martes, 23 de septiembre de 2014

El caso D.B.Cooper


El miércoles 24 de noviembre de 1971, un día antes del día de Acción de Gracias en Estados Unidos, un pasajero que viajaba bajo el nombre de Dan Cooper abordó un Boeing 727-100 en el vuelo 305 (número de registro de la FAA N467US) de Northwest Orient (posteriormente Northwest Airlines) que partía del Aeropuerto Internacional de Portland con destino a Seattle, Washington.

Dan Cooper fue descrito como un hombre de unos 45 años, con una altura entre 1,78 y 1,83 metros que ese día llevaba una gabardina negra, mocasines, traje oscuro, camisa blanca, corbata negra, gafas de sol oscuras y un alfiler de corbata hecho de madreperla. Se sentó en la parte trasera del avión en el asiento 18C y después de que la nave despegara, le entregó una nota a la azafata Florence Schaffner, que se encontraba sentada en un asiento plegable cerca de la salida trasera, justo a la derecha del asiento de Cooper. 

Ella pensó que se trataba de su número de teléfono, por lo que guardó la nota en su bolsillo sin leer su contenido. Sin embargo, Cooper se le acercó y le dijo: «Señorita, mejor lea lo que hay en esa nota. Tengo una bomba». En el mensaje estaba escrito: «Tengo una bomba en mi maletín. La usaré si es necesario. Quiero que se siente junto a mí».

Retrato robot de D.B.Cooper
La nota también pedía US$200 000 en billetes sin marcar y dos sets de paracaídas (dos paracaídas de espalda y dos paracaídas de emergencia) y explicaba detalladamente cómo se debían entregar estos objetos una vez que el avión aterrizara en el Aeropuerto Internacional de Seattle-Tacoma; si no se cumplían sus demandas, haría estallar el avión. Cuando la azafata informó a la cabina de vuelo sobre Cooper y sus demandas, el piloto, William Scott, contactó con el control del tráfico aéreo de Seattle-Tacoma, quienes a su vez se pusieron en contacto con la policía de Seattle y el FBI. La agencia se puso en contacto con el presidente de Northwest Orient, Donald Nyrop, quien pidió a Scott que cooperase con el secuestrador. 

El piloto ordenó a Schaffner volver a la parte trasera del avión y sentarse junto a Cooper para tratar de averiguar si la bomba era real. Cuando el secuestrador descubrió las intenciones de la azafata, abrió su maletín momentáneamente, lo suficiente para que Schaffner viera varios cilindros rojos, una gran batería y cables, convenciéndose de que la bomba era verdadera. Cooper le ordenó que le dijera al piloto que no aterrizara hasta que el dinero y los paracaídas estuvieran listos en el aeropuerto. Schaffner regresó a la cabina para entregar las instrucciones del secuestrador.

Intercambio de pasajeros
 
Boeing 727-100
Después de que las demandas fueron comunicadas a las autoridades, el avión empezó a sobrevolar el Puget Sound, un estrecho marítimo cerca de Seattle. Mientras recolectaban el dinero, los agentes del FBI siguieron las instrucciones de usar sólo billetes sin marcar, pero decidieron usar billetes impresos principalmente en 1969 y con números de serie empezando con la letra L, emitidos por el Banco de la Reserva Federal de San Francisco. 

Asimismo, los agentes pasaron rápidamente los 10 000 billetes de 20 dólares por un dispositivo Recordak para crear una fotografía en microfilm de cada uno y así grabar los números de serie. Las autoridades inicialmente pretendían usar paracaídas militares de la Base de la Fuerza Aérea McChord, pero Cooper especificó que quería paracaídas civiles que tuvieran cordones de apertura manuales. La policía de Seattle encontró unos ejemplares como los que exigía el secuestrador en una escuela local de paracaidismo.

Mientras tanto, Cooper permaneció sentado en el avión bebiendo un cóctel de bourbon whisky con soda de limón por el que ofreció pagar. Tina Mucklow, una azafata que permaneció junto al secuestrador la mayor parte del tiempo, lo describió como una persona agradable y lo suficientemente considerada para pedir que le dieran comida a la tripulación después del aterrizaje en Seattle. Sin embargo, los investigadores del FBI afirmaron que el secuestrador era obsceno y que usaba «malas palabras». 

la azafata Mucklow
A las 17:24, el control de tráfico del aeropuerto le comunicó a Scott que las demandas de Cooper habían sido cumplidas. Entonces el secuestrador permitió al piloto aterrizar. El avión tocó tierra a las 17:39. Posteriormente, Cooper ordenó a Scott que llevara la aeronave a una sección remota de la pista y que atenuara las luces en la cabina para evitar a los francotiradores de la policía. 

