El miércoles 24 de noviembre de 1971, un día antes del día de Acción de Gracias en Estados Unidos, un pasajero que viajaba bajo el nombre de Dan Cooper abordó un Boeing 727-100 en el vuelo 305 (número de registro de la FAA N467US) de Northwest Orient (posteriormente Northwest Airlines) que partía del Aeropuerto Internacional de Portland con destino a Seattle, Washington.
Dan Cooper fue
descrito como un hombre de unos 45 años, con una altura entre 1,78 y 1,83
metros que ese día llevaba una gabardina negra, mocasines, traje oscuro, camisa
blanca, corbata negra, gafas de sol oscuras y un alfiler de corbata hecho de
madreperla. Se sentó en la parte trasera del avión en el asiento 18C y después
de que la nave despegara, le entregó una nota a la azafata Florence Schaffner,
que se encontraba sentada en un asiento plegable cerca de la salida trasera,
justo a la derecha del asiento de Cooper.
Ella pensó que se trataba de su
número de teléfono, por lo que guardó la nota en su bolsillo sin leer su
contenido. Sin embargo, Cooper se le acercó y le dijo: «Señorita, mejor lea lo
que hay en esa nota. Tengo una bomba». En el mensaje estaba escrito: «Tengo una
bomba en mi maletín. La usaré si es necesario. Quiero que se siente junto a
mí».
Retrato robot de D.B.Cooper |
La nota
también pedía US$200 000 en billetes sin marcar y dos sets de paracaídas (dos
paracaídas de espalda y dos paracaídas de emergencia) y explicaba
detalladamente cómo se debían entregar estos objetos una vez que el avión
aterrizara en el Aeropuerto Internacional de Seattle-Tacoma; si no se cumplían
sus demandas, haría estallar el avión. Cuando la azafata informó a la cabina de
vuelo sobre Cooper y sus demandas, el piloto, William Scott, contactó con el
control del tráfico aéreo de Seattle-Tacoma, quienes a su vez se pusieron en
contacto con la policía de Seattle y el FBI. La agencia se puso en contacto con
el presidente de Northwest Orient, Donald Nyrop, quien pidió a Scott que
cooperase con el secuestrador.
El piloto ordenó a Schaffner volver a la parte
trasera del avión y sentarse junto a Cooper para tratar de averiguar si la
bomba era real. Cuando el secuestrador descubrió las intenciones de la azafata,
abrió su maletín momentáneamente, lo suficiente para que Schaffner viera varios
cilindros rojos, una gran batería y cables, convenciéndose de que la bomba era
verdadera. Cooper le ordenó que le dijera al piloto que no aterrizara hasta que
el dinero y los paracaídas estuvieran listos en el aeropuerto. Schaffner
regresó a la cabina para entregar las instrucciones del secuestrador.
Intercambio
de pasajeros
Boeing 727-100 |
Después de
que las demandas fueron comunicadas a las autoridades, el avión empezó a
sobrevolar el Puget Sound, un estrecho marítimo cerca de Seattle. Mientras
recolectaban el dinero, los agentes del FBI siguieron las instrucciones de usar
sólo billetes sin marcar, pero decidieron usar billetes impresos principalmente
en 1969 y con números de serie empezando con la letra L, emitidos por el Banco
de la Reserva Federal de San Francisco.
Asimismo, los agentes pasaron
rápidamente los 10 000 billetes de 20 dólares por un dispositivo Recordak para
crear una fotografía en microfilm de cada uno y así grabar los números de
serie. Las autoridades inicialmente pretendían usar paracaídas militares de la
Base de la Fuerza Aérea McChord, pero Cooper especificó que quería paracaídas
civiles que tuvieran cordones de apertura manuales. La policía de Seattle
encontró unos ejemplares como los que exigía el secuestrador en una escuela
local de paracaidismo.
Mientras
tanto, Cooper permaneció sentado en el avión bebiendo un cóctel de bourbon
whisky con soda de limón por el que ofreció pagar. Tina Mucklow, una azafata
que permaneció junto al secuestrador la mayor parte del tiempo, lo describió
como una persona agradable y lo suficientemente considerada para pedir que le
dieran comida a la tripulación después del aterrizaje en Seattle. Sin embargo,
los investigadores del FBI afirmaron que el secuestrador era obsceno y que
usaba «malas palabras».
la azafata Mucklow |
A las 17:24, el control de tráfico del aeropuerto le
comunicó a Scott que las demandas de Cooper habían sido cumplidas. Entonces el
secuestrador permitió al piloto aterrizar. El avión tocó tierra a las 17:39.
Posteriormente, Cooper ordenó a Scott que llevara la aeronave a una sección
remota de la pista y que atenuara las luces en la cabina para evitar a los
francotiradores de la policía.
