Pronunciado “ch ba fuu fii” de acuerdo con la entonación española, el término significa literalmente “araña gigante” en el idioma nativo de la región. Hace referencia a una especie de tarántulas particularmente grandes cuya envergadura, de acuerdo con la leyenda, está entre metro y medio y dos metros de extremo a extremo de las patas.
Dichas arañas son capaces, gracias a su inmenso tamaño, de cazar a todo tipo de animales, desde lagartos y aves hasta leopardos, antílopes, monos y cocodrilos, pasando, según el testimonio de varias tribus y algunos misioneros, por seres humanos.
Las redes de la araña recorren la selva en dirección a una especie de “trampa subterránea” tan conocida en estos animales, que consta con una especie de “tapa” que puede abrirse y cerrarse desde adentro, encerrando a la desprevenida víctima con el monstruo. De acuerdo con los testimonios, el veneno del animal es particularmente potente y puede acabar en minutos (horas, como máximo) con la vida de una persona.
Avistamientos de la criatura
Se reconocen dos avistamientos importantes de la supuesta araña gigante del Congo: uno en 1890 y un en 1938. Desde entonces todo lo que tenemos es una serie de relatos inconexos, leyendas regionales y avistamientos por parte de misioneros y nativos que suelen ser confusos.
El primer avistamiento, en 1890, fue realizado por un Gentleman inglés llamado Arthur Simes, quien se encontraba explorando las costas del Lago Nyasa en la actual Uganda en ese año.
Varios de sus hombres comenzaron a enredarse en unas redes pegajosas que estaban adheridas al suelo y no pasó mucho tiempo cuando 2 arañas de más de un metro de envergadura salieron de la densa selva y los picaron.
Simes fue capaz de asustarlas usando su arma (aunque según dijo, no logró herir ninguna), pero sus hombres entraron en un fuerte delirio y murieron a los pocos minutos sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.
El segundo caso, en 1938, ocurrió cuando una pareja de colonos de Rhodesia, Reginald y Margurite Lloyd, que se encontraban explorando las regiones del entonces llamado Congo Belga se encontraron con una criatura extraña en el camino.
Originalmente pensaron que era un felino y detuvieron su vehículo para dejarla pasar, pero pronto notaron que eso no era ningún felino.
Se cuenta que la araña cruzó demasiado rápido para poder fotografiarla, y la Señora Llyod quedaría tan impresionada con la experiencia que le exigiría de inmediato a su marido el volver a su nativa Rhodesia.
¿Podría existir una de estas criaturas?
Aunque no lo parezca, lo que sabemos del mundo animal indica con vehemencia que una araña de estas dimensiones titánicas difícilmente podría existir. Las razones son fundamentalmente 2: el sistema respiratorio y el problema del exoesqueleto.
En primer lugar, están los pulmones. Las arañas que conocemos no tienen pulmones como los de los mamíferos o las aves, sino unas estructuras llamadas “pulmones en libro” que absorben el oxígeno disponible de manera menos eficiente.
Aunque esto no es un problema para una araña pequeña, al alcanzar el tamaño de un gato pequeño esto ya se convierte en un serio problema pues requiere una altísima cantidad de oxígeno en la atmósfera. En el Carbonífero, la edad de los gigantescos bosques, las arañas apenas si superaban el tamaño de un perro mediano hoy día.
El problema del exoesqueleto tiene que ver con el tamaño: a medida que crece una araña requeriría un exoesqueleto más y más resistente (es decir, más grueso), y el aumento del esqueleto sería desmedido con respecto al tamaño total de la araña. Esta es la principal razón por la que no existen artrópodos terrestres gigantes: en el caso de los cangrejos, el famoso cangrejo cocotero se calcula como el más grande que podría existir.
La evolución puede ser capaz de solucionar estos problemas. Ya sea desarrollando un sistema respiratorio que aproveche a plena capacidad los “pulmones en libro” y creando una estructura más resistente a partir de otras proteínas, teóricamente una araña así podría existir.