Asimismo, pidió al control de tráfico que enviara a una persona a entregar los $200 000 y los paracaídas. La persona elegida, un empleado de Northwest Orient, se acercó hasta el avión y entregó los objetos a la azafata Mucklow a través de las escaleras traseras. Pocos minutos después, Cooper liberó a los 36 pasajeros y a la azafata Schaffner, pero retuvo al piloto Scott, la azafata Mucklow, el primer oficial Bob Rataczak y al ingeniero de vuelo H.E. Anderson.
 
En ese momento, los agentes del FBI desconocían las intenciones del secuestrador y estaban perplejos por su demanda de cuatro paracaídas. Asimismo, se preguntaban si tendría un cómplice a bordo o si los paracaídas eran para los cuatro miembros de la tripulación que permanecían con él. Nunca antes había intentado alguien saltar en paracaídas desde un avión comercial secuestrado. 

Mientras la aeronave era reabastecida, un oficial de la Administración Federal de Aviación que quería explicar al secuestrador las implicaciones legales de la piratería aérea caminó hasta la puerta del avión y pidió permiso a Cooper para abordar el avión, pero este se lo negó al instante. Una bolsa de vapor en el motor del camión con gasolina retrasó el proceso de reabastecimiento y Cooper empezó a sospechar cuando, después de 15 minutos, no habían acabado. El secuestrador amenazó nuevamente con hacer estallar el avión, por lo que los encargados del abastecimiento aceleraron la tarea hasta completarla.

De vuelta en los aires
 
Después del reabastecimiento y de una inspección detallada del dinero y los paracaídas, Cooper ordenó a la tripulación despegar nuevamente a las 19:40. También decidió que volaran con rumbo a México, D. F., a una velocidad relativamente baja de 170 nudos (320 km/h), a una altitud de 3000 m (la altitud normal de crucero es entre 7600 y 11000 m), con los trenes de aterrizaje desplegados y con 15 grados de flaps. Sin embargo, el primer oficial Rataczak le dijo que el avión sólo podría volar 1 600 km bajo esas condiciones, por lo que Cooper y la tripulación discutieron otras rutas antes de decidir volar hasta Reno, Nevada, en donde se reabastecerían nuevamente. También decidieron volar en la ruta Victor 23, una ruta aérea federal que transcurre al oeste de la cordillera de las Cascadas. Asimismo, Cooper ordenó a Scott que dejara la cabina despresurizada, ya que esto evitaría una salida violenta de aire y facilitaría la apertura de cualquier puerta para saltar en paracaídas.
 
Inmediatamente después del despegue, Cooper pidió a Mucklow, quien había estado sentada junto a él, que volviera a la cabina y que permaneciera allí. Antes de que pasara tras las cortinas que separaban primera clase de clase económica, la azafata vio al secuestrador atando algo a su cintura. Momentos más tarde, en la cabina, la tripulación observó una luz intermitente indicando que Cooper intentaba abrir la puerta trasera de la aeronave. A través del interfono, Scott le preguntó si había algo que pudieran hacer por él, a lo que el secuestrador respondió: «¡No!».

La tripulación empezó a notar un cambio de presión en la cabina. Cooper había abierto la puerta trasera y había saltado del avión. Esta fue la última vez que se supo de él. El FBI cree que el salto fue realizado a las 20:13 sobre el suroeste del estado de Washington ya que a esta hora las escaleras traseras se sacudieron, posiblemente en el instante en que abandonó la aeronave. En ese momento, el avión estaba volando a través de una tormenta y la nubosidad impedía ver el suelo. Debido a la mala visibilidad, los aviones de caza F-106 que seguían la aeronave no se dieron cuenta del salto del secuestrador. Inicialmente se creyó que había aterrizado al sureste del área no incorporada de Ariel (Washington), cerca del lago Merwin, 48 km al norte de Portland (Oregón). Teorías posteriores, basadas en varias fuentes tales como el testimonio del piloto de Continental Airlines, Tom Bohan —quien volaba a 1 200 metros sobre el vuelo 305 y 4 minutos detrás del mismo—, ubican la zona del aterrizaje a 32 km al este de ese punto.


Después de dos horas y media del despegue en Seattle, el avión, con la compuerta trasera abierta, aterrizó en Reno a las 22:15. El aeropuerto y la pista fueron rodeados por agentes del FBI y de la policía local. Tras comunicarse con el capitán Scott, se determinó que Cooper había abandonado la aeronave y los agentes abordaron el avión para buscar cualquier evidencia que hubiera dejado, encontrando varias huellas dactilares, una corbata con un alfiler de madreperla, dos de los cuatro paracaídas y ocho colillas de cigarrillos.
 
