lunes, 5 de mayo de 2014

En la torre de la Catedral, hasta no hace demasiados años se podía visitar una de las mayores campanas de toda la cristiandad. Consagrada a San Eugenio, ya desde su instalación se cantaba la siguiente copla:

“Campana la de Toledo,
Iglesia la de León,
Reloj el de Benavente,
Rollos los de Villalón."

Se encuentra suspendida en el centro de la última bóveda del primer cuerpo de la torre, tiene 35 pies de circunferencia, algo más de 12 de alto y unas 11 pulgadas de grueso, pesando 1543 arrobas. En el suelo, caído se halla el badajo. En el costado que mira al norte tiene una cruz con una Virgen del Sagrario encima y una inicial del nombre de María en la peana; en el occidente la efigie de San Eugenio, y en el Oriente un escudo grande con las armas de la catedral primada y otros dos más pequeños; tiene además cinco largas inscripciones latinas.

Descripción de la Campana "Gorda":

Fue fundida por Alejandro Gargallo en 1755 por orden del cardenal Borbón. Sus medidas son: 2,29 metros de altura, 9,17 de circunferencia, y 2,93 de diámetro. El peso, entre 7.500 y 14.000 kilos, según la fuente que se consulte.

Gran grieta de 1.5 m limada para que no vibre. Sin embargo en la parte inferior, cercana al borde, hay insertados algunos tornillos modernos, quizás en un intento de unir en frío ambos lados de la rotura, tecnología aplicada para reparar, en alta mar, los motores de los barcos, que se empezó a aplicar en campanas, con resultados sonoros negativos.

Está cubierta, por dentro y por fuera, de innumerables grafitos, entre los que destaca uno, relativamente reciente: "PESO 21488 / S. M. C. 18-9-98"

En el suelo está el famoso badajo de bronce, fundido también por GARGOLLO que tiene escrito, en la parte superior "FRANCO / GONZA" , que tal vez corresponda a un visitante.

La campana tiene el badajo de hierro inmovilizado en el centro mediante cuatro gruesos alambres diagonales. También está dotada de un mazo motorizado exterior, antiguo y de pequeñas dimensiones, parcialmente desmontado y por tanto fuera de uso.



Subir la Campana Gorda a la torre

También se nos cuenta cómo se subió esta mole a la torre de la catedral; D. Luis Moreno Nieto lo relata en su libro "Toledo: sucesos, anécdotas y curiosidades":

"Es cierto aquello de que para campana gorda la de Toledo aunque no lo sea tanto lo de que "caben siete sastres y un zapatero, también la campanera y el campanero". Circulan en torno a la campana gorda de la catedral afirmaciones que están muy lejos de ser ciertas. Un folletito impreso hace ciento treinta años en la Imprenta Cea, situada en la calle de la Trinidad y que se vendía también en la desaparecida librería de Villatoro en la calle de Hombre de Palo al precio de medio real nos da referencias curiosas y sobre todo verdaderas acerca de su fabricación y colocación. Helas aquí: Se fundió por orden del cardenal Borbón y pesa 1.543 arrobas; para pesar el mental empleado en su fundición se mandó hacer una romana capaz de pesar hasta 141 arrobas. Fue bendecida por el obispo auxiliar Andrés Núñez que renunció a cobrar el estipendio que le correspondía por oficiar en la ceremonia; en vista de ello el cabildo le obsequió con un bote de tabaco y seis pañuelos.

Para subirla a la torre un vecino de Toledo llamado Manuel Maldonado hizo cuatro maromas y dos cuerdas de cáñamo que pesaron cerca de dos mil kilos. La operación de subida al campanario entre la natural expectación de los toledanos congregados en la plaza del Ayuntamiento se hizo de la siguiente manera: desde la casa número 5 de la cuesta de San Justo donde la había fundido el maestro Gargollo - por eso se llamó desde entonces la "casa de la campana"- fue arrastrada al pie de la torre junto a la puerta de las Palmas: "el día 30 de septiembre de 1755 - dice el narrador que firma su trabajo con las iniciales C.F.
 
Después de siete días invertidos en el arrastre desde la cuesta de San Justo a la plazuela del Ayuntamiento, se subió y fue convenientemente dispuesta tal y como ahora se encuentra y con tanta seguridad y lucimiento dirigió estas operaciones el alférez de fragata don Manuel Pérez que con esta comisión vino a Toledo acompañado de tres guardianes de navío y veintidós marineros que fueron espléndidamente regalados con un refresco y ricos presentes, cada uno según su categoría. Para subir la campana a la torre hubo de construirse una gran rampa y sobre ella algo así como una vía con dos carriles sobre la que deslizaba una plataforma sobre la que se montó la campana; mediante una garrucha o polipasto subía lentamente arrastrada por varias parejas de bueyes. Para que pudiese entrar en el campanario hubo que deshacer el muro que separa dos de las rejas laterales después reconstruido.

