jueves, 30 de noviembre de 2017

En un día soleado de mayo de 1964, Jim Templeton llevó a su esposa e hija a un día de campo cerca de Burgh by Sands, con vistas al Fiordo de Solway en Cumbria, Inglaterra. Jim era una amante de las fotografías y no paraba de fotografiar a su familia con su Kodak SLR. Hizo una serie de tres fotos en una rápida sucesión de su hija sentada en la hierba con un ramo de flores silvestres. En la primera y tercera fotografía no parecía haber nada extraño, pero en la segunda fotografía había una extraña figura detrás de la cabeza de su hija.
Jim y su familia no vieron la anomalía en la fotografía hasta que recogieron sus fotos. El fotógrafo que reveló las fotos señaló la anomalía a Jim, quien se quedó estupefacto y no pudo dar ninguna explicación para la enigmática figura.

Poco después, diversos medios de comunicación del país publicaron la noticia, y la familia comenzó a recibir cartas de personas de todo el mundo, sugiriéndoles diversas teorías para la figura humanoide vestido con un traje blanco y con un casco.

Poco después ocurrió otro giro en la historia de la enigmática fotografía, cuando un técnico que trabajaba en la zona de lanzamiento de cohetes Blue Streak de Woomera, Australia, se puso en contacto con él. Este técnico le explicó que después de ver su fotografía, recordó que su equipo observó dos figuras idénticas delante de las cámaras de seguridad en la plataforma de lanzamiento, por lo que el lanzamiento tuvo que ser abortado.

Todo esto ocurrió sólo un par de horas después de que Jim hiciera su fotografía en Inglaterra. El técnico también le dijo que curiosamente los misiles Blue Streak fueron fabricados en un emplazamiento militar de la Real Fuerza Aérea (RAF), a tan sólo 40 kilómetros de Burgh le Marsh, Lincolnshire, Reino Unido.

¿Qué sucedió realmente?

Ya en 2008, 44 años después del día de campo de la familia Templeton, Jim concedió una entrevista a la BBC reafirmando su historia sobre la misteriosa fotografía.

Fuimos a hacer un excursión y nos ubicamos en ese lugar”, dijo Jim Templeton en una entrevista a la BBC antes de su muerte en 2011. “Nos sentamos y le dije a mi hija: Ahora te voy a hacer algunas fotografías con el nuevo vestido, sin esperar que ocurriera esto.



Jim se refería a “esto” a las décadas de debate sobre la misteriosa figura que aparece detrás de su hija, Elizabeth, y que fue publicada en los medios de comunicación de todo el mundo. Y como no, para los ufólogos, estaba claro. Un traje blanco; un casco; una visera oscura. Se trataba claramente de un astronauta. Aparte de su esposa, Annie y de su hija Elisabeth, Jim mantuvo que no había nadie más en Burgh le Marsh, con vistas al estuario de Solway en Cumbria.

A parte de la confesión de Jim, los expertos aseguran no vio la enigmática figura debido al “punto ciego” de su cámara Pentacon F que sólo le permitía ver el 70% de lo que la lente estaba fotografiando. Esta teoría es respaldada por otra fotografía tomada ese mismo día que muestra a su mujer, de nuevo mostrando el punto ciego de la cámara de Jim.

Así que parece ser que la confesión de Jim era sincera: no había nadie más con ellos ese día, y que realmente no vio más que a su hija cuando hizo la fotografía, además de que se ha demostrado que la imagen no ha sido manipulada, ni editada posteriormente o hecha a propósito de cualquier manera. Pero los más escépticos aseguran que Jim Templeton era plenamente consciente de que su anomalía en la fotografía era una simple pareidolia, pero que disfrutaba de la atención adquirida en los medios de comunicación de todo el mundo por la inquietante imagen.
 
Parece el vestido Azul de la madre de Elizabeth
Una de las posibles conclusiones

La verdadera clave de esta historia está en otra fotografía que se tomó aquella misma tarde en la que aparece la madre.

Annie, que era como se llamaba la madre de Elizabeth, aparece de rodillas sobre el cesped, vestida con un traje azul celeste sin mangas. La sobreexposición hace que el traje aparezca casi blanco, pero si aumentamos el contraste y corregimos el color, notamos que en traje tiene un amplio sobrecuello. También se aprecia que Annie es morena.
Contra teoria a la conclusion.

