Seguro que has oído alguna vez la siguiente expresión: “Tiene la espada de Damocles pendiendo de su cabeza”. ¿Te has preguntado de donde procede? Bien, la verdad es que tiene su origen en un antiguo historiador griego que la utilizó como ejemplo para esas situaciones en que las personas, por la razón que sea, tenemos una situación de peligro inminente acechándonos en algún ámbito de la vida. Ahora bien, la verdad es que hay algo más detrás de esta expresión acuñada por Timeo de Tauromenio entre el siglo IV y III a.C, se trata también de una curiosa leyenda que bien merece la pena recordar.
Damocles y sus ansias de poder
Pongámonos en contexto: estamos en Siracusa, siglo IV a.C. Damocles era un cortesano más que vivía en el palacio de Dionisio II, el rey que en aquel momento gobernaba el país. ¿Y a qué se dedicaba este personaje? Damocles hacía lo mismo que el resto de cortesanos, es decir, alagar y agasajar a su monarca con la esperanza de que algún día le elevara de posición dentro de la corte y adquirir así algo más de poder. Hasta que un día, sus alabanzas fueron quizá demasiado descaradas, denotando ya más envidia que sincera admiración.
“Como hombre de poder y autoridad rodeado de magnificencia, es su majestad un hombre verdaderamente afortunado”, le dijo Damocles al monarca. A lo cuál, éste respondió: Dado que esta vida te deslumbra, Damocles… ¿Te gustaría saborearla tú mismo durante un día para así juzgar la realidad de tus palabras?
¿Y qué dijo el bueno de Damocles? ¡Desde luego, no lo dudó ni un segundo!
Y en efecto, al día siguiente cuando Damocles se despertó ocupaba ya la posición del monarca. De un día para otro era otro hombre, un rey orgulloso rodeado de lujos y placeres que veía de pronto cómo todos los cortesanos lo atendían con total normalidad, como si siempre hubiera sido el único y verdadero monarca. Pero algo ocurría…
Algo extraño sucedía, algo que Damocles no sabía muy bien cómo explicar. Tenía una sensación, como si hubiera algo que lo persiguiese. Miró hacia arriba y ahí estaba. ¿Cómo podía ser? ¿Qué era aquello? Era una espada, una espada magnífica y amenazante que pendía sobre su cabeza sosteniéndose solamente por la crin de un caballo. En ese momento, Damocles sufrió un ataque de pánico espantoso, ante el cual, Dionisio reaccionó calmándolo.
Damocles, aterrado, no pudo más que preguntarle a Dionisio la razón por la qué estaba aquella espada tan inmensa sobre su cabeza colgando a su vez de algo tan frágil. El rey le explicó con tranquilidad que aquella espada que podía ver, venía a simbolizar nada más y nada menos que al poder.
Damocles lo deseaba, deseaba el poder porque le otorgaba un gran privilegio y una sensación de superioridad. Pero dicho poder, a su vez, estaba asociado a un riesgo, a un responsabilidad inmensa de la que debía ser consciente. Al menor fallo, al más mínimo traspiés, le explicó el monarca, el castigo podía caer sobre él en forma de aquella pesada y afilada espada…
No lo dudó. A Damocles, se le quitaron de inmediato todas sus aspiraciones por tener el cargo de monarca…
Damocles y sus ansias de poder
Pongámonos en contexto: estamos en Siracusa, siglo IV a.C. Damocles era un cortesano más que vivía en el palacio de Dionisio II, el rey que en aquel momento gobernaba el país. ¿Y a qué se dedicaba este personaje? Damocles hacía lo mismo que el resto de cortesanos, es decir, alagar y agasajar a su monarca con la esperanza de que algún día le elevara de posición dentro de la corte y adquirir así algo más de poder. Hasta que un día, sus alabanzas fueron quizá demasiado descaradas, denotando ya más envidia que sincera admiración.
“Como hombre de poder y autoridad rodeado de magnificencia, es su majestad un hombre verdaderamente afortunado”, le dijo Damocles al monarca. A lo cuál, éste respondió: Dado que esta vida te deslumbra, Damocles… ¿Te gustaría saborearla tú mismo durante un día para así juzgar la realidad de tus palabras?
¿Y qué dijo el bueno de Damocles? ¡Desde luego, no lo dudó ni un segundo!
Y en efecto, al día siguiente cuando Damocles se despertó ocupaba ya la posición del monarca. De un día para otro era otro hombre, un rey orgulloso rodeado de lujos y placeres que veía de pronto cómo todos los cortesanos lo atendían con total normalidad, como si siempre hubiera sido el único y verdadero monarca. Pero algo ocurría…
Algo extraño sucedía, algo que Damocles no sabía muy bien cómo explicar. Tenía una sensación, como si hubiera algo que lo persiguiese. Miró hacia arriba y ahí estaba. ¿Cómo podía ser? ¿Qué era aquello? Era una espada, una espada magnífica y amenazante que pendía sobre su cabeza sosteniéndose solamente por la crin de un caballo. En ese momento, Damocles sufrió un ataque de pánico espantoso, ante el cual, Dionisio reaccionó calmándolo.
Damocles, aterrado, no pudo más que preguntarle a Dionisio la razón por la qué estaba aquella espada tan inmensa sobre su cabeza colgando a su vez de algo tan frágil. El rey le explicó con tranquilidad que aquella espada que podía ver, venía a simbolizar nada más y nada menos que al poder.
Damocles lo deseaba, deseaba el poder porque le otorgaba un gran privilegio y una sensación de superioridad. Pero dicho poder, a su vez, estaba asociado a un riesgo, a un responsabilidad inmensa de la que debía ser consciente. Al menor fallo, al más mínimo traspiés, le explicó el monarca, el castigo podía caer sobre él en forma de aquella pesada y afilada espada…
No lo dudó. A Damocles, se le quitaron de inmediato todas sus aspiraciones por tener el cargo de monarca…
La leyenda de la espada de Damocles