Jacques Cousteau |
El origen de esta leyenda lo encontramos en un reportero al que se conocía con el nombre de “Stéphane Swing”, que aseguraba haber recibido esta información a través de unos amigos militares residentes en Yibuti, zona colindante con Etiopía.
Yibuti |
Cousteau estaba en la República de Yibuti para filmar tiburones y para atraerlos se valía de una jaula de hierro y un señuelo de carne de camello. En cierto momento, notaron como algo removía la jaula. Hasta aquí todo normal. El misterio se originó al sacar la caja del agua: algún tipo de criatura había destrozado la durísima jaula de metal. ¿Qué tipo de “súper” animal podría hacer algo así? Lo desconocían.
Un año después, un testigo aseguró haber avistado a una enorme bestia marina. Reclamo que no tardó en atraer a Cousteau de vuelta a Yibuti para intentar obtener imágenes nítidas de “la bestia”.
Jaula para tiburones |
Se ha especulado mucho sobre la naturaleza de la inmensa criatura que destrozó el material de Cousteau. ¿Sería un espécimen propio de la era prehistórica? ¿Podría haberse ocultado en la fosa y haber sobrevivido todo este tiempo? Al fin y al cabo, ¿no son fosas y abismos lugares inexplorados? Quién sabe lo que podrían ocultar.
Mandibulas de Magalodon |
¿Una criatura prehistórica?
Has oído bien. El Megalodón fue el predecesor del tiburón. Se calcula que triplicaba el tamaño de un tiburón blanco y que existió durante el periodo del Mioceno. Los restos arqueológicos del Megalodón han demostrado que sus dientes era de 20 cm. de largo.
Kronosaurus |
¿Podría ser verdad esta historia?
Cuesta creer que Cousteau decidiera mantener en secreto y alejados del conocimiento científico descubrimientos como este. Aún así, cabe reconocer que esta historia tiene unos tintes de verdad incuestionables. La creencia es que el “monstruo” de Cousteau podría vivir en el mar de Koubé, unas aguas misteriosas e inexploradas rodeadas de acantilados, donde el animal prehistórico pudo haber conseguido sobrevivir.
Algunos de los habitantes cercanos a la zona sabían de la existencia de tal bestia, pero creían que se trataba de una enorme manta-raya. Tras investigar, se descubrió que estos vecinos celebraban un sangriento ritual para homenajear al monstruo marino. Este festejo consistía en sumergir en el mar una jaula – como la de Cousteau, aunque menos consistente – con un camello en su interior. La celebración terminaba cuando la jaula era sacada del agua absolutamente destrozada y sin rastro del camello. Se dice que Cousteau llegó a situar una cámara dentro de la jaula del sacrificio, pero que el material rodado no era nítido.
Estas versiones de los encuentros de Jacques Cousteau con “la bestia de Yibuti” resultan verdaderamente interesantes, aunque, repetimos, resulta poco creíble que un investigador como él quisiera esconder a la humanidad un hallazgo de tamañas dimensiones – literalmente-. Así que, nos quedamos con una leyenda francamente interesante, pero que, hasta que no sea demostrada con documentos gráficos, no deja de ser eso: una leyenda.
la bestia de Cousteau