Sin embargo, no había rastro del maletín del secuestrador, del dinero, de la bolsa que lo contenía ni de los dos paracaídas restantes. Las personas que habían interactuado con Cooper a bordo del avión y en tierra fueron interrogadas para crear un retrato robot. La mayoría de los testigos proporcionaron la misma descripción, por lo que el FBI estima que el retrato es una representación fiel de Cooper y lo utiliza en todos los pósters en los que se requiere su captura.

Desaparición

Aunque a finales de 1971 y principios del año siguiente se llevaron a cabo diversas búsquedas aéreas y terrestres en un área de 73 km² en donde se creía que Cooper había aterrizado, no se encontró ningún rastro del secuestrador o de su paracaídas. La velocidad del avión (91 metros por segundo), las diferencias de altitud y la incertidumbre del momento del salto dificultaron la determinación del punto exacto de aterrizaje. Debido a esto, el FBI cree que Cooper no sabía dónde iba a aterrizar, por lo que probablemente no había un cómplice en tierra que lo ayudase a escapar. Inicialmente, el FBI trabajó junto a los policías de los condados de Clark y Cowlitz, quienes realizaron búsquedas a pie y en helicóptero. 

Otros patrullaron el Lago Merwin y el Lago Yale en botes. Pese a que con el paso del tiempo no aparecía ningún tipo de pistas, la llegada del deshielo con la primavera boreal favoreció que se realizara una búsqueda terrestre extensiva, llevada a cabo por el FBI y más de 200 miembros del Ejército de los Estados Unidos que estaban estacionados en Fort Lewis. La expedición examinó metro por metro del área estimada de aterrizaje durante dieciocho días consecutivos del mes de marzo y por otros dieciocho días en abril de 1972. Después de seis semanas, la búsqueda no rindió ningún resultado, por lo que existe controversia sobre si Cooper aterrizó realmente en esa área y si sobrevivió al salto.

Con el paso de los años, nuevas evidencias fueron apareciendo. A finales de 1978, un cazador que se encontraba al norte del área estimada de aterrizaje encontró una pancarta con instrucciones para abrir la puerta trasera de un Boeing 727. Después de ser analizada, se determinó que pertenecía a la puerta del avión secuestrado. 

El 10 de febrero de 1980, Brian Ingram, un niño de ocho años que estaba de pic-nic con su familia, encontró $5.880 en billetes semidestruidos (un total de 294 billetes de $20 todavía atados en bandas elásticas) aproximadamente a doce metros de la orilla del río Columbia a ocho kilómetros al noroeste de Vancouver (Washington). Después de comparar los números de serie de estos billetes con los de los billetes entregados a Cooper, se determinó que el dinero encontrado por Ingram era parte del rescate pagado nueve años atrás. 

Varios científicos locales reclutados por el FBI declararon que el dinero pudo haber llegado a ese lugar después de que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos dragara varias secciones del río en 1974. Otros expertos, incluyendo al geólogo Leonard Palmer de la Portland State University, estimaron que el dinero tuvo que haber llegado después de que el dragado hubiera finalizado ya que Ingram encontró los billetes sobre depósitos de arcilla que habían sido sacados del río por la draga. Varios investigadores e hidrólogos creen que los billetes llegaron al río Columbia a través de uno de sus afluentes, posiblemente el río Washougal, el cual nace en el área donde se cree que aterrizó Cooper.

El descubrimiento de los $5 880 respaldó la teoría del FBI de que Cooper no sobrevivió al salto ya que era improbable que un criminal dejara atrás parte de un botín por el que arriesgó su vida. Las autoridades conservaron los billetes recuperados hasta 1986, cuando un tribunal repartió el dinero entre Ingram, el FBI, Northwest Airlines y su compañía de seguros. El 13 de junio de 2008, de acuerdo con los deseos de Ingram, la casa de subastas Heritage Auctions vendió 15 de los billetes en Dallas (Texas) a varios compradores por un total de más de $37000.

Con la excepción del dinero recuperado por Ingram, el resto del rescate continúa desaparecido. Los números de serie de los 9.998 billetes entregados al secuestrador se encuentran en una base de datos que puede ser consultada por el público a través de un motor de búsqueda.

Repercusiones

Efecto en las aerolíneas

El secuestro provocó que se dieran grandes cambios en la seguridad de los vuelos comerciales, principalmente la adición de detectores de metal en los aeropuertos, nuevas reglas de seguridad de vuelo instauradas por la FAA y modificaciones en el diseño Boeing 727. Después de tres secuestros similares en 1972, la Administración Federal de Aviación exigió que todos los Boeing 727 estuvieran equipados con un mecanismo conocido como el «Cooper vane», una cuña aerodinámica que impide que las escaleras traseras de un avión sean abiertas durante el vuelo.

