jueves, 6 de febrero de 2014

La Cornudilla

Ochate
Durante mucho tiempo se ha hablado de la popular aldea de Ochate como el pueblo "maldito" por excelencia, dentro de nuestra geografía española; y aunque bien es cierto que las innumerables manifestaciones que allí se han venido observando la han convertido en la más exclusiva y especial en cuanto a la diversidad de sus fenómenos, no es la única en poseer el dudoso privilegio de tal denominación.

Otras aldeas y pueblos, dispersos por distintos puntos de nuestro país, la acompañan en su andadura. Algunos son conocidos, otros no tanto; la aldea que nos ocupa forma parte de éstas últimas. Situada en Valencia, y conocida como la Cornudilla, este pequeño pueblo de principios de siglo, abandonado y olvidado en la actualidad, sigue reclamando su pequeño espacio en la historia de lo paranormal.

Hoy inofensiva pero antaño activa, bien merece una mención. En el Condado de Treviño, a 14 kilómetros de Vitoria, se encuentra la aldea de Ochate. Quienes han peregrinado por este lugar y conocen su historia, sienten, aún sin darse cuenta, la extraña sensación de lo que alguna vez aconteció en aquel lugar. Situada entre los pueblos de Aguillo, Imiruri y Ajarte, Ochate es el más fiel reflejo de lo mistérico y lo paranormal dentro de la leyenda de los pueblos malditos y mágicos.

El investigador Pruden Muguruza, quién ha llevado a cabo el mejor trabajo sobre Ochate, nos relata como en 1.947 un vecino de Imiruri, tras ver caer una potente luz sobre la ermita de Burgondo, encontró entre las ruinas dejadas por aquel "rayo", un medallón con la representación de la Virgen, no conocido por nadie hasta aquella fecha, o como un vecino de Marquínez que dirigiéndose a su huerto desapareció, con azada y todo, sin dejar rastro alguno. Por desgracia el interés que suscita Ochate ha provocado que muchos curiosos irresponsables hayan acudido al lugar destrozando todo lo que han encontrado a su paso (en el que se incluye el incendio de la iglesia) y ha incitado a tejer fábulas imaginarias que en nada benefician a su verdadera historia.

La Cornudilla y su entorno

La Cornudilla, que apenas aparece en ningún mapa, forma parte del término municipal de Requena y está circundada por las aldeas de los Marcos y los Ruices, cuyos únicos habitantes conocen su peculiar historia. Caminar por esta aldea no despierta hoy día la más mínima sospecha de lo que pudo haber ocurrido en el pasado, siendo un lugar tranquilo y silencioso, roto tan sólo por el balar de las ovejas de algún pastor vecino o el ocasional tránsito de los tractores que pasan por su, actualmente, allanada calle principal que divide la aldea en dos mitades.

El lugar es apacible en su conjunto, está rodeado de montes y viñedos y a tan solo treinta metros se encuentra la rambla de los caballeros procedente del río Cabriel, que ofrece un panorama ideal para cualquier campista. En la actualidad existen pocas viviendas sanas, dos o tres a lo sumo, que forman lo que se podría llamar, el núcleo principal de la aldea, las restantes diseminadas por los alrededores, solo mantienen su estructura, excepción hecha de un enorme corral usado antaño para cobijar el ganado y que se ha sustentado incólume al paso de los años. A unos 25 metros del resto de la aldea, existe una pequeña casa, deteriorada en su mayor parte, que se nos antoja, al mirarla, ajena a la Cornudilla, esta casa llamada por los marqueños y jaragueños, la "casa del ruido" desempeña, como veremos más adelante, un papel principal en la leyenda maldita de ésta aldea.

La Cornudilla
Conocer la historia exacta de la Cornudilla no resulta tarea fácil, como tampoco entrevistar a los testigos o situar los acontecimientos en una fecha determinada. Los rudos lugareños a los que tan difíciles son de acceder por considerar todos los temas paranormales como asuntos que deben respetarse o bien ocultarse por temor al ridículo, suelen mantener un absoluto mutismo o simulan no conocer nada referente a todo ello.

