lunes, 14 de abril de 2014

Muertes curiosas

Poderosos, ricos, guerreros invencibles...  muchos pasaron a la Historia por las hazañas que realizaron en vida, y sin embargo, cosas del destino, fueron sorprendidos por la muerte en circunstancias ... digamos que curiosas.

Atila: el rey de los Hunos, feroz enemigo de los imperios romanos de oriente y occidente, forjó un gran imperio y pasó a la historia como aquel que "por donde pisaba nunca volvía a crecer la hierba".
Atila
Pues bien, lo que no pudieron hacer sus enemigos, lo hizo una simple hemorragia nasal: en su noche de bodas tras los festejos y probablemente ebrio, Atila se quedó dormido profundamente con tan mala suerte que comenzó a sangrar por la nariz, hasta asfixiarse.


Federico I, "Barbarroja": rey de Alemania en 1152 y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico a partir de 1155, orgulloso hasta el extremo de oponerse al
Barbarroja
Papa, lo que le costó la excomunión. Gobernante contundente y defensor de la cristiandad, participó en la tercera cruzada y fue artífice de grandes victorias frente a los musulmanes.
Se cuenta que, encontrándose fatigado por el día caluroso, decidió darse un baño en el río Saleph. Otras versiones dicen que accidentalmente se cayó del caballo al atravesar el río, pero fuera lo que fuese el contacto con el agua helada le produjo un colapso que causó su muerte inmediata.

Enrique I de Castilla: En 1214, con la tierna edad de 10 años, ascendió al trono de Castilla en medio de intrigas
Enrique I
palaciegas e intentos frustrados de matrimonio. Cuando ya estaba acordado su matrimonio de conveniencia, las intrigas se acabaron bruscamente en 1217, cuando le cayó accidentalmente una teja en la cabeza mientras jugaba con sus amigos.

Felipe IV de Francia, "El Hermoso" pasó a la historia como el rey que con su avaricia propició el fin de la orden del Temple mediante artimañas y falsas
Felipe IV de Francia
acusaciones. Cuenta la leyenda que el Gran Maestre le maldijo justo antes de morir y le emplazó al juicio de Dios en el plazo de un año. Pues bien, el rey Felipe, mientras cazaba a caballo en el bosque de Fonteuneubleau, no se percató de la presencia de una rama baja que le golpeó el pecho y le tiró del caballo, con una lesión medular que le produjo la muerte.

No se queda atrás su homónimo Felipe I de España, "El Hermoso": esposo de Juana la Loca, a él se culpa de la locura de la reina por sus contínuas infidelidades. Aunque intentó sin éxito incapacitar a su
Felipe I de España
esposa para reinar, gobernó sin tenerla prácticamente en cuenta, hasta que, un caluroso día, en una fragorosa partida de bolos, se bebió de golpe un jarro de agua helada, comenzó con fiebre elevada y confusión y falleció en escasos días.

Ludovico Pío: tercer hijo y sucesor de Carlomagno, es sobre todo conocido por su victoria y conquista de Barcelona en el año 801,
Ludovico Pío
fundando el Condado de Barcelona. Pues bien, este feroz guerrero falleció en el año 840 por el pánico que le produjo la visión de un eclipse solar.

Papa Juan XXI: es el llamado papa médico, tenía amplios conocimientos científicos y médicos. Culto y erudito. Su muerte está rodeada de misterio, ya que el 14 de mayo de 1277, las paredes
Papa Juan XXI
y el techo de su departamento privado se le vinieron encima sin motivo aparente. Las malas lenguas dicen que en ese momento se encontraba practicando artes mágicas o experimentos.

Duque de Clarence
En 1478 el duque de Clarence, hermano del rey Eduardo IV de Inglaterra, fue acusado de conspirar contra el rey y condenado a muerte. Debido a su fama de amante de la buena bebida, cuenta la leyenda que la pena fue el ahogamiento en un barril de vino.

Tycho Brahe,  muchas fuentes históricas citan como causa de su muerte una infección de orina padecida en 1601, al no ausentarse de una cena en Praga por educación y respeto. La larga cena le ocasionó una fuerte cistitis que le postró en cama con fiebres elevadas durante 71 días. Es muy probable,
Tycho Brahe
además, que Tycho muriera por envenenamiento de mercurio por sus propias medicinas, tratando de recuperarse de sus problemas urinarios.

Li Po
El poeta chino Li Po es considerado uno de los dos más grandes de la historia literaria china. Era muy conocido por su amor al licor y se sabe que escribió muchos de sus grandes poemas mientras estaba borracho. Y en ese estado se encontraba la noche en que cayó de su bote y se ahogó en el río Yangt-ze al intentar abrazar el reflejo de la luna en el agua.