La leyenda de su tañido

Narra la tradición que la primera vez que se hizo sonar se oyó a kilómetros de distancia, llegando su sonido hasta el mismo Madrid. Numerosos vidrios de ventanas de Toledo se rompieron por la intensa vibración, asi como algunas mujeres, cercanas a su alumbramiento malparieron ante el estupor de dicho instrumento.

Se procedio entonces a fracturarla por orden del cardenal para evitar que los tañidos siguieran produciendo estragos como los supuestamente acaecidos el día del campanazo inaugural. De esta sutil manera, la leyenda deslizaba en la conciencia popular la idea de que la rotura obedeció a una acción meditada y altruista, y no a un vergonzante traspié.

Una enorme Grieta

Contra lo que proclama la leyenda, el campanazo inicial no produjo estragos en los cristales ni hizo malparir a las embarazadas; pero supuso algo quizá peor para el orgullo toledano: la campana no sonó como debía, evidenciando los signos de una incipiente rotura.

El mismo día de su estreno, el canónigo obrero ordenó cambiar el badajo de bronce por otro más pequeño de hierro, procedente de la campana sustituida, en la confianza de que así se solucionara el deficiente sonido. Pero, lejos de eso, la campana siguió adoleciendo de afonía y su fisura fue agrandándose día a día hasta hacer aconsejable el limado de sus bordes, quedando tras ese proceso con la ancha y larga grieta que presenta en la actualidad.

Durante dos años, el pueblo toledano había aguardado ansioso la fundición y colocación de la gran campana, que se anunciaba como la mayor de España, y con tales credenciales florecieron, al socaire de la expectación, toda suerte de canciones populares y villancicos, y no faltó, claro ésta, el ingenioso que la bautizase —con ese tino que tiene el pueblo para los motes— como «la Gorda». Todavía sigue siendo, con sus casi 18 toneladas, la campana más grande de España, y sólo dos la aventajan en tamaño en el mundo: la gran campana del Zar, en Moscú, con sus gigantescas 216 toneladas, aunque rota y fuera de servicio; y la de la catedral de Colonia, con 24 toneladas, la primera más grande en activo.

La iniciativa de la gran campana de San Eugenio fue auspiciada por el arzobispo-cardenal de Toledo, Luis Antonio de Borbón, hijo de Felipe V y hermano de Carlos III, que invirtió en ella una ingente cantidad de dinero con la finalidad de dotar a la catedral de Toledo de un imponente esquilón acorde con la grandeza del templo Primado de las Españas.

El aparejador de la catedral no tardó en comprender que el mal sonido y la fisura de la campana se debían a un defecto de la fundición, y así lo dejó escrito en cierto documento, señalando que la quiebra descubierta «muy a los principios y muy sutil», fue debida por «haberse revuelto el metal liquidado con la tierra del macho o alma del molde; de que resultaron varias deformidades en lo interior de la campana y algunas cavernas cerca de las asas que se macizaron de estaño».

Pese a este diagnóstico rotundo y clarificador, los autores locales se aprestaron enseguida a culpar de la grieta al tamaño y naturaleza broncínea del badajo, lo que no cabe interpretar sino como un intento de curar cierto pundonor herido, ya que asumir que la campana se rompió por la enormidad del badajo de bronce tenía hasta su punto de jactancia; pero aceptar que se hubiera arruinado por un error de fabricación, eso no comportaba sino sonrojo.

Pero aunque los especialistas aceptan que la quiebra la campana se debió a un defecto de fundición, el badajo de bronce, pese a estar limpio de culpa, permanece todavía relevado de sus funciones y postrado a los pies de la Gorda como un reo humillado y convicto… aunque inocente.

Y desde 2011 es visitable

El 6 de septiembre se ha inaugurado de forma oficial la rehabilitación realizada en el claustro y el acceso a la torre de la Catedral de Toledo, que incluye la visita a la "Campana Gorda" (noticia en ABC Toledo) Al acto han asistido diversas autoridades y nos ha permitido acceder en primicia a espacios que llevaban hasta 28 años cerrados al público. Las obras de rehabilitación (que han costado unos 600.000 euros) son una maravilla, permitiendo el acceso a espacios como el Balcón de la Reina (desde el que hay una impactante vista del interior de la Catedral muy próxima a las bóvedas) o diversos cuerpos de la torre, como la sala que aloja el mecanismo del reloj o la "sala de poleas". También permite la visita a dependencias como la cocina utilizada por el campanero o el claustro alto.