También en Oriente Medio y Asia Menor, pervive el nombre de Alejandro: en ciertos pueblos del este de Afganistán todavía se dice que los caballos de los jefes descienden de Bucéfalo, el corcel de batalla del caudillo macedonio.
¿A qué se debe semejante fama? ¿Qué tenía aquel joven que sólo vivió 33 años y apenas reinó durante 13 años, para que su recuerdo permanezca tan arraigado 2.300 años después de su muerte y para que los grandes caudillos de Roma lo imitaran?
Para la historia de la civilización antigua las hazañas de Alejandro Magno supusieron un torbellino de tales proporciones que aún hoy se puede hablar sin paliativos de un antes y un después de su paso por el mundo. Y aunque su legado providencial (la extensión de la cultura helénica hasta los confines más remotos) se vio favorecido por todo un abanico de circunstancias favorables que reseñan puntualmente los historiadores, su biografía es en verdad una auténtica epopeya, la manifestación en el tiempo de las fantásticas visiones homéricas y el vivo ejemplo de cómo algunos hombres descuellan sobre sus contemporáneos para alimentar incesantemente la imaginación de las generaciones venideras.
Filipo II |
Quiere la leyenda que, el mismo día en que nació Alejandro, un extravagante pirómano incendiase una de las Siete Maravillas del Mundo, el templo de Artemisa en Éfeso, aprovechando la ausencia de la diosa, que había acudido a tutelar el nacimiento del príncipe. Cuando fue detenido, confesó que lo había hecho para que su nombre pasara a la historia. Las autoridades lo ejecutaron, ordenaron que desapareciese hasta el más recóndito testimonio de su paso por el mundo y prohibieron que nadie pronunciase jamás su nombre. Pero más de dos mil años después todavía se recuerda la infame tropelía del perturbado Eróstrato, y los sacerdotes de Éfeso, según la leyenda, vieron en la catástrofe el símbolo inequívoco de que alguien, en alguna parte del mundo, acababa de nacer para reinar sobre todo el Oriente. Según otra descripción, la de Plutarco, su nacimiento ocurrió durante una noche de vientos huracanados, que los augures interpretaron como el anuncio de Júpiter de que su existencia sería gloriosa.
Nacido para conquistar
Olimpia de Epiro |
Cuando, al cumplir los doce años, el rey, alejado hasta entonces de su lado debido a sus constantes campañas militares, decidió dedicarse personalmente a su educación, se maravilló de encontrarse frente a un niño inteligente y valeroso, lleno de criterio, extraordinariamente dotado e interesado por cuanto ocurría a su alrededor. Era el momento justo de encargarle a Aristóteles la educación de su hijo. A partir de los trece años y hasta pasados los diecisiete, el príncipe prácticamente convivió con el filósofo. Estudió gramática, geometría, filosofía y, en especial, ética y política, aunque en este sentido el futuro rey no seguiría las concepciones de su preceptor. Con los años, confesaría que Aristóteles le enseñó a «vivir dignamente»; siempre sintió por el pensador ateniense una sincera gratitud.
Aristóteles |
La doma de Bucéfalo
Alejandro fue creciendo mientras los macedonios aumentaban sus dominios y Filipo su gloria. Desde temprana edad, su aspecto y su valor fueron parangonados con los de un león, y cuando contaba sólo quince años, según narra Plutarco, tuvo lugar una anécdota que anticipa su deslumbrante porvenir. Filipo quería comprar un caballo salvaje de hermosa estampa, pero ninguno de sus aguerridos jinetes era capaz de domarlo, de modo que había decidido renunciar a ello. Alejandro, encaprichado con el animal, quiso tener su oportunidad de montarlo, aunque su padre no creía que un muchacho triunfara donde los más veteranos habían fracasado. Ante el asombro de todos, el futuro conquistador de Persia subió a lomos del que sería su amigo inseparable durante muchos años, Bucéfalo, y galopó sobre él con inopinada facilidad
Un brillante estratega
Desde el año 380 a.C., un griego visionario, Isócrates, había predicado la necesidad de que se abandonaran las luchas intestinas en la península y de que se formara una liga panhelénica. Pero décadas después, el ateniense Demóstenes mostraba su preocupación por las conquistas de Filipo, que se había apoderado de la costa norte del Egeo. Demóstenes, enemigo declarado de Filipo, aprovechó el alejamiento para inducir a los atenienses a que se armasen contra los macedonios. Al enterarse el rey, partió con su hijo a Queronea y se batió con los atenienses.
