Algunos atribuyen el nombre a una escultura de madera que, al parecer, existió en el lugar; pero según otra leyenda, aún más atractiva, se debe al autómata con forma de monje, que tras darle cuerda todas las mañanas dirigía sus pasos al palacio arzobispal para pedir comida para su amo, el ya anciano Juanelo, que casi no podía caminar ni tenía dinero para el sustento.
Un robot, con la misión de recorrer diariamente las calles recabando limosnas en vistas de que, como no le pagaban lo suyo, andaba en la más negra miseria. Cuando los maravedíes llegaban al fondo de la hucha, el muñeco hacía más reverencias que un japonés.
Otros cronistas, más conservadores y menos imaginativos, como Moraleda y Ramírez de Arellano, aclaran que se trataba en realidad de un muñeco de madera, estático por supuesto, colocado en un lugar de los más frecuentados de la ciudad, como era y sigue siendo éste, y provisto de una hucha o alcancía destinada a recoger las limosnas del personal para la construcción del cercano hospital, posteriormente conocido como del Nuncio Viejo.
Tan benemérito nuncio se llamaba Ortiz y puede que no fuese ajeno a este invento. Debía de ser algo muy parecido a tantos muñecos actuales de cartón piedra, plástico o lo que sea, colocados en las puertas de grandes almacenes, laboratorios fotográficos, parroquias y otra suerte de establecimientos, provistos también de la correspondiente hucha o buzón donde recoger óbolos con fines caritativos, carretes fotográficos o cartas a los Reyes Magos.
La gracia del que nos ocupa reside en su precocidad. No es de descartar que tal muñeco de palo siguiese desempeñando su función mendicante hasta que el citado hospital fue trasladado por el cardenal Lorenzana, a finales del siglo XVIII, a un nuevo emplazamiento.
Para el cronista Horozco, se trataba de un autómata de madera colocado en este lugar para celebrar la fugaz vuelta de Inglaterra al catolicismo: "Hombre de palo armado con un escudo en el lado izquierdo y en el brazo derecho una talega, hincado en un madero, y andábase alrrededor y en tocando en el escudo volbía y dava con la talega de arena a quien pasaba y le dava", como en tantas fiestas populares que aún se conservan.
El ingenio de Juanelo era visitado por muchas personas, y los que venían de fuera de Toledo preguntaban por su emplazamiento. Desde la catedral, una vez admirado el sagrario, acudían a ver el artificio, preguntando por el hombre de palo. Para facilitar el camino a los forasteros, alguien puso un letrero que decía "al hombre de palo". y así quedó por un tiempo el nombre de la calle, que aún conserva esta denominación.
Otra hipótesis que he oído a un conocido, gran amante de este personaje, es que fuera el mismo Juanelo, que por la vejez e impedido, se construyera una prótesis para subir las escalera y cuestas toledanas, en busca de ese donativo para sustentar a el y a su familia.
Hay quien ha visto en el famoso cuadro, que podéis aprovechar la oportunidad de visitar en Toledo, del Greco “EL ENTIERRO DEL CONDE ORGAZ”, un cierto paralelismo con el HOMBRE DE PALO, al ver en al autómata como protagonista del cuadro y no al Sr. de Orgaz, pues ese color antinatural lo coloca fuera de toda humanidad.
Hay quien señala que el joven que señala con el dedo (el hijo del pintor) no señala la escena como se ha venido manteniendo desde siempre, sino que realmente señala la manga de unos de los santos, donde estaría representado “La Flor de Lis”, que según dicen era el escudo de Juanelo Turriano.
En ningún documento que he podio ver, aparece ninguna vinculación entre La Flor de Lis y el de Cremona, y al intentar ver lo que contiene la manga, cuyas reproducciones en Internet lo hace ilegible. Y si decides verlo en la iglesia de Sto. Tome, la distancia que hay entre el espectador y el cuadro no deja ver el detalle, se intuye una especie de flor (¿pero que flor?).
Un robot, con la misión de recorrer diariamente las calles recabando limosnas en vistas de que, como no le pagaban lo suyo, andaba en la más negra miseria. Cuando los maravedíes llegaban al fondo de la hucha, el muñeco hacía más reverencias que un japonés.
Otros cronistas, más conservadores y menos imaginativos, como Moraleda y Ramírez de Arellano, aclaran que se trataba en realidad de un muñeco de madera, estático por supuesto, colocado en un lugar de los más frecuentados de la ciudad, como era y sigue siendo éste, y provisto de una hucha o alcancía destinada a recoger las limosnas del personal para la construcción del cercano hospital, posteriormente conocido como del Nuncio Viejo.
Tan benemérito nuncio se llamaba Ortiz y puede que no fuese ajeno a este invento. Debía de ser algo muy parecido a tantos muñecos actuales de cartón piedra, plástico o lo que sea, colocados en las puertas de grandes almacenes, laboratorios fotográficos, parroquias y otra suerte de establecimientos, provistos también de la correspondiente hucha o buzón donde recoger óbolos con fines caritativos, carretes fotográficos o cartas a los Reyes Magos.
La gracia del que nos ocupa reside en su precocidad. No es de descartar que tal muñeco de palo siguiese desempeñando su función mendicante hasta que el citado hospital fue trasladado por el cardenal Lorenzana, a finales del siglo XVIII, a un nuevo emplazamiento.
Para el cronista Horozco, se trataba de un autómata de madera colocado en este lugar para celebrar la fugaz vuelta de Inglaterra al catolicismo: "Hombre de palo armado con un escudo en el lado izquierdo y en el brazo derecho una talega, hincado en un madero, y andábase alrrededor y en tocando en el escudo volbía y dava con la talega de arena a quien pasaba y le dava", como en tantas fiestas populares que aún se conservan.
El ingenio de Juanelo era visitado por muchas personas, y los que venían de fuera de Toledo preguntaban por su emplazamiento. Desde la catedral, una vez admirado el sagrario, acudían a ver el artificio, preguntando por el hombre de palo. Para facilitar el camino a los forasteros, alguien puso un letrero que decía "al hombre de palo". y así quedó por un tiempo el nombre de la calle, que aún conserva esta denominación.
Juanelo Turriano |
Hay quien ha visto en el famoso cuadro, que podéis aprovechar la oportunidad de visitar en Toledo, del Greco “EL ENTIERRO DEL CONDE ORGAZ”, un cierto paralelismo con el HOMBRE DE PALO, al ver en al autómata como protagonista del cuadro y no al Sr. de Orgaz, pues ese color antinatural lo coloca fuera de toda humanidad.
EL ENTIERRO DEL CONDE ORGAZ |
En ningún documento que he podio ver, aparece ninguna vinculación entre La Flor de Lis y el de Cremona, y al intentar ver lo que contiene la manga, cuyas reproducciones en Internet lo hace ilegible. Y si decides verlo en la iglesia de Sto. Tome, la distancia que hay entre el espectador y el cuadro no deja ver el detalle, se intuye una especie de flor (¿pero que flor?).
La leyenda del hombre de palo