jueves, 31 de octubre de 2013

Es una de las historias más curiosas que circulan por mis archivos, y no tiene nada que ver con el medievo. ¿Y si existiera un satélite artificial que orbitara nuestro planeta cada 15 o 20 años, y no tuviera su origen en la tierra?

La historia se remonta a 1899. Por esa fecha, Tesla se trasladó a un laboratorio en Colorado Springs para iniciar sus experimentos con alta tensión y mediciones de campo eléctrico. Durante los ocho meses que estuvo allí, dedicó parte de su tiempo a desarrollar receptores de pequeñas señales y a medir la capacidad de una antena vertical. Durante sus observaciones, Tesla captó una señal periódica que provenía de algún lugar del espacio.

Pero no fue hasta el 14 de mayo de 1954 cuando la historia del satélite de origen desconocido cobró forma. En el diario “St Louis Post Dispatch” y en el “San Francisco Examiner” aparecieron sendos artículos en los que se mencionaba la presencia de dos satélites en la órbita de nuestro planeta, en una época, no lo olvidemos, en la que ninguna nación había colocado todavía ninguno (el Sputnik se lanzó a finales del 57).

En 1960 tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos tenían ya satélites en órbita, pero el 11 de Febrero saltó la alarma de nuevo, ya que se detectó uno no identificado, en una órbita polar, que ni los rusos ni los americanos reconocían como propio. ¿Se trataba nuevamente del Caballero negro?

Tres años más tarde, Gordon Cooper fue lanzado al espacio para realizar la misión de dar 22 vueltas a la Tierra. En su última órbita, reportó haber visto una luz delante de su cápsula. Se dice que la estación de seguimiento Muchea, en Australia, captó el eco de radar del objeto reportado por Cooper. Cuentan que la versión de la NASA es que el equipo de ventilación funcionó mal y el exceso de CO2 hizo ver alucinaciones al astronauta. Por entonces a ese misterioso objeto ya se le llamaba “el caballero negro”.

En 1973, Duncan Lunan, un investigador Escocés, escribió un artículo en Spaceflight, una revista de la British Interplanetary Society, en el que detallaba cómo había identificado y descifrado un mensaje emitido en 1920 desde un satélite en órbita de la Tierra, captado por unos investigadores noruegos y alemanes que estaban realizando un estudio sobre el efecto del eco de largo retardo. Lunan mantenía que el mensaje provenía de un objeto en el punto de Lagrange L5, y contenía una invitación de los habitantes de un planeta del sistema estelar Epsilon Boötis. Según él, el mensaje decía:

    Comience aquí. Nuestra casa se encuentra en Epsilon Boötis, que es una estrella doble. Vivimos en el sexto planeta de siete, del mayor de los dos soles. El sexto planeta tiene una luna. Nuestro cuarto planeta tiene tres. Nuestro primer y tercer planetas, una cada uno. La sonda se encuentra en la posición de Arcturo, según nuestros mapas.

Pero la evidencia gráfica llegó con la misión del trasbordador espacial STS-88, la primera que tenía por misión llevar equipamiento a la ISS. Las cámaras del Endeavour captaron varios objetos extraños, y las fotografías fueron publicadas en el repositirio de la NASA. Pero aparentemente, después de unos días, la fotos desaparecieron. Pero ya habían sido publicadas en otros sitios:





Según la NASA, lo que se ve en estas imágenes son restos del propio trasbordador.