jueves, 29 de mayo de 2014


Un caluroso día de Agosto de 1901, dos damas americanas, Anne Moberly y Eleanor Jourdain, que estaban haciendo un tour por París, decidieron visitar el magnífico Palacio de Versalles. Mientras paseaban por sus bellos jardines, decidierom visitar el Petit Trianon, la casa de descanso de la Reina María Antonieta. La primera sorpresa,fue ver que el lugar estaba resguardado por un par de hombres vestidos con casacas verdes y tricornios, lo cual no les extrañó al pensar que estaban disfrazados. Observaron también a una mujer grande y a una joven paradas junto a una fuente, quienes vestían corpiños anudados con pañuelos blancos, una de ellas sostenía un cántaro en su hombro.

Anne Moberly y Eleanor Jourdain
Sin reponerse de la sorpresa que les había causado aquel pintoresco encuentro, que en su momento creyeron un actor contratado por el patronato de turismo francés, Las dos turistas se internaron en el lugar y en un jardín encontraron sentado junto a un quiosco a un hombre cuyo rostro les pareció repugnante. Portaba una capa y sombrero de estilo español y no quisieron acercarse a él pues su persona provocaba cierta sensación de miedo. De pronto apareció un muchacho de traje oscuro y calzado con zapatos de hebilla. Les extrañó su grito: “¡Por aquí, buscad la casa!”, dijo otras palabras inteligibles antes de retirarse en forma apresurada.

el Petit Trianon, actualidad
Por un puente atravesaron un pequeño barranco donde una hermosa cascada transmitía su sonido tranquilizante y llegaron por un sendero a un prado con árboles en sus orillas. Ahí vieron a una dama sentada en el césped de espalda a una casa con terraza; ella tenía en las manos un gran papel blanco, a las dos británicas les pareció que la mujer estaba dibujando. Sus cabellos rubios asomaban de un sombrero blanco, mientras un chal verde pálido le cubría los hombros.

María Antonieta
Al fondo se escuchaba un violonchelo con una música rara. Ambas sintieron que su presencia podía ser indiscreta y se retiraron. Compartieron de inmediato una sensación de extrañeza ante el ambiente convertido en irreal, sin efectos de luz o sombra; tal como describieron en su libro, el viento no mecía los árboles y todo estaba intensamente quieto.

Aquel ambiente era maravilloso, y cuando dejaron los jardines, al salir del palacio le dijeron a un vigilante que querían darle la enhorabuena al encargado por el fantástico espectáculo que tenían para los turistas. El vigilante las miró algo extrañado y les comentó que nunca habían tenido ese tipo de recreos. Ellas, aun así, le describieron todo lo que habían presenciado, y le decían que habían visto gente vestida de época salir y entrar por tal o cual lugar, pero su interlocutor empezó a sentirse algo molesto pues creía que aquellas damas americanas se estaban riendo de él ya que le hablaban de edificios y puertas que hacía tiempo o bien habían dejado de existir o nunca habían sido abiertas.

Versalles, el Petit Trianon
Ya en Londres, al recordar ese paseo muchas otras cosas les parecieron aún más extrañas; las voces eran apagadas, las escenas vistas es como si fueran ondulantes, una sensación atribuida por ellas al calor. Hicieron otros viajes al Petit Trianon y ya no encontraron el quiosco y un bosquecillo había sustituido al prado.

Entonces las dos eruditas inglesas consultaron viejos libros y mapas, entablaron correspondencia con historiadores y fueron así identificando a los distintos personajes correspondientes a los existentes en tiempos de la Reina. Los guardias eran los hermanos Bersy, la muchacha con el cántaro era Nathalie Novi Marion, la hija de un jardinero de Versalles, —cuyo testimonio ya adulta le sirvió a Julie Lavergne para su obra Légendes de Trianon et Versalles—, el hombre en el quiosco era el conde de Vadreuil, marcado por la viruela en el rostro y quien era gran halconero del Rey Luis XVI y amante de la condesa de Polignac, una de las favoritas de la Reina; a este hombre María Antonieta le llamó su “genio maléfico” y no se equivocaba en nombrarlo así. El criado respondía al nombre de Lagrange.

Nathalie Novi Marion
Muchos otros detalles fueron descifrados, como por ejemplo el quiosco donde estaba el conde de Vadreuil era conocido como el “templo del amor” y fue derruido después de la Revolución. La música escuchada eran acordes de Sacchini. En el archivo de la Biblioteca Nacional de París encontraron una nota indicando que la Reina había mandado confeccionar en el verano de 1789 dos corpiños de seda verde pálido.

El 5 de octubre de 1789, la reina María Antonieta descansaba en un prado del Petit Trianon cuando un mensajero le avisó que una turba se dirigía hacia Versalles y la conminó a ir hacia “la casa” mientras él corría a preparar el carruaje para regresar al Palacio.

condesa de Polignac
Según Andrew Tomas en su libro La barrera del tiempo, en agosto de 1901 oleadas de calor barrieron Europa, provocando que el estatismo de la atmósfera amplificara el campo del tiempo y eso permitió el fenómeno observado por las dos inglesas al mirar a la Reina María Antonieta y su entorno.

Si Einstein tiene razón —cita Tomas al matemático J. W. Dunne—, entonces los contenidos del tiempo son tan reales como los del espacio y María Antonieta está presente en este mismo instante en cuerpo y espíritu en el Petit Trianon.

Las señoras Mourley y Jourdain estuvieron un 10 de agosto en el Petit Trianon. En una fecha similar, María Antonieta se refugió con el Rey y su familia en la Asamblea Nacional ante el violento asalto a las Tullerías; ese día cayó la monarquía y en esa circunstancia en algún momento su mente se evadió hacia su última estancia en un jardín secreto y dicho recuerdo se convirtió en un sueño proyectado en ese mismo lugar.