falanges tebanas |
Alejandro supo ganarse la admiración de sus soldados en esta guerra y adquirió tal popularidad que los súbditos comentaban que Filipo seguía siendo su general, pero que su rey ya era Alejandro. Quinto Curcio cuenta que después del triunfo en Queronea, en donde el príncipe había dado muestras, pese a su juventud, de ser no sólo un heroico combatiente sino también un hábil estratega, su padre lo abrazó y con lágrimas en los ojos le dijo: «¡Hijo mío, búscate otro reino que sea digno de ti. Macedonia es demasiado pequeña!».
Rey de Macedonia
Al comenzar el año 335, a sus veinte años y tras la muerte de su padre Filipo, se hacía con el reino de Macedonia. Casi un designio divino para comenzar por fin la vida de gloria a la que se sentía destinado. Y en seguida puso manos a la obra.
La conquista del Imperio Persa
Orfeo |
Alejandro ocupó Tesalia y declaró a las autoridades locales que el pueblo tesalo quedaría para siempre libre de impuestos. Juró también que, como Aquiles, acompañaría a sus soldados a tantas batallas como fueran necesarias para engrandecer y glorificar a la nación.
Alejandro y Diógenes
Alejandro y Diógenes |
El pirata y el Rey
Tiempo después, otra anécdota singular ofrece un nuevo diálogo legendario, pero esta vez con Diónides, pirata famoso entre los carios, los tirrenos y los griegos, quien, capturado y conducido a su presencia, no se arredró ante la amonestación del rey cuando éste le dijo: «¿Con qué derecho saqueas los mares?» Diónides le respondió: «Con el mismo con que tú saqueas la tierra»; «Pero yo soy un rey y tú sólo eres un pirata». «Los dos tenemos el mismo oficio -contestó Diónides-. Si los dioses hubiesen hecho de mí un rey y de ti un pirata, yo sería quizá mejor soberano que tú, mientras que tú no serías jamás un pirata hábil y sin prejuicios como lo soy yo.» Dicen que Alejandro, por toda respuesta, lo perdonó.
El nudo gordiano
Alejandro cortando el nudo gordiano |
El demonio del imperio persa
Dario I |
Alejandro ambicionaba dominar toda Persia y no podía conformarse con ese honroso tratado. Para ello debía hacerse con el control del Mediterráneo oriental. Destruyó la ciudad de Tiro tras siete meses de asedio, tomó Jerusalén y penetró en Egipto sin hallar resistencia alguna: precedido de su fama como vencedor de los persas, fue acogido como un libertador. Alejandro se presentó a sí mismo como protector de la antigua religión de Amón y, tras visitar el templo del oráculo de Zeus Amón en el oasis de Siwa, situado en el desierto Líbico, se proclamó su filiación divina al más puro estilo faraónico.
El oráculo de Zeus Amón
Oráculo de Zeus Amón |
Marcando los limites de Alejandria |
En la isla de Faro y en la costa próxima planeó la ciudad que habría de ser la capital del helenismo y el punto de encuentro entre Oriente y Occidente. Como no pudieron delimitar el perímetro urbano con cal, Alejandro decidió utilizar harina, pero las aves acudieron a comérsela destruyendo los límites establecidos. Este acontecimiento fue interpretado como un augurio de que la influencia de Alejandría se extendería por toda la Tierra.
La conquista de Oriente.
