viernes, 24 de enero de 2014

1816.El año sin verano


El Año sin verano (también conocido como Año de pobreza, El verano que nunca fue, El año que no tuvo verano, y Mil ochocientos y helados a muerte) fue en 1816, año que tuvo graves anormalidades en el clima de verano que causaron que disminuyera la temperatura mundial entre 0.4–0.7 °C (0.7–1.3 °F), teniendo como resultado una grave escasez de alimentos en el hemisferio norte.

Se cree que la anomalía fue causada por la combinación de una histórica caída en la actividad solar con un invierno volcánico, este último provocado por una serie de importantes erupciones volcánicas coronadas por la erupción del monte Tambora de 1815, en las Indias Orientales Neerlandesas (hoy Indonesia), la erupción más grande conocida en 1300 años, que ocurrió durante las décadas finales de la Pequeña Edad de Hielo, sumándose potencialmente al enfriamiento existente que viene produciéndose periódicamente desde el 1350 d. C.

El historiador John D. Post bautizó este suceso como "la última gran crisis de supervivencia del mundo occidental".

Generalidades

Las anormalidades del clima propiciaron un invierno severo que destruyó las cosechas en lugares tan variados como el sur de China, el norte de Europa y del nordeste estadounidense.

En la actualidad se considera que las alteraciones meteorológicas ocurridas en 1815 se produjeron debido a las erupciones volcánicas del Tambora entre el 5 y el 15 de abril en la isla de Sumbawa (Indias Orientales Neerlandesas), lo que arrojó a la atmósfera superior 1.500.000 toneladas de polvo. Como es normal tras una erupción volcánica fuerte, las temperaturas mundiales descendieron debido a la reducción de la luz del Sol.

Las raras alteraciones del clima durante ese año tuvieron un gran efecto en el norte de Europa y el nordeste americano. Típicamente, el fin de la primavera y verano del nordeste americano son relativamente estables: las temperaturas en promedio oscilan entre 20 a 25 °C, y raramente caen por debajo de 5 °C, la nieve en verano es una rareza extrema, aunque a veces en mayo hay periodos fríos.

Las consecuencias en todo el planeta fueron desastrosas, ya que bajaron las temperaturas en todo el planeta varios grados. Las cosechas se malograron, la lluvia se triplicó en algunas zonas del mundo (como en los polos) y nevó copiosamente en lugares cercanos al ecuador, como el sur de México y Guatemala.

En mayo de 1816, sin embargo, la escarcha quemó la mayoría de las cosechas que se habían plantado, y el 2 de junio una gran tormenta de nieve produjo muchas muertes. En julio y agosto, se observó hielo en ríos y lagos en latitudes tan al sur como Pensilvania. Fueron comunes impresionantes y rápidas oscilaciones de temperatura, pasando en cuestión de horas de las normales o superiores a lo normal del verano (tan altas como 35 °C) a cercanas al punto de congelación.

Aunque los granjeros de Nueva Inglaterra consiguieron que las cosechas de maíz y otros granos llegaran a madurar, los precios subieron considerablemente. La avena, por ejemplo, casi multiplicó por ocho su precio, pasando de 12 centavos por bushel del año anterior a 92 centavos.

Europa, que todavía se estaba recuperando de las guerras napoleónicas, padeció la escasez de comida. Estallaron disturbios en Gran Bretaña y Francia y se saqueaban almacenes de grano. Sin embargo, la violencia fue peor en Suiza, donde el hambre forzó al gobierno a declarar emergencia nacional.

En China, las anómalas bajas temperaturas durante el verano y el otoño asolaron la producción de arroz en la provincia de Yunnan en el sudoeste, extendiendo la hambruna. En el fuerte Shuangcheng, ahora en la provincia de Heilongjiang, se informaba de tierras devastadas por la escarcha, lo que resultó en la deserción de los reclutas. Se produjeron nevadas veraniegas en varias localidades de las provincias de Jiangxi y de Anhui, al sur del país. En Taiwán, que posee clima tropical, nevó en Hsinchu y en Miaoli, y heló en Changhua.

En 1920, el climatólogo estadounidense William Humphreys determinó la causa del año sin verano, tras leer un tratado escrito por Benjamin Franklin en 1783 culpando del verano extraordinariamente fresco al polvo volcánico proveniente de la erupción de Laki en Islandia.

Efectos culturales

Los altos niveles de ceniza en la atmósfera produjeron espectaculares ocasos durante este período, rasgo que se plasmó en las pinturas de J. M. W. Turner. Un fenómeno similar se observó después en 1883 tras la erupción del Krakatoa.

La falta de avena para alimentar a los caballos pudo haber inspirado al inventor alemán Karl Drais el estudio de nuevas formas de transporte sin animales, inventando la dresina o velocípedo, que fue el ancestro de la actual bicicleta y un paso más hacia el transporte personal mecanizado.

Las bajas temperaturas inutilizaron el órgano de la iglesia de san Nicolás en Oberndorf, Austria. Cuando llegó la Navidad, nadie había querido ir a las montañas del Este de Salzburgo para reparar el instrumento, de modo que el párroco, Josef Mohr, escribió un villancico y recurrió a su amigo Franz Xaver Gruber para que le pusiera música, capaz de ser cantada sin acompañamiento por un coro. Así nació Stille Nacht (que nosotros conocemos como "Noche de Paz"), sin duda la canción de Navidad más conocida en el mundo entero. Lo que casi nadie sabe es que también fue hija de aquel frío extraordinario.

Fue en el año sin verano cuando varios escritores e intelectuales que veraneaban en la Villa Diodati, una mansión cerca de Ginebra, aburridos y hastiados por el mal tiempo y la lluvia incesante que les impedían salir de la mansión, idearon entretenerse contándose historias de terror. Entre estos escritores estaban Lord Byron, Mary Shelley y John Polidori. De esos relatos se concibieron las ideas para las novelas Frankenstein y El vampiro, que serviría de inspiración a Bram Stoker para su célebre Drácula. Resulta curioso pensar que si no se hubiera producido la concatenación de hechos que produjo aquel curioso "verano sin verano" y este joven grupo de autores hubiera podido disfrutar de un verano normal, tal vez estos mitos modernos no hubieran visto la luz.