Nueva evidencia

El 1 de noviembre de 2007, el FBI publicó información sobre una evidencia del caso que no había sido revelada al público anteriormente. La institución exhibió el tiquete aéreo de Cooper, el cual había costado $18,52. También reveló que el secuestrador había solicitado dos paracaídas de espalda y dos paracaídas de emergencia. Sin embargo, las autoridades le habían entregado inadvertidamente un paracaídas falso que era usado para dar demostraciones en clase. Este paracaídas no se encontró en el avión después del secuestro y algunos piensan que Cooper no se dio cuenta de que no funcionaba. El otro paracaídas de emergencia, que funcionaba adecuadamente, se encontró abierto en el avión con la cubierta cortada, por lo que se cree que Cooper lo usó para asegurar la bolsa del dinero.
 
El 31 de diciembre de 2007, el FBI publicó un comunicado de prensa en Internet que contenía fotografías inéditas y nueva información del caso, con la intención de encontrar nueva evidencia sobre el secuestro y la identidad de Cooper. En el comunicado de prensa, el FBI descartó la teoría de que Cooper era un paracaidista experimentado. Aunque inicialmente habían creído que Cooper debería haber tenido entrenamiento para lograr el secuestro, un análisis detallado de los eventos hizo que el FBI modificara su teoría. Los investigadores comentaron que ningún paracaidista con experiencia intentaría saltar en medio de una tormenta y sin una fuente de luz. Asimismo, los investigadores creen que, aunque Cooper tenía prisa por escapar, un paracaidista experimentado se hubiera detenido a examinar su equipo.

El agente especial Larry Carr propuso la teoría de que Cooper tomó su nombre de Dan Cooper, un héroe de tiras cómicas francocanadienses, que es miembro de la Real Fuerza Aérea Canadiense y aparece saltando de un avión en la portada de una revista.

¿Se ha resuelto el caso actualmente?

Casi cuarenta años después, aún no se ha resuelto el misterio de la suerte del célebre criminal tras su temerario salto. El FBI ha seguido miles de pistas, e investigado en profundidad más de una veintena de sospechosos, pero sus huellas dactilares nunca han coincidieron con las que se encontraron en el avión. Sin embargo, nuevas pruebas han reabierto el interés por el caso, y apuntan a que podría haber sobrevivido.
 
Marla Cooper
Marla Cooper, una mujer de Oklahoma que asegura que el célebre malhechor era su tío, y murió en 1999. Marla recuerda que, estando una tarde en casa de su abuela, dos de sus tíos estaban planeando una acción, si bien ella no entendía de qué se trataba. Unos días después, uno de sus tíos, al que llamaba L.D., llegó a casa sangrando de forma abundante. “Era la mañana del día de Thanksgiving y mi tío estaba herido. Tenía sangre en la camiseta. Estaba en mal estado”, recuerda en una entrevista a la CNN Marla, que entonces tenía sólo ocho años. Su padre le dijo que “no podía hablar nunca de lo que había visto” porque podría significar la muerte de su tío, al que vio por última vez en la Navidad del año siguiente.

Durante casi cuatro décadas, Marla escondió en un recóndito rincón de su memoria aquel recuerdo, tal como le había ordenado su padre. Nadie en su familia habló nunca más de aquel incidente. Simplemente, su tío se esfumó, y ni tan siquiera apareció en el funeral de su abuela en 1975. Hace unos meses, Marla rompió por fin el pacto de silencio, e informó al FBI, que está estudiando la veracidad del caso.
 
El agente del FBI Fred Gutt ha reconocido a la CNN que, a pesar de no haber podido aún verificar la historia de Marla, las pruebas proporcionadas por la familia no parecen “inconsistentes”. Ahora bien, lo que parece difícil de explicar es cómo Cooper fue capaz de llevar a cabo su arriesgada evasión, escapando al cerco de las autoridades. “Al principio pensamos que Cooper era un experimentado paracaidista, quizás de las fuerzas armadas. Pero luego concluimos que no podía ser. Ningún experimentado paracaidista se habría arriesgado a saltar en una noche de lluvia, con vientos de 250 km hora, y vistiendo gabardina y mocasines”, explicó el agente Larry Carr en 2007.

Además, la policía cree que no contaba con ningún compinche en tierra, pues no dio instrucciones precisas al piloto sobre qué zona debía sobrevolar y, además, aquella noche la visibilidad era pésima. “Saltar al desierto sin un plan, sin el equipo adecuado, en una condiciones meteorológicas tan adversas ... Probablemente no pudo abrir ni su paracaídas”, dijo Carr en 2007.

Si finalmente se confirma la historia de Marla Cooper, su tío se habrá ganado con todo merecimiento un lugar en la lista de criminales más brillantes (y afortunados) del siglo XX junto a Bonnie & Clyde.