Asimismo, pidió al control de tráfico que
enviara a una persona a entregar los $200 000 y los paracaídas. La persona
elegida, un empleado de Northwest Orient, se acercó hasta el avión y entregó los
objetos a la azafata Mucklow a través de las escaleras traseras. Pocos minutos
después, Cooper liberó a los 36 pasajeros y a la azafata Schaffner, pero retuvo
al piloto Scott, la azafata Mucklow, el primer oficial Bob Rataczak y al
ingeniero de vuelo H.E. Anderson.
En ese
momento, los agentes del FBI desconocían las intenciones del secuestrador y
estaban perplejos por su demanda de cuatro paracaídas. Asimismo, se preguntaban
si tendría un cómplice a bordo o si los paracaídas eran para los cuatro miembros
de la tripulación que permanecían con él. Nunca antes había intentado alguien
saltar en paracaídas desde un avión comercial secuestrado.
Mientras la aeronave
era reabastecida, un oficial de la Administración Federal de Aviación que
quería explicar al secuestrador las implicaciones legales de la piratería aérea
caminó hasta la puerta del avión y pidió permiso a Cooper para abordar el
avión, pero este se lo negó al instante. Una bolsa de vapor en el motor del
camión con gasolina retrasó el proceso de reabastecimiento y Cooper empezó a
sospechar cuando, después de 15 minutos, no habían acabado. El secuestrador
amenazó nuevamente con hacer estallar el avión, por lo que los encargados del
abastecimiento aceleraron la tarea hasta completarla.
De vuelta en
los aires
Después del
reabastecimiento y de una inspección detallada del dinero y los paracaídas,
Cooper ordenó a la tripulación despegar nuevamente a las 19:40. También decidió
que volaran con rumbo a México, D. F., a una velocidad relativamente baja de
170 nudos (320 km/h), a una altitud de 3000 m (la altitud normal de crucero es
entre 7600 y 11000 m), con los trenes de aterrizaje desplegados y con 15 grados
de flaps. Sin embargo, el primer oficial Rataczak le dijo que el avión sólo
podría volar 1 600 km bajo esas condiciones, por lo que Cooper y la tripulación
discutieron otras rutas antes de decidir volar hasta Reno, Nevada, en donde se
reabastecerían nuevamente. También decidieron volar en la ruta Victor 23, una
ruta aérea federal que transcurre al oeste de la cordillera de las Cascadas.
Asimismo, Cooper ordenó a Scott que dejara la cabina despresurizada, ya que
esto evitaría una salida violenta de aire y facilitaría la apertura de
cualquier puerta para saltar en paracaídas.
Inmediatamente
después del despegue, Cooper pidió a Mucklow, quien había estado sentada junto
a él, que volviera a la cabina y que permaneciera allí. Antes de que pasara
tras las cortinas que separaban primera clase de clase económica, la azafata
vio al secuestrador atando algo a su cintura. Momentos más tarde, en la cabina,
la tripulación observó una luz intermitente indicando que Cooper intentaba
abrir la puerta trasera de la aeronave. A través del interfono, Scott le
preguntó si había algo que pudieran hacer por él, a lo que el secuestrador
respondió: «¡No!».
La
tripulación empezó a notar un cambio de presión en la cabina. Cooper había
abierto la puerta trasera y había saltado del avión. Esta fue la última vez que
se supo de él. El FBI cree que el salto fue realizado a las 20:13 sobre el
suroeste del estado de Washington ya que a esta hora las escaleras traseras se
sacudieron, posiblemente en el instante en que abandonó la aeronave. En ese
momento, el avión estaba volando a través de una tormenta y la nubosidad
impedía ver el suelo. Debido a la mala visibilidad, los aviones de caza F-106
que seguían la aeronave no se dieron cuenta del salto del secuestrador.
Inicialmente se creyó que había aterrizado al sureste del área no incorporada
de Ariel (Washington), cerca del lago Merwin, 48 km al norte de Portland
(Oregón). Teorías posteriores, basadas en varias fuentes tales como el
testimonio del piloto de Continental Airlines, Tom Bohan —quien volaba a 1 200
metros sobre el vuelo 305 y 4 minutos detrás del mismo—, ubican la zona del
aterrizaje a 32 km al este de ese punto.
Sin embargo, no había rastro del maletín del secuestrador, del dinero, de la bolsa que lo contenía ni de los dos paracaídas restantes. Las personas que habían interactuado con Cooper a bordo del avión y en tierra fueron interrogadas para crear un retrato robot. La mayoría de los testigos proporcionaron la misma descripción, por lo que el FBI estima que el retrato es una representación fiel de Cooper y lo utiliza en todos los pósters en los que se requiere su captura.