La actitud más frecuente con la que nos encontramos es la de remitirnos a otras personas que quizás supieran algo y estas a otras, con la intención, suponemos, de quitarse el bulto de encima y no ser ellos los que dieran a conocer lo sucedido. Buscamos entre las personas de mayor edad que pudieran haber vivido directamente lo que allí pasó pues lo jóvenes más dispuestos a hablar, poco conocían ya de la Cornudilla, excepto vagas anécdotas distorsionadas por el tiempo, oídas a sus mayores. Se nos relató que en la Cornudilla, a mediados de los cincuenta, cuando la aldea todavía estaba habitada y ya al final de su existencia, los "duendes", pues así se les sigue llamando por estas latitudes a las apariciones, hicieron una visita a sus moradores, alterando la pacífica vida de estos agricultores y provocando un miedo considerable entre estas gentes endurecidas por la existencia en el campo.

Los testigos que por aquel entonces no eran más que niños, dicen recordar como era frecuente escuchar en el interior de sus casas, en las poco iluminadas noches de aquellas fechas, murmullos procedentes de no se sabe dónde, sombras que deambulaban de un sitio para otro y ruidos nocturnos de extraña naturaleza, todo ello acompañado del natural miedo que se creó entre sus habitantes.

La casa del Ruido
Nadie se supo explicar, ni siquiera hoy, que motivó aquel episodio. Se llegó incluso a sospechar que la aldea estaba construida sobre "tierras extrañas" aunque nada, excepto árboles, existía en aquel suelo hasta entonces. Lo cierto es que estas misteriosas manifestaciones se esfumaron del mismo modo en que aparecieron, sin previo aviso, aunque no fue este el caso de esa pequeña casa, que como antes decíamos, se halla a uno pocos metros de las demás viviendas, conocida como "la casa del ruido", de la que hoy sólo quedan dos muros, pero en la que todavía se puede apreciar su estructura interna, que parece poseer, al contemplarla, una personalidad propia extraña al resto del conjunto.

La casa del Ruido

Uno de los testigos vivió en primera persona todo lo ocurrido en la Cornudilla, siendo ya una persona adulta, nos habla de la "maldición" de la casa del ruido, siendo él uno de los protagonistas. Este hombre, hoy de unos setenta años de edad, al que llamaremos Tío F. para respetar su intimidad, cuenta cómo viviendo en esta casa de su propiedad familiar, se oían al caer la noche, ruidos estruendosos de todo tipo procedentes del pozo interior de la vivienda, y cadenas que eran agitadas contra el suelo del piso superior.

Interior de la casa de los ruidos
También eran frecuentes los fenómenos de poltergeist donde cubiertos y platos eran arrojados contra las paredes sin ningún motivo aparente, parece que acompañados de susurros. Los animales también parecían notar lo que en aquella casa se cernía. Tanto los perros como la caballeriza, se inquietaban y agitaban estando en los abrevaderos. Se llegó a un extremo en el que los propios moradores, presas del más absoluto terror, se vieron obligados a abandonar la vivienda y trasladarse a las vecinas aldeas de los Marcos y los Ruices, que ya reclamaba a los cornudilleros abandonar tan pequeño núcleo poblacional.

El pozo
Todo esto motivó que se hicieran apuestas entre los aldeanos vecinos de unas pocas "perras", para comprobar quién era capaz de vivir en esta casa y soportar todas sus manifestaciones; según indica el tío F., y otras personas testigos de las apuestas, pocas de las varias familias que por allí pasaron, lograron estar más de dos semanas seguidas. Tanto la casa del ruido, como el resto de la aldea, fue abandonada, en los últimos tiempos de los años cincuenta.

Sus habitantes marcharon, en parte por asentarse en pueblos de mayor expansión (la Cornudilla no tendría más de cuarenta habitantes) y en parte por la soledad que inspiraba esta pequeña aldea. Aunque creemos que su condición mágica tubo también algo que ver, lo cierto es que en la actualidad sólo quedan los muros y tejados de ese centenario pueblo y los pocos murciélagos que han ocupado las casas como buenas mantenedoras del misterio, y en el lugar más apartado, donde la casa del ruido todavía se erige misteriosa y oscura, reclamando aún a algún atrevido a pernoctar en su interior, pese a que actualmente a perdido toda su fuerza y maldad ...