Si Jim no puede ser, porque está haciendo la foto, Elizabeth tampoco, porque sale en primer plano, entonces solo puede ser Annie. Si además la vestimenta y el color del pelo coinciden, poco más queda por añadir.

Aunque actualmente esta explicacion ha sido aceptada por todos, aunquye sigue habiendo discusion y contra teorias para desmontarla. ¿Que o a quien fotografió realmente Jim Templeton en aquel mayo del año 64?

martes, 7 de noviembre de 2017

Melificación

Bencao Gangmu
El Bencao Gangmu, también conocido como Compendio de Materia Médica, es el tratado de medicina china escrito por Li Shizhen durante la Dinastía Ming. Es la obra más característica de la medicina de ese periodo.

El Bencao Gangmu se considera el libro médico más completo y exhaustivo de toda la historia de la medicina china tradicional. Contiene todas las plantas, animales, minerales y objetos que supuestamente tenían propiedades medicinales.Ha sido traducido a más de 20 lenguas y publicado en todo el mundo. Incluso hoy día es utilizado como libro de referencia.

En él trata de múltiples facetas, desde la herboristería a la farmacología, pasando por técnicas sanatorias, enfermedades, animales, minerales, conceptos filosóficos e ilustraciones diversas. Li Shizen empleó veintisiete años en terminarlo y, de hecho, no llegó a verlo publicado.

Li Shizen
De esa obra se conservan cinco ejemplares originales, lo que nos permite saber que el autor recopilaba paladas de cal junto a otras de arena; así, identificó los cálculos biliares, sabía tomar el pulso, aplicaba hielo para bajar la fiebre y usaba vapor para intentar desinfectar ambientes, pero también creía que el plomo no era tóxico, por ejemplo.

En cualquier caso, lo importante para lo que nos ocupa es que el Bencao gangmu, en un capítulo dedicado a las momias, registra el dato de que en Arabia se empleaba la técnica de la melificación.

Melificación humana

La fuente de información de Li Shizen no era de primera mano, así que él mismo admitía no saber si la historia era cierta o no pero que la reseñaba para que los sabios decidieran. Y es que citaba una referencia de otra obra china, el Chogeng Lu (algo así como Habla mientras el arado descansa), del erudito Yuan Tao Zongyi (también conocido como Tao Jiucheng). Este autor, dos siglos anterior, narraba que algunos ancianos árabes cercanos a la muerte aceptaban someterse a ese tratamiento para ser útiles tras su fallecimiento.

No era para curarse, pues. Lo verdaderamente curioso está en que el sujeto debía empezar el proceso antes de morir, abandonando la comida normal para alimentarse exclusivamente de miel y bañándose también en ella a diario. Con ello se conseguiría que el paciente asimilara el producto tan intensamente que al cabo de un tiempo su sudor e incluso sus heces serían miel, básicamente. Llegaría entonces el óbito, bien por las deficiencias nutricionales, bien por la edad, y se pasaría a una segunda fase.

Bencao Gangmu
En ésta, el cadáver se metería en un sarcófago lleno de miel, con la fecha debidamente consignada, donde permanecería aproximadamente un siglo. Los restos humanos consecuentes de la putrefacción se mezclarían con la miel formando una sustancia que al cabo de ese tiempo y previo filtrado, constituiría el ingrediente principal de un poderoso fármaco capaz de curar heridas, fracturas y otras dolencias traumáticas con una dosis muy pequeña. Por lógica, dada la dificultad y complejidad del proceso, no se trataba de un medicamento barato.

¿Qué credibilidad histórica tiene la melificación? 
 
Entierro de Alejando Magno
Pues, sorprendentemente, los historiadores especializados afirman que existió: los asirios practicaban la melificación y el cadáver de Alejandro Magno fue recubierto de miel para preservarlo mientras se le trasladaba hasta su lugar de enterramiento; también han aparecido cuerpos así en el Cáucaso y en los monasterios birmanos. No obstante se trataba de un mero proceso de conservación, igual que en otros lugares se usaba la técnica de la momificación.

Quizá esa tradición se combinó con una aportación farmacológica árabe hoy perdida pero en ninguna fuente documental consta el empleo de cadáveres en ese campo, aunque sí el aprovechamiento de ellos o de alguna de sus partes en otros tiempos: por ejemplo, en la Antigua Roma se creía que la sangre de los gladiadores era buena contra la epilepsia y los conquistadores españoles (y los soldados de la época en general) solían usar grasa humana para restañar sus heridas, así como el polvo de momia (o sea, momias pulverizadas) se usó hasta finales de la Edad Moderna como medicamento y fertilizante, creando un auténtico tráfico de este producto hacia Inglaterra un siglo más tarde.


lunes, 6 de noviembre de 2017

Linfen

Es difícil decir con certeza si ha amanecido ya en Linfen. El reloj marca las ocho de la mañana y la predicción del tiempo anuncia cielos despejados, pero una penumbra grisácea y espesa lo envuelve todo. Los coches que cruzan la avenida principal llevan las luces encendidas y la falta de visibilidad no permite distinguir edificios situados a 100 metros de distancia. Miles de personas caminan de un lado a otro hacia sus trabajos con los rostros cubiertos por mascarillas, abriéndose paso a través de la densa niebla de polución que mantiene la ciudad en tinieblas.

Si el Sol no se deja ver más de 20 días al año en este valle de la provincia china de Shanxi, en el corazón minero de China, es debido al inmenso manto tóxico que se cierne sobre sus habitantes y bloquea los cielos. La mitad de las fuentes de suministro de agua de la ciudad están envenenadas, los agricultores se han arruinado porque nadie quiere unas verduras que se presumen contaminadas y las tiendas de moda han dejado de vender ropas en colores claros porque, como dice una joven universitaria frente a un centro comercial, «en cuanto sales a la calle estás cubierta de polvo negro».


Linfen es una pesadilla medioambiental hecha realidad, la suma de todas las advertencias que los científicos llevan haciendo sobre el clima desde hace décadas y ejemplo del futuro que vaticinan los más pesimistas. La ciudad china es uno de los efectos secundarios de la que quizá haya sido la mayor transformación económica de la Historia en menos tiempo. Desde su apertura en 1979, China ha sacado a 400 millones de sus compatriotas de la miseria, ha logrado crear una pujante clase media y se ha situado en posición de reclamar su lugar natural dentro de las potencias internacionales. A cambio, el país ha cometido un suicidio medioambiental.

Dieciocho de las 20 ciudades más contaminadas del planeta están en China, sus cinco principales ríos están tan envenenados que en algunas zonas son dañinos incluso al tacto, la mitad de los bosques han desaparecido desde 1978 y monstruosas ciudades donde el verde no le ha ganado jamás un pulso al cemento se han impuesto como nuevo modelo urbano en las zonas industriales. Linfen es sólo una pequeña parte de un desastre ecológico fuera de control.


Peng Xinding es uno de los pacientes que viven conectados a tanques de oxígeno en la unidad de respiración asistida del principal hospital de la ciudad. La escasez de medios hace que los enfermos tengan que turnarse para conectarse a los tres respiradores disponibles. Los médicos de este centro de salud calculan que un día respirando el aire de Linfen equivale a fumar 30 cajetillas de tabaco y aseguran estar desbordados ante la crisis sanitaria que se les viene encima.

«Este ha dejado de ser un lugar donde los seres humanos puedan vivir», dice resignado Peng, que como tantos otros pensionistas de Linfen ha recibido la recomendación médica de no salir en ningún momento a la calle para evitar el aire.
 
Lejos quedan los tiempos en los que Peng paseaba bajo cielos azules y pasaba los domingos pescando en los ríos de su Shanxi natal. El desarrollo económico chino ha aumentado la demanda de energía y ha provocado una aceleración de la producción de carbón, que suministra el 70% de la energía nacional. Shanxi, una de las provincias más deprimidas, se ha convertido en uno de los vertederos del dióxido de carbono producido por las explotaciones mineras y las miles de fábricas que han aprovechado la falta de controles para desechar residuos libremente en valles, ríos y descampados. Lo que una vez fue conocido como el campo de las flores ha pasado a ser «la ciudad más contaminada del mundo».

 Los análisis realizados concluyen que el aire es aquí más tóxico que en Chernobyl y hasta cuatro veces más perjudicial que el peor que se pueda respirar en la más contaminada de las ciudades occidentales.