Desaparición
Aunque a
finales de 1971 y principios del año siguiente se llevaron a cabo diversas
búsquedas aéreas y terrestres en un área de 73 km² en donde se creía que Cooper
había aterrizado, no se encontró ningún rastro del secuestrador o de su
paracaídas. La velocidad del avión (91 metros por segundo), las diferencias de
altitud y la incertidumbre del momento del salto dificultaron la determinación
del punto exacto de aterrizaje. Debido a esto, el FBI cree que Cooper no sabía
dónde iba a aterrizar, por lo que probablemente no había un cómplice en tierra
que lo ayudase a escapar. Inicialmente, el FBI trabajó junto a los policías de
los condados de Clark y Cowlitz, quienes realizaron búsquedas a pie y en
helicóptero.
Otros patrullaron el Lago Merwin y el Lago Yale en botes. Pese a
que con el paso del tiempo no aparecía ningún tipo de pistas, la llegada del
deshielo con la primavera boreal favoreció que se realizara una búsqueda
terrestre extensiva, llevada a cabo por el FBI y más de 200 miembros del
Ejército de los Estados Unidos que estaban estacionados en Fort Lewis. La
expedición examinó metro por metro del área estimada de aterrizaje durante
dieciocho días consecutivos del mes de marzo y por otros dieciocho días en
abril de 1972. Después de seis semanas, la búsqueda no rindió ningún resultado,
por lo que existe controversia sobre si Cooper aterrizó realmente en esa área y
si sobrevivió al salto.
Con el paso
de los años, nuevas evidencias fueron apareciendo. A finales de 1978, un
cazador que se encontraba al norte del área estimada de aterrizaje encontró una
pancarta con instrucciones para abrir la puerta trasera de un Boeing 727.
Después de ser analizada, se determinó que pertenecía a la puerta del avión
secuestrado.
El 10 de febrero de 1980, Brian Ingram, un niño de ocho años que
estaba de pic-nic con su familia, encontró $5.880 en billetes semidestruidos
(un total de 294 billetes de $20 todavía atados en bandas elásticas)
aproximadamente a doce metros de la orilla del río Columbia a ocho kilómetros
al noroeste de Vancouver (Washington). Después de comparar los números de serie
de estos billetes con los de los billetes entregados a Cooper, se determinó que
el dinero encontrado por Ingram era parte del rescate pagado nueve años atrás.
Varios científicos locales reclutados por el FBI declararon que el dinero pudo
haber llegado a ese lugar después de que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército
de los Estados Unidos dragara varias secciones del río en 1974. Otros expertos,
incluyendo al geólogo Leonard Palmer de la Portland State University, estimaron
que el dinero tuvo que haber llegado después de que el dragado hubiera
finalizado ya que Ingram encontró los billetes sobre depósitos de arcilla que
habían sido sacados del río por la draga. Varios investigadores e hidrólogos
creen que los billetes llegaron al río Columbia a través de uno de sus
afluentes, posiblemente el río Washougal, el cual nace en el área donde se cree
que aterrizó Cooper.
El
descubrimiento de los $5 880 respaldó la teoría del FBI de que Cooper no
sobrevivió al salto ya que era improbable que un criminal dejara atrás parte de
un botín por el que arriesgó su vida. Las autoridades conservaron los billetes
recuperados hasta 1986, cuando un tribunal repartió el dinero entre Ingram, el
FBI, Northwest Airlines y su compañía de seguros. El 13 de junio de 2008, de
acuerdo con los deseos de Ingram, la casa de subastas Heritage Auctions vendió
15 de los billetes en Dallas (Texas) a varios compradores por un total de más
de $37000.
Con la
excepción del dinero recuperado por Ingram, el resto del rescate continúa
desaparecido. Los números de serie de los 9.998 billetes entregados al
secuestrador se encuentran en una base de datos que puede ser consultada por el
público a través de un motor de búsqueda.
Repercusiones
Efecto en
las aerolíneas
El secuestro
provocó que se dieran grandes cambios en la seguridad de los vuelos
comerciales, principalmente la adición de detectores de metal en los
aeropuertos, nuevas reglas de seguridad de vuelo instauradas por la FAA y
modificaciones en el diseño Boeing 727. Después de tres secuestros similares en
1972, la Administración Federal de Aviación exigió que todos los Boeing 727
estuvieran equipados con un mecanismo conocido como el «Cooper vane», una cuña
aerodinámica que impide que las escaleras traseras de un avión sean abiertas
durante el vuelo.
Nueva
evidencia
El 1 de
noviembre de 2007, el FBI publicó información sobre una evidencia del caso que
no había sido revelada al público anteriormente. La institución exhibió el
tiquete aéreo de Cooper, el cual había costado $18,52. También reveló que el
secuestrador había solicitado dos paracaídas de espalda y dos paracaídas de
emergencia. Sin embargo, las autoridades le habían entregado inadvertidamente
un paracaídas falso que era usado para dar demostraciones en clase. Este
paracaídas no se encontró en el avión después del secuestro y algunos piensan
que Cooper no se dio cuenta de que no funcionaba. El otro paracaídas de
emergencia, que funcionaba adecuadamente, se encontró abierto en el avión con
la cubierta cortada, por lo que se cree que Cooper lo usó para asegurar la
bolsa del dinero.
El 31 de
diciembre de 2007, el FBI publicó un comunicado de prensa en Internet que
contenía fotografías inéditas y nueva información del caso, con la intención de
encontrar nueva evidencia sobre el secuestro y la identidad de Cooper. En el
comunicado de prensa, el FBI descartó la teoría de que Cooper era un
paracaidista experimentado. Aunque inicialmente habían creído que Cooper
debería haber tenido entrenamiento para lograr el secuestro, un análisis
detallado de los eventos hizo que el FBI modificara su teoría. Los
investigadores comentaron que ningún paracaidista con experiencia intentaría
saltar en medio de una tormenta y sin una fuente de luz. Asimismo, los
investigadores creen que, aunque Cooper tenía prisa por escapar, un
paracaidista experimentado se hubiera detenido a examinar su equipo.
El agente
especial Larry Carr propuso la teoría de que Cooper tomó su nombre de Dan
Cooper, un héroe de tiras cómicas francocanadienses, que es miembro de la Real
Fuerza Aérea Canadiense y aparece saltando de un avión en la portada de una
revista.
¿Se ha
resuelto el caso actualmente?
Casi
cuarenta años después, aún no se ha resuelto el misterio de la suerte del
célebre criminal tras su temerario salto. El FBI ha seguido miles de pistas, e
investigado en profundidad más de una veintena de sospechosos, pero sus huellas
dactilares nunca han coincidieron con las que se encontraron en el avión. Sin
embargo, nuevas pruebas han reabierto el interés por el caso, y apuntan a que
podría haber sobrevivido.
Marla Cooper |
Marla
Cooper, una mujer de Oklahoma que asegura que el célebre malhechor era su tío,
y murió en 1999. Marla recuerda que, estando una tarde en casa de su abuela,
dos de sus tíos estaban planeando una acción, si bien ella no entendía de qué
se trataba. Unos días después, uno de sus tíos, al que llamaba L.D., llegó a
casa sangrando de forma abundante. “Era la mañana del día de Thanksgiving y mi
tío estaba herido. Tenía sangre en la camiseta. Estaba en mal estado”, recuerda
en una entrevista a la CNN Marla, que entonces tenía sólo ocho años. Su padre
le dijo que “no podía hablar nunca de lo que había visto” porque podría
significar la muerte de su tío, al que vio por última vez en la Navidad del año
siguiente.
Durante casi
cuatro décadas, Marla escondió en un recóndito rincón de su memoria aquel
recuerdo, tal como le había ordenado su padre. Nadie en su familia habló nunca
más de aquel incidente. Simplemente, su tío se esfumó, y ni tan siquiera
apareció en el funeral de su abuela en 1975. Hace unos meses, Marla rompió por
fin el pacto de silencio, e informó al FBI, que está estudiando la veracidad
del caso.
El agente
del FBI Fred Gutt ha reconocido a la CNN que, a pesar de no haber podido aún
verificar la historia de Marla, las pruebas proporcionadas por la familia no
parecen “inconsistentes”. Ahora bien, lo que parece difícil de explicar es cómo
Cooper fue capaz de llevar a cabo su arriesgada evasión, escapando al cerco de
las autoridades. “Al principio pensamos que Cooper era un experimentado
paracaidista, quizás de las fuerzas armadas. Pero luego concluimos que no podía
ser. Ningún experimentado paracaidista se habría arriesgado a saltar en una
noche de lluvia, con vientos de 250 km hora, y vistiendo gabardina y
mocasines”, explicó el agente Larry Carr en 2007.
Además, la
policía cree que no contaba con ningún compinche en tierra, pues no dio
instrucciones precisas al piloto sobre qué zona debía sobrevolar y, además,
aquella noche la visibilidad era pésima. “Saltar al desierto sin un plan, sin
el equipo adecuado, en una condiciones meteorológicas tan adversas ...
Probablemente no pudo abrir ni su paracaídas”, dijo Carr en 2007.
Si
finalmente se confirma la historia de Marla Cooper, su tío se habrá ganado con
todo merecimiento un lugar en la lista de criminales más brillantes (y
afortunados) del siglo XX junto a Bonnie & Clyde.
El caso D.B.Cooper