Mary King's Close es un importante callejón comercial del siglo XVII situado en la zona antigua de Edimburgo (Escocia). Hoy día se encuentra tapiado por el edificio de la City Chamber, el actual ayuntamiento de la ciudad.
La Royal Exchange, como en un principio fue llamado este gran edificio del considerado arquitecto John Adam, empezó a construirse en 1753 sobre los cimientos de cinco callejones de la ciudad: Stewart Close, Pearsons Close, Allan Close, Craig Close y, por último y más importante, Mary King's Close, quedaron sepultados por él. Actualmente, este complejo de callejuelas congeladas en el tiempo desde el siglo XVII forma un laberinto en las profundidades del centro histórico de la ciudad, y es lo que llaman "la ciudad subterránea" de Edimburgo.
La peste
Durante la Navidad de 1644, la plaga, que tal vez fuera traída por barco desde la Europa continental y entrase por el puerto de Leith, fue propagada por las pulgas de las ratas, y cruzó rápidamente todo el país. En primer lugar llegó a Edimburgo, luego se extendió al oeste y al norte, y durante los siguientes 18 meses mató a una parte sustancial de la población escocesa.
A pesar del mito perdurable, las víctimas de la plaga nunca fueron tapiadas en el callejón para dejarlas morir de hambre. De hecho, había una larga tradición de cuarentena organizado en la ciudad. Durante los brotes, las personas infectadas con la plaga se encerraban en su casa e indicaban su situación mostrando una bandera blanca pequeña por la ventana. En respuesta, el pan, la cerveza, el carbón, y en ocasiones incluso vino, se les entregan diariamente, y un médico especialista podía visitarlos para llevar a cabo el drenaje de los bubones: los ganglios linfáticos llenos de pus que amenazaban con llevar al paciente a la muerte por septicemia. Algunas personas pasaban la cuarentena en chozas de madera (ludges) fuera de la ciudad, en Sciennes Boroughmuir, o en el King's Park, para quedarse allí de dos a seis semanas hasta pasar el peligro o morir.
Con los tratamientos médicos limitados y a menudo peligrosos de la época, los médicos podían hacer muy poco para ayudar. Llevaban la llamada "máscara de la peste", que era de cuero y en forma de pico, y ahí despositaban hierbas para tratar de protegerse a sí mismos, pero muchos murieron. John Paulitious, el primer médico oficial de la plaga de Edimburgo, fue una de esas víctimas. Sin embargo, los riesgos no eran sin compensación alguna. El salario de Paulitious se había ido incrementando de 40 a 80, y después a la increíble suma de 100 libras escocesas al mes. Su sucesor fue el doctor George Rae, quien lo reemplazó el 13 de junio de 1645.
El Dr. Rae iba vestido de pies a cabeza con cuero grueso, con la máscara de pájaro, con una capa de cuero y unos guantes largos para visitar a las víctimas de la peste porque en ese momento se creía que la plaga se había extendido por miasmas, lo que se pensaba que era "aire malo" que desprenden los cuerpos enfermos, y toda esta vestimenta actuaba como armadura para prevenir los efectos de tales miasmas. Más tarde se demostró que la plaga se extendía por las picaduras de las pulgas, y que el cuero había impedido que las pulgas del paciente mordieran al médico.
En noviembre, el Dr. Rae negoció otras 10 libras escocesas por mes, pero en el otoño de 1646 lo peor vino a Edimburgo, y el ayuntamiento no se pensó por un segundo pagarle lo que pedía. Diez años después del último brote importante de la peste en Escocia, George Rae todavía estaba luchando para que le pagasen. Con el tiempo, ganó y reclamó una pensión anual sin precedentes: de 1.200 libras escocesas.
La leyenda más famosa
Desde la clausura del Mary King’s Close comenzaron a extenderse todo tipo de leyendas y mitos protagonizados por los antiguos habitantes del callejón, pues se creía que sus fantasmas vagaban todavía entre sus muros.
Annie es una de las habitantes más conocidas de este callejón; fue “descubierta” por una medium japonesa llamada Aiko Gibo que, visitando el callejón, sintió su presencia. Según el relato de Gibo, Annie fue una niña huérfana cuyo espíritu deambulaba desde hace siglos por el Mary King’s Close en busca de la muñeca que perdió.
La mujer decidió dejar una muñeca sobre un arcón para que “acompañase” a la pequeña, y los visitantes continuaron con la tradición dejando desde entonces juguetes y peluches en el mismo lugar (que, por cierto, cada cierto tiempo tienen que ser retirados y donados a una asociación benéfica).
Turismo ante todo
No vamos a negar que se trata de una visita muy turística. Es una buena forma de recorrer el pasado de la ciudad y disfrutar de una experiencia diferente. Al Mary King’s Close solo se puede entrar con una visita guiada, y en este caso nos parece una buena decisión, pues los guías que realizan los recorridos por este viejo callejón conocen cada detalle de su historia y nos ayudarán a pasar un rato realmente divertido.
Hay que subir y bajar varios tramos de escaleras durante la visita al Mary King’s Close, y lamentablemente el recorrido no está adaptado para personas con movilidad reducida.Eso sí, el Mary King’s Close está a más de 20 metros de profundidad (por algo se conoce la zona como la “ciudad subterránea” de Edimburgo) y el ambiente es húmedo, oscuro y de espacios estrechos y algo claustrofóbicos. Son muchos los viajeros que afirman haber vivido algún tipo de experiencia paranormal al visitar el callejón.