Después de la guerra civil norteamericana, el controvertido político Clement Vallandigham, de Ohio, se transformó en un exitoso abogado que rara vez perdía un caso. En 1871 defendió a Thomas McGehan,
Clement Vallandigham
acusado de disparar contra un tal Tom Myers durante una disputa en un bar. La defensa de Vallandigham se basaba en que Myers se había disparado a sí mismo al empuñar su pistola cuando estaba arrodillado. Para convencer al jurado, Vallandigham decidió demostrar su teoría. Desafortunadamente, utilizó por error una pistola cargada y terminó disparándose a sí mismo. Con su muerte, Vallandigham demostró la teoría del disparo accidental y consiguió exonerar a su cliente.
Adolfo Federico

El rey Adolfo Federico de Suecia amaba comer y murió por ello. Conocido como “El rey que comió hasta morir”, falleció en 1771 a la edad de 61 años a causa de un problema digestivo luego de comer una cena gigantesca consistente de langosta, caviar, chucrut, sopa de repollo, ciervo ahumado, champaña y catorce platos de su postre preferido: semia, relleno de mazapán y leche.

Crisipo. Este filósofo griego fue una de las principales figuras de los estoicos y además, según nos cuenta la historia, era un fiestero de narices. Y eso fue lo que a la postre acabó con su vida, pero no por cirrosis, sino por culpa de un burro y unos higos.
Crisipo
Dice la leyenda que en una fiesta, Crisipo y sus amigos emborracharon a un asno, que después trató de comerse unos higos. Por lo visto, esto debe de ser lo más divertido del mundo entero porque nuestro amigo Crisipo empezó a reírse de tal manera que cayó fulminado al suelo y murió al instante.

Yusuf Ishmaeld fue un gigantesco luchador turco que llegó a fines del siglo XIX a los Estados Unidos para realizar una serie de combates. Mal no le fue. Venció al campeón de lucha Evan Lewis y, también, al campeón de lucha grecorromana Ernest Roeber.

Yusuf Ishmaeld
Yusuf, tenía la costumbre de convertir todo el dinero ganado en monedas de oro, las cuales guardaba en un cinturón de enormes proporciones que llevaba siempre puesto.

De regreso a su país, apenas a unos metros de la costa, el barco en el que viajaba colicionó con un buque inglés en aguas del Atlántico norte. Ante el inminente hundimiento, todos los pasajeros debieron saltar por la borda y nadar hasta los botes de rescate.

El luchador turco también lo hizo, pero el peso de su cinturón le impedía mantenerse a flote. A pesar de saber que si no lo soltaba moriría ahogado, Yusuf prefirió irse con su preciosa carga al fondo del mar.

Esquilo
 Esquilo. Este importante dramaturgo griego decidió exiliarse al campo después de que el oráculo predijese que iba a fallecer aplastado por una casa. Según la leyenda, poco tiempo después un quebrantahuesos dejó caer una tortuga desde gran altura justo sobre el lugar en el que se encontraba Esquilo. El quelonio golpeó contra su cráneo ocasionándole una muerte instantánea. El oráculo no se había equivocado.

En 1991 en Tailandia una mujer de 57 años de nombre Yooket Paen estaba caminando por su granja cuando resbaló en excremento de vaca, se agarró de un cable con tensión y murió electrocutada. Después de su funeral, la hermana de Yooket les estaba mostrando a unos vecinos cómo había sido el accidente, ella también se resbaló, se agarró del mismo cable y también murió.

Para acabar, una cadena de muertes bizarras que, por su impactante efecto dominó, fue tema de conversación durante semanas. Algunos la recordarán, sucedió en Buenos Aires, en 1988.
Una familia de apellido Montoya, que vivía en un piso trece del barrio de Caballito, se había ido de vacaciones dejando en el departamento a su pequeño perrito.

Un amable vecino se encargaba de darle de comer todos los días. Sin embargo, el perro tuvo la mala idea de salir al balcón, donde perdió el equilibrio y cayó. Una mujer de 75 años, recibió el impacto perruno y murió en el acto, concentrando un grupo de gente que, como sucede en esos casos, corre hacia el lugar, entre gritos y pedidos de auxilio.

Una de esas personas fue Edith Solá de 46 años, quien cruzó la avenida sin cuidado y fue atropellada por un colectivo. La mujer murió instantáneamente, pero como no hay dos sin tres (sin contar al perro, claro) un anciano, al ver el horrible espectáculo, sufrió un ataque cardíaco falleciendo camino al hospital.
Uno de los testigos entrevistados remató el hecho con una frase memorable: “parecía un atentado, había cadáveres por todos lados!“.