hemisferio norte.

Se cree que la anomalía fue causada por la combinación de una histórica caída en la actividad solar con un invierno volcánico, este último provocado por una serie de importantes erupciones volcánicas coronadas por la erupción del monte Tambora de 1815, en las Indias Orientales Neerlandesas (hoy Indonesia), la erupción más grande conocida en 1300 años, que ocurrió durante las décadas finales de la Pequeña Edad de Hielo, sumándose potencialmente al enfriamiento existente que viene produciéndose periódicamente desde el 1350 d. C.

El historiador John D. Post bautizó este suceso como "la última gran crisis de supervivencia del mundo occidental".

Generalidades

Las anormalidades del clima propiciaron un invierno severo que destruyó las cosechas en lugares tan variados como el sur de China, el norte de Europa y del nordeste estadounidense.

En la actualidad se considera que las alteraciones meteorológicas ocurridas en 1815 se produjeron debido a las erupciones volcánicas del Tambora entre el 5 y el 15 de abril en la isla de Sumbawa (Indias Orientales Neerlandesas), lo que arrojó a la atmósfera superior 1.500.000 toneladas de polvo. Como es normal tras una erupción volcánica fuerte, las temperaturas mundiales descendieron debido a la reducción de la luz del Sol.

Las raras alteraciones del clima durante ese año tuvieron un gran efecto en el norte de Europa y el nordeste americano. Típicamente, el fin de la primavera y verano del nordeste americano son relativamente estables: las temperaturas en promedio oscilan entre 20 a 25 °C, y raramente caen por debajo de 5 °C, la nieve en verano es una rareza extrema, aunque a veces en mayo hay periodos fríos.

Las consecuencias en todo el planeta fueron desastrosas, ya que bajaron las temperaturas en todo el planeta varios grados. Las cosechas se malograron, la lluvia se triplicó en algunas zonas del mundo (como en los polos) y nevó copiosamente en lugares cercanos al ecuador, como el sur de México y Guatemala.

En mayo de 1816, sin embargo, la escarcha quemó la mayoría de las cosechas que se habían plantado, y el 2 de junio una gran tormenta de nieve produjo muchas muertes. En julio y agosto, se observó hielo en ríos y lagos en latitudes tan al sur como Pensilvania. Fueron comunes impresionantes y rápidas oscilaciones de temperatura, pasando en cuestión de horas de las normales o superiores a lo normal del verano (tan altas como 35 °C) a cercanas al punto de congelación.

Aunque los granjeros de Nueva Inglaterra consiguieron que las cosechas de maíz y otros granos llegaran a madurar, los precios subieron considerablemente. La avena, por ejemplo, casi multiplicó por ocho su precio, pasando de 12 centavos por bushel del año anterior a 92 centavos.

Europa, que todavía se estaba recuperando de las guerras napoleónicas, padeció la escasez de comida. Estallaron disturbios en Gran Bretaña y Francia y se saqueaban almacenes de grano. Sin embargo, la violencia fue peor en Suiza, donde el hambre forzó al gobierno a declarar emergencia nacional.

En China, las anómalas bajas temperaturas durante el verano y el otoño asolaron la producción de arroz en la provincia de Yunnan en el sudoeste, extendiendo la hambruna. En el fuerte Shuangcheng, ahora en la provincia de Heilongjiang, se informaba de tierras devastadas por la escarcha, lo que resultó en la deserción de los reclutas. Se produjeron nevadas veraniegas en varias localidades de las provincias de Jiangxi y de Anhui, al sur del país. En Taiwán, que posee clima tropical, nevó en Hsinchu y en Miaoli, y heló en Changhua.

En 1920, el climatólogo estadounidense William Humphreys determinó la causa del año sin verano, tras leer un tratado escrito por Benjamin Franklin en 1783 culpando del verano extraordinariamente fresco al polvo volcánico proveniente de la erupción de Laki en Islandia.

Efectos culturales

Los altos niveles de ceniza en la atmósfera produjeron espectaculares ocasos durante este período, rasgo que se plasmó en las pinturas de J. M. W. Turner. Un fenómeno similar se observó después en 1883 tras la erupción del Krakatoa.

La falta de avena para alimentar a los caballos pudo haber inspirado al inventor alemán Karl Drais el estudio de nuevas formas de transporte sin animales, inventando la dresina o velocípedo, que fue el ancestro de la actual bicicleta y un paso más hacia el transporte personal mecanizado.

Las bajas temperaturas inutilizaron el órgano de la iglesia de san Nicolás en Oberndorf, Austria. Cuando llegó la Navidad, nadie había querido ir a las montañas del Este de Salzburgo para reparar el instrumento, de modo que el párroco, Josef Mohr, escribió un villancico y recurrió a su amigo Franz Xaver Gruber para que le pusiera música, capaz de ser cantada sin acompañamiento por un coro. Así nació Stille Nacht (que nosotros conocemos como "Noche de Paz"), sin duda la canción de Navidad más conocida en el mundo entero. Lo que casi nadie sabe es que también fue hija de aquel frío extraordinario.

Fue en el año sin verano cuando varios escritores e intelectuales que veraneaban en la Villa Diodati, una mansión cerca de Ginebra, aburridos y hastiados por el mal tiempo y la lluvia incesante que les impedían salir de la mansión, idearon entretenerse contándose historias de terror. Entre estos escritores estaban Lord Byron, Mary Shelley y John Polidori. De esos relatos se concibieron las ideas para las novelas Frankenstein y El vampiro, que serviría de inspiración a Bram Stoker para su célebre Drácula. Resulta curioso pensar que si no se hubiera producido la concatenación de hechos que produjo aquel curioso "verano sin verano" y este joven grupo de autores hubiera podido disfrutar de un verano normal, tal vez estos mitos modernos no hubieran visto la luz.