Pero hay una gran diferencia entre decir que podría existir y decir que verdaderamente existe: de ser real sería un animal sin ningún tipo de pariente cercano.
Si queremos creer en los avistamientos, esta es la única hipótesis viable. Un pariente cercano de las arañas de gran antigüedad: el único descendiente de su raza y que maneja una biología que nos es desconocida. Sería un verdadero fósil viviente de las selvas del Congo, que lleva oculto millones de años del resto del mundo.
Suena bien, pero hasta que no tengamos pruebas fehacientes, lamentablemente la ciencia se opone a la existencia de la mítica araña gigante.
Dichas arañas son capaces, gracias a su inmenso tamaño, de cazar a todo tipo de animales, desde lagartos y aves hasta leopardos, antílopes, monos y cocodrilos, pasando, según el testimonio de varias tribus y algunos misioneros, por seres humanos.
J’ba Fofi se a visto los bosque que rodean el Lago Nyasa |
Avistamientos de la criatura
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El primer avistamiento, en 1890, fue realizado por un Gentleman inglés llamado Arthur Simes, quien se encontraba explorando las costas del Lago Nyasa en la actual Uganda en ese año.
Varios de sus hombres comenzaron a enredarse en unas redes pegajosas que estaban adheridas al suelo y no pasó mucho tiempo cuando 2 arañas de más de un metro de envergadura salieron de la densa selva y los picaron.
Simes fue capaz de asustarlas usando su arma (aunque según dijo, no logró herir ninguna), pero sus hombres entraron en un fuerte delirio y murieron a los pocos minutos sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.
Reginald y Margurite Lloyd |
Originalmente pensaron que era un felino y detuvieron su vehículo para dejarla pasar, pero pronto notaron que eso no era ningún felino.
Se cuenta que la araña cruzó demasiado rápido para poder fotografiarla, y la Señora Llyod quedaría tan impresionada con la experiencia que le exigiría de inmediato a su marido el volver a su nativa Rhodesia.
¿Podría existir una de estas criaturas?
Aunque no lo parezca, lo que sabemos del mundo animal indica con vehemencia que una araña de estas dimensiones titánicas difícilmente podría existir. Las razones son fundamentalmente 2: el sistema respiratorio y el problema del exoesqueleto.
En primer lugar, están los pulmones. Las arañas que conocemos no tienen pulmones como los de los mamíferos o las aves, sino unas estructuras llamadas “pulmones en libro” que absorben el oxígeno disponible de manera menos eficiente.
Aunque esto no es un problema para una araña pequeña, al alcanzar el tamaño de un gato pequeño esto ya se convierte en un serio problema pues requiere una altísima cantidad de oxígeno en la atmósfera. En el Carbonífero, la edad de los gigantescos bosques, las arañas apenas si superaban el tamaño de un perro mediano hoy día.
El problema del exoesqueleto tiene que ver con el tamaño: a medida que crece una araña requeriría un exoesqueleto más y más resistente (es decir, más grueso), y el aumento del esqueleto sería desmedido con respecto al tamaño total de la araña. Esta es la principal razón por la que no existen artrópodos terrestres gigantes: en el caso de los cangrejos, el famoso cangrejo cocotero se calcula como el más grande que podría existir.
cangrejo cocotero |
Pero hay una gran diferencia entre decir que podría existir y decir que verdaderamente existe: de ser real sería un animal sin ningún tipo de pariente cercano.
Si queremos creer en los avistamientos, esta es la única hipótesis viable. Un pariente cercano de las arañas de gran antigüedad: el único descendiente de su raza y que maneja una biología que nos es desconocida. Sería un verdadero fósil viviente de las selvas del Congo, que lleva oculto millones de años del resto del mundo.
Suena bien, pero hasta que no tengamos pruebas fehacientes, lamentablemente la ciencia se opone a la existencia de la mítica araña gigante.
J’ba Fofi