En la primavera de 331 ya hacía tres años que había dejado Macedonia, con Antípatro como regente; pero ni entonces ni después parece haber pensado en regresar. Prosiguió su exploración atravesando el Éufrates y el Tigris, y en la llanura de Gaugamela se enfrentó al último de los ejércitos de Darío, llevando a su fin, en la batalla de Arbelas, a la dinastía aqueménida. Las impresionantes tropas persas contaban en esta ocasión con una aterradora fuerza de choque: elefantes.
batalla de Arbelas |
Alejandro sometió entonces las provincias orientales y prosiguió su marcha hacia el este. Muchas fueron las anécdotas y leyendas que a partir de entonces fueron acumulándose alrededor de este semidiós que parecía invencible. La historia da cuenta de que vistió la estola persa, ropaje extraño a las costumbres griegas, para simbolizar que era rey tanto de unos como de otros. Sabemos que, movido por la venganza, mandó quemar la ciudad de Persépolis; y que se casó con una princesa persa, Roxana, contraviniendo las expectativas de los griegos. Alejandro incluso se internó en la India, donde hubo de combatir contra el noble rey hindú Poros. Como consecuencia de la trágica batalla, murió su fiel caballo Bucéfalo, en cuyo honor fundó una ciudad llamada Bucefalia.
Territorio conquistado por Alejandro Magno |
En el año 234 a. de C., Alejandro Magno, tras haber extendido sus conquistas tan lejos como hasta la India occidental, ordenó al almirante Nearco que regresase al golfo Pérsico y transportase a las agotadas y diezmadas tropas griegas de regreso a Grecia. Sin embargo, parte de la armada naval jamás llegó a su patria. Algunos historiadores especulan acerca de que sus naves continuaron más allá de la India, hasta el océano Pacífico, y que en su momento arribarían a Tahití y Hawai. Existen algunas evidencias que avalan la idea de que los griegos realizaron todo el trayecto hasta la costa occidental de las Américas.
Viajes de Nearco |
En la costa este de Norteamérica, los primeros hombres blancos en llegar a las costas de Maryland y Virginia descubrieron un río al que los nativos llamaban Potomac. De manera similar, la palabra griega para río, lo cual es ya de por sí bastante raro, es potamós. Cuando los conquistadores españoles del siglo XVI invadieron el imperio azteca, por ejemplo, se enteraron que la palabra para los templos de las pirámides aztecas era teocalli, con el significado de «morada de los dioses». Estudios posteriores por parte de los historiadores, revelaron que teocalli es notablemente parecido a las dos voces griegas théos y kalías, que, empleadas juntas, también tienen el mismo significado que teocalli.
Y, en Hawai, cierto número de palabras, como aeto (águila), mele (canción) y nu-nu (inteligencia) están sorprendentemente cerca de las palabras griegas con el mismo significado: aetós, melodía y nous. Además, los cascos hawaianos para la guerra, aunque diseñados en madera y plumas, en vez de ser metálicos y con pelo de caballo, resultaban casi idénticos a los de sus colegas griegos.
La simple, pero intrigante explicación para el parecido del idioma griego y de los artefactos en culturas muy alejadas, se centra en torno de Alejandro, conquistador de la mayor parte del mundo antiguo. Tras haber aplastado al poderoso Imperio persa, las tropas terrestres de Alejandro siguieron hacia el este y el norte de la India, en lo que hoy son Estados de la CEI (ex URSS). Mientras tanto, su armada de 88 navíos, al mando del almirante Nearco, exploraron la costa de la India.
Si los griegos llegaron a abrirse camino hasta las tierras del Pacífico Sur y de las Américas, probablemente habrían parecido semidioses, y su idioma y arte serían lo bastante valiosos como para ser adoptados por las culturas nativas.
La muerte de un rey invencible
Muerte de Alejandro magno |
El 12 de junio, los generales decidieron dejar pasar a los soldados para que vieran a su rey vivo por última vez, de uno en uno. Ya que el rey estaba demasiado enfermo como para hablar, les hacía gestos de reconocimiento con la mirada y las manos. Al día siguiente, Alejandro ya estaba muerto. Al morir sólo dijo esto: "Preveo un gran funeral en mi honor". Y respondió la última pregunta unos minutos antes de morir: ¿Cuál es tu testamento? ¿a quién se lo dejas?, a lo que respondió: "Al más digno".
