Nicolas Flamel (Pontoise, ca. 1330 – París, 22 de marzo de 1418) fue un rabino y burgués parisino del siglo XIV, escribano público, copista y librero jurado; aunque sin duda un personaje histórico, las leyendas lo describen como alquimista de suficiente habilidad para ejecutar las dos obras más complejas del arte alquímico: la transmutación de los metales en oro gracias a la elaboración de la piedra filosofal, y la inmortalidad.
Flamel era un hombre letrado para su época. Aprendió a leer y a escribir de la mano de su padre, copista de profesión, y de los monjes benedictinos, consiguiendo dominar a parte del francés, el latín y el hebreo. Tras comenzar como aprendiz de escribano, comienza a trabajar en el arte de copiar manuscritos, hasta que un día un misterioso anciano entró en su pequeña tienda portando un volumen encuadernado en cobre.
Cuenta la leyenda que unos años antes, Flamel había soñado que ese mismo libro estaba en las manos de un ángel, por lo que no duda en comprárselo a su misterioso dueño por el precio de dos guineas. Pero aquel manuscrito excedía con creces sus conocimientos, llevandole 21 años intentar descifrarlo.
Para ello viajó a España, donde consultó tanto a las autoridades sobre Cábala como a los especialistas en el mundo antiguo —en aquella época y bajo la influencia andalusí, las mejores traducciones del Griego antiguo se producían en las universidades españolas— hasta encontrar, después de preguntar a muchas personas, en León a un anciano rabí, el Maestro Canches, quien identificó la obra como el Aesch Mezareph del Rabí Abraham, y enseñó a Flamel el lenguaje y simbolismo de su interpretación.
La narración de todos estos hechos tiene lugar en su Libro de las figuras jeroglíficas (1399) que describe brevemente al comienzo dichas peripecias, explicando a lo largo de dicha obra el magisterio filosofal descrito como si de la peregrinación a Santiago de Compostela se tratara, sin embargo algunas teorías apuntan a que dicho entramado tiene un significado mucho más profundo, siendo reflejo de los misterios iniciáticos que se ocultan tras esta obra. Entre estos misterios estaban el descubrimiento de la Piedra filosofal y la creación de homúnculos mediante la palingenesia de las sombras (crear un cuerpo astral, animal o vegetal).
Flamel regresó a París en 1382, en 1407 se hizo construir una casa, aún en pie, en el actual 51, rue de Montmorency, además de financiar capillas, asilos y hospitales. El rey Carlos VI de Francia le pidió que le aportara oro a las arcas reales mediante su sistema de transmutación.
Se asegura que durante esos años elaboró también una piedra, gracias a la cual él y su mujer, Perenelle, obtuvieron la inmortalidad. Aunque a todas luces falló ya que fallecieron y fueron enterrados entre 1410 y 1418 en el cementerio de St. Jacques de la Boucherie, al intento de exhumarlo se encontró con una tumba vacía; aunque bien pudo deberse al saqueo de la misma en busca de objetos de valor o de textos, esto no hizo más que reforzar los rumores de su inmortalidad, al igual que las historias sobre su vida en juventud y recorriendo lugares como India y Turquía después de su supuesta muerte, recopiladas por Paul Lucas (1664-1737). Su lápida, ricamente grabada, se conserva en el Museo de Cluny.
Flamel era un hombre letrado para su época. Aprendió a leer y a escribir de la mano de su padre, copista de profesión, y de los monjes benedictinos, consiguiendo dominar a parte del francés, el latín y el hebreo. Tras comenzar como aprendiz de escribano, comienza a trabajar en el arte de copiar manuscritos, hasta que un día un misterioso anciano entró en su pequeña tienda portando un volumen encuadernado en cobre.
Cuenta la leyenda que unos años antes, Flamel había soñado que ese mismo libro estaba en las manos de un ángel, por lo que no duda en comprárselo a su misterioso dueño por el precio de dos guineas. Pero aquel manuscrito excedía con creces sus conocimientos, llevandole 21 años intentar descifrarlo.
Para ello viajó a España, donde consultó tanto a las autoridades sobre Cábala como a los especialistas en el mundo antiguo —en aquella época y bajo la influencia andalusí, las mejores traducciones del Griego antiguo se producían en las universidades españolas— hasta encontrar, después de preguntar a muchas personas, en León a un anciano rabí, el Maestro Canches, quien identificó la obra como el Aesch Mezareph del Rabí Abraham, y enseñó a Flamel el lenguaje y simbolismo de su interpretación.
La narración de todos estos hechos tiene lugar en su Libro de las figuras jeroglíficas (1399) que describe brevemente al comienzo dichas peripecias, explicando a lo largo de dicha obra el magisterio filosofal descrito como si de la peregrinación a Santiago de Compostela se tratara, sin embargo algunas teorías apuntan a que dicho entramado tiene un significado mucho más profundo, siendo reflejo de los misterios iniciáticos que se ocultan tras esta obra. Entre estos misterios estaban el descubrimiento de la Piedra filosofal y la creación de homúnculos mediante la palingenesia de las sombras (crear un cuerpo astral, animal o vegetal).
Flamel regresó a París en 1382, en 1407 se hizo construir una casa, aún en pie, en el actual 51, rue de Montmorency, además de financiar capillas, asilos y hospitales. El rey Carlos VI de Francia le pidió que le aportara oro a las arcas reales mediante su sistema de transmutación.
Se asegura que durante esos años elaboró también una piedra, gracias a la cual él y su mujer, Perenelle, obtuvieron la inmortalidad. Aunque a todas luces falló ya que fallecieron y fueron enterrados entre 1410 y 1418 en el cementerio de St. Jacques de la Boucherie, al intento de exhumarlo se encontró con una tumba vacía; aunque bien pudo deberse al saqueo de la misma en busca de objetos de valor o de textos, esto no hizo más que reforzar los rumores de su inmortalidad, al igual que las historias sobre su vida en juventud y recorriendo lugares como India y Turquía después de su supuesta muerte, recopiladas por Paul Lucas (1664-1737). Su lápida, ricamente grabada, se conserva en el Museo de Cluny.
Nicolas Flamel