La Royal Exchange, como en un principio fue llamado este gran edificio del considerado arquitecto John Adam, empezó a construirse en 1753 sobre los cimientos de cinco callejones de la ciudad: Stewart Close, Pearsons Close, Allan Close, Craig Close y, por último y más importante, Mary King's Close, quedaron sepultados por él. Actualmente, este complejo de callejuelas congeladas en el tiempo desde el siglo XVII forma un laberinto en las profundidades del centro histórico de la ciudad, y es lo que llaman "la ciudad subterránea" de Edimburgo.
La peste
Durante la Navidad de 1644, la plaga, que tal vez fuera traída por barco desde la Europa continental y entrase por el puerto de Leith, fue propagada por las pulgas de las ratas, y cruzó rápidamente todo el país. En primer lugar llegó a Edimburgo, luego se extendió al oeste y al norte, y durante los siguientes 18 meses mató a una parte sustancial de la población escocesa.
A pesar del mito perdurable, las víctimas de la plaga nunca fueron tapiadas en el callejón para dejarlas morir de hambre. De hecho, había una larga tradición de cuarentena organizado en la ciudad. Durante los brotes, las personas infectadas con la plaga se encerraban en su casa e indicaban su situación mostrando una bandera blanca pequeña por la ventana. En respuesta, el pan, la cerveza, el carbón, y en ocasiones incluso vino, se les entregan diariamente, y un médico especialista podía visitarlos para llevar a cabo el drenaje de los bubones: los ganglios linfáticos llenos de pus que amenazaban con llevar al paciente a la muerte por septicemia. Algunas personas pasaban la cuarentena en chozas de madera (ludges) fuera de la ciudad, en Sciennes Boroughmuir, o en el King's Park, para quedarse allí de dos a seis semanas hasta pasar el peligro o morir.
Con los tratamientos médicos limitados y a menudo peligrosos de la época, los médicos podían hacer muy poco para ayudar. Llevaban la llamada "máscara de la peste", que era de cuero y en forma de pico, y ahí despositaban hierbas para tratar de protegerse a sí mismos, pero muchos murieron. John Paulitious, el primer médico oficial de la plaga de Edimburgo, fue una de esas víctimas. Sin embargo, los riesgos no eran sin compensación alguna. El salario de Paulitious se había ido incrementando de 40 a 80, y después a la increíble suma de 100 libras escocesas al mes. Su sucesor fue el doctor George Rae, quien lo reemplazó el 13 de junio de 1645.
El Dr. Rae iba vestido de pies a cabeza con cuero grueso, con la máscara de pájaro, con una capa de cuero y unos guantes largos para visitar a las víctimas de la peste porque en ese momento se creía que la plaga se había extendido por miasmas, lo que se pensaba que era "aire malo" que desprenden los cuerpos enfermos, y toda esta vestimenta actuaba como armadura para prevenir los efectos de tales miasmas. Más tarde se demostró que la plaga se extendía por las picaduras de las pulgas, y que el cuero había impedido que las pulgas del paciente mordieran al médico.
En noviembre, el Dr. Rae negoció otras 10 libras escocesas por mes, pero en el otoño de 1646 lo peor vino a Edimburgo, y el ayuntamiento no se pensó por un segundo pagarle lo que pedía. Diez años después del último brote importante de la peste en Escocia, George Rae todavía estaba luchando para que le pagasen. Con el tiempo, ganó y reclamó una pensión anual sin precedentes: de 1.200 libras escocesas.
La leyenda más famosa
Desde la clausura del Mary King’s Close comenzaron a extenderse todo tipo de leyendas y mitos protagonizados por los antiguos habitantes del callejón, pues se creía que sus fantasmas vagaban todavía entre sus muros.
Annie es una de las habitantes más conocidas de este callejón; fue “descubierta” por una medium japonesa llamada Aiko Gibo que, visitando el callejón, sintió su presencia. Según el relato de Gibo, Annie fue una niña huérfana cuyo espíritu deambulaba desde hace siglos por el Mary King’s Close en busca de la muñeca que perdió.
La mujer decidió dejar una muñeca sobre un arcón para que “acompañase” a la pequeña, y los visitantes continuaron con la tradición dejando desde entonces juguetes y peluches en el mismo lugar (que, por cierto, cada cierto tiempo tienen que ser retirados y donados a una asociación benéfica).
Turismo ante todo
No vamos a negar que se trata de una visita muy turística. Es una buena forma de recorrer el pasado de la ciudad y disfrutar de una experiencia diferente. Al Mary King’s Close solo se puede entrar con una visita guiada, y en este caso nos parece una buena decisión, pues los guías que realizan los recorridos por este viejo callejón conocen cada detalle de su historia y nos ayudarán a pasar un rato realmente divertido.
Hay que subir y bajar varios tramos de escaleras durante la visita al Mary King’s Close, y lamentablemente el recorrido no está adaptado para personas con movilidad reducida.Eso sí, el Mary King’s Close está a más de 20 metros de profundidad (por algo se conoce la zona como la “ciudad subterránea” de Edimburgo) y el ambiente es húmedo, oscuro y de espacios estrechos y algo claustrofóbicos. Son muchos los viajeros que afirman haber vivido algún tipo de experiencia paranormal al visitar el callejón.
Mary King's Close