Testamento
Algunos autores clásicos, como Diodoro, relatan que Alejandro dio detalladas instrucciones por escrito a Crátero poco antes de su muerte. Aunque Crátero ya había empezado a cumplir órdenes de Alejandro, como la construcción de una flota en Cilicia para realizar una expedición contra Cartago, los sucesores de Alejandro decidieron no llevarlas a cabo, basándose en que eran poco prácticas y extravagantes. El testamento, descrito en el libro XVIII de Diodoro, pedía expandir el imperio por el sur y el oeste del Mediterráneo, hacer construcciones monumentales y mezclar las razas occidentales y orientales. Sus puntos más interesantes fueron:
Completar el monumento funerario en honor a Hefestión;
Construir «mil barcos de guerra, más grandes que los trirremes, en Fenicia, Siria, Cilicia y Chipre para la campaña contra los cartagineses y aquellos que viven por la costa de Libia e Iberia y las regiones costeras que se extienden hasta Sicilia»;
Construir una carretera desde el norte de África hasta las columnas de Heracles, con puertos y astilleros alrededor;
Erigir grandes templos en Delos, Delfos, Dodona, Dión, Anfípolis, Cirno e Ilión;
Construir una tumba monumental «que rivalice con las pirámides de Egipto» para su padre Filipo;
Establecer ciudades y «llevar poblaciones de Asia a Europa y también en la dirección opuesta de Europa a Asia, para traer unidad y amistad al continente más extenso a través de enlaces matrimoniales y la unión familiar».
Tumba
El cuerpo de Alejandro se colocó en un sarcófago antropomorfo de oro, que se puso a su vez en otro ataúd de oro y se cubrió con una capa púrpura. Pusieron este ataúd junto con su armadura en un carruaje dorado que tenía un techo abovedado soportado por peristilos jónicos. La decoración del carruaje era muy lujosa y fue descrita por Diodoro con gran detalle.
Según una leyenda, se conservó el cadáver de Alejandro en un recipiente de arcilla lleno de miel (que puede actuar como conservante) e introducido en un ataúd de cristal. Claudio Eliano cuenta que Ptolomeo robó el cuerpo mientras lo llevaban a Macedonia y lo trajo a Alejandría, donde se mostró hasta la Antigüedad Tardía.52 Ptolomeo IX, uno de los últimos sucesores de Ptolomeo I, reemplazó el sarcófago de Alejandro por uno de cristal, y fundió el oro del original para acuñar monedas y saldar deudas que surgieron durante su reinado. Los ciudadanos de Alejandría se mostraron horrorizados por esto y poco después Ptolomeo IX fue asesinado.
Se dice que el emperador romano Calígula saqueó la tumba, robando la coraza de Alejandro para ponérsela. Alrededor del 200 d. C., el emperador Septimio Severo cerró la tumba de Alejandro al público. Su hijo y sucesor, Caracalla, admiraba mucho a Alejandro y visitó la tumba durante su reinado. Tras esto, los detalles sobre el destino de la tumba son confusos.
Ahora se piensa que el llamado «Sarcófago de Alejandro», descubierto cerca de Sidón y ahora situado en el Museo Arqueológico de Estambul, pertenecía en realidad a Abdalónimo, a quien Hefestión nombró rey de Sidón por orden de Alejandro. El sarcófago muestra a Alejandro y a sus compañeros cazando y luchando contra los persas.
Y para finalizar unas curiosidades:
- Julio César y Octavio Augusto eran grandes seguidores de Alejandro Magno. Octavio al encontrar la tumba del rey macedonio le colocó una corona de oro a la momia del conquistador y, al besarlo le rompió la nariz accidentalmente.
- Cuando visitó Troya, Alejandro Magno depositó una ofrenda en la tumba de Aquiles, a quien respetaba y admiraba.
- Nunca perdió una batalla durante su vida.
- El rey de Macedonia tuvo tres mujeres que se llamaron Roxana, Statiera y Parysatis.
- En una baraja existen cuatro clases de reyes: picas, corazones, diamantes y tréboles. Cada carta representa a los grandes reyes de la historia que son: el rey David, Carlomagno, Julio César y Alejandro Magno.
- Antes de su muerte, Alejandro había planeado volver hacia el oeste y conquistar Europa además de querer continuar la expansión hacia el Oriente y encontrar el fin del mundo, idea que su tutor durante la niñez, Aristóteles, le había inculcado contándole historias sobre un lugar donde la Tierra acababa y empezaba el Gran Mar Exterior.
- El grupo de heavy metal, Iron Maiden, tienen una canción titulada Alexander the Great que narra la vida del rey macedonio.