Estamos en la enigmática y bella ciudad de Estambul, concretamente, en Yerebatan Sarayı o el “Palacio Sumergido”. Es una gran cisterna subterránea donde se hallan las llamativas cabezas gigantes de varias Medusas,capaz de convertir a los hombres en piedra, y a la que Perseo mató cortándole la cabeza.
Pero ¿Donde esta la curiosidad? Las cabezas están dispuestas al revés en las bases de las columnas, y no se sabe si a modo de desprecio o para causar mayor efectismo. No obstante, son el principal reclamo para las decenas de turistas que, diariamente, visitan esta cisterna del Palacio Sumergido de Estambul.
El pasado de la Cisterna Basílica de Estambul
Esta cisterna subterránea se halla muy cerca de la Iglesia de Santa Sofía. Construido en el siglo VI por el emperador bizantino Justiniano I, se buscaba ante todo un escenario donde almacenar agua dulce para su palacio y los edificios cercanos, en especial para épocas de guerra y asedios en los que el acceso a ella, pudiera ser más complicado. No obstante, llegó un momento en que los otomanos preferían ya el agua corriente antes que la almacenada, de ahí, que con el tiempo, esta y otras cisternas subterráneas cayeran en el desuso y el olvido.
Fueron “redescubiertas” mil años más tarde, por un sabio llamado Petrus Gyllius. Este erudito sabía de su historia, y en especial de las leyendas que corrían en la antigua Constantinopla sobre que “de los sótanos emergían peces de vez en cuando”. ¿Cómo podía ser esto posible? La única explicación lógica era que existiera agua subterránea.
Y así fue, en 1545 se encontró esa fascinante cisterna subterránea, este exquisito escenario subterráneo construido a modo de catedral, a lo largo de casi 10.000 metros cuadrados. Ahora bien, hay un dato que debemos tener en cuenta sobre este “redescubrimiento”. Las aguas de las cisternas estaban infectadas. En su interior se encontraban decenas y decenas de cuerpos en descomposición, de esqueletos, cadáveres que se dejaron allí tras varias guerras. Toneladas y toneladas de lodo, de restos orgánicos que tardaron bastantes años en eliminar… Pensemos que en esta cisterna, caben 100.000 toneladas de agua.
El misterio de las Medusas
En este palacio subterráneo, se extienden cerca de 336 columnas de mármol a modo de bosque, sosteniendo un exquisito techo abovedado. En la base de algunas de estas columnas, están ellas, las Medusas, con su mirada abierta y su espesa cabellera de serpientes. Y mirarlas, produce un violento escalofrío, nos da la sensación de que nos van a convertir en piedra de un momento a otro, quedandonos como una columna más en ese escenario algo siniestro y misterioso.
Pero ¿por qué se hallan estas Medusas boca abajo y en esa posición tan extraña? Algunos historiadores mantienen su interesante teoría: para la construcción de esta basílica subterránea se utilizaron antiguos restos del foro de Constantino. Si eligieron poner las cabezas de las medusas al revés, fue para mostrar el escaso respeto de los arquitectos bizantinos hacia la cultura romana. Al fin y al cabo, para ellos, no eran más que representaciones paganas… Pero la realidad, sigue siendo un misterio.
Pero ¿Donde esta la curiosidad? Las cabezas están dispuestas al revés en las bases de las columnas, y no se sabe si a modo de desprecio o para causar mayor efectismo. No obstante, son el principal reclamo para las decenas de turistas que, diariamente, visitan esta cisterna del Palacio Sumergido de Estambul.
El pasado de la Cisterna Basílica de Estambul
Esta cisterna subterránea se halla muy cerca de la Iglesia de Santa Sofía. Construido en el siglo VI por el emperador bizantino Justiniano I, se buscaba ante todo un escenario donde almacenar agua dulce para su palacio y los edificios cercanos, en especial para épocas de guerra y asedios en los que el acceso a ella, pudiera ser más complicado. No obstante, llegó un momento en que los otomanos preferían ya el agua corriente antes que la almacenada, de ahí, que con el tiempo, esta y otras cisternas subterráneas cayeran en el desuso y el olvido.
Fueron “redescubiertas” mil años más tarde, por un sabio llamado Petrus Gyllius. Este erudito sabía de su historia, y en especial de las leyendas que corrían en la antigua Constantinopla sobre que “de los sótanos emergían peces de vez en cuando”. ¿Cómo podía ser esto posible? La única explicación lógica era que existiera agua subterránea.
Y así fue, en 1545 se encontró esa fascinante cisterna subterránea, este exquisito escenario subterráneo construido a modo de catedral, a lo largo de casi 10.000 metros cuadrados. Ahora bien, hay un dato que debemos tener en cuenta sobre este “redescubrimiento”. Las aguas de las cisternas estaban infectadas. En su interior se encontraban decenas y decenas de cuerpos en descomposición, de esqueletos, cadáveres que se dejaron allí tras varias guerras. Toneladas y toneladas de lodo, de restos orgánicos que tardaron bastantes años en eliminar… Pensemos que en esta cisterna, caben 100.000 toneladas de agua.
El misterio de las Medusas
En este palacio subterráneo, se extienden cerca de 336 columnas de mármol a modo de bosque, sosteniendo un exquisito techo abovedado. En la base de algunas de estas columnas, están ellas, las Medusas, con su mirada abierta y su espesa cabellera de serpientes. Y mirarlas, produce un violento escalofrío, nos da la sensación de que nos van a convertir en piedra de un momento a otro, quedandonos como una columna más en ese escenario algo siniestro y misterioso.
Pero ¿por qué se hallan estas Medusas boca abajo y en esa posición tan extraña? Algunos historiadores mantienen su interesante teoría: para la construcción de esta basílica subterránea se utilizaron antiguos restos del foro de Constantino. Si eligieron poner las cabezas de las medusas al revés, fue para mostrar el escaso respeto de los arquitectos bizantinos hacia la cultura romana. Al fin y al cabo, para ellos, no eran más que representaciones paganas… Pero la realidad, sigue siendo un misterio.
Las medusas de